- ¡Hola! ¿Cómo
te llamas?
- Verdaderamente
eso importa.
- Bueno, a mí me
gusta saber con quien hablo.
- Me llamo
Diego.
- Hola Diego, yo
me llamo Alejandra.
* Diego: ¿Ese es
tu verdadero nombre?
(Silencio)
* Diego: No hace
falta que respondas. Ya sé que no.
* Sofía: Yo me
llamó Sofía.
* Diego: ¡Hola
Sofía! Y gracias.
* Sofía: ¿Qué te
gusta Diego?
* Diego: Sofía,
perdona pero es que no se ni por que he llamado. No sé que esperaba encontrar.
* Sofía: Esto es
una línea caliente. Quizás estuvieras deseando ser disfrutado por una mujer.
* Diego: No
exactamente. ¿Podemos sólo hablar?
* Sofía: ¿No
tienes amigos?
* Diego: Sí,
claro que tengo amigos pero ahora, no quiero hablar con ellos. Deseo hablar con
una extraña.
* Sofía: Yo soy
una extraña. Dime lo que desees.
* Diego: Primero
cuéntame tú. ¿Por qué estas ahí?
* Sofía: ¿En
serio quieres saber eso? Estas llamadas son caras. Mejor será que llames a
alguien que no te cueste tanto.
* Diego: ¡Olvida
el dinero! ¿Por qué estás ahí?
* Sofía: ¡Bien!
Después de tres años en paro, con entrevistas horribles y sin oportunidades
laborales, esto fue lo único que me quedó por hacer.
* Diego: ¿Cuánto
tiempo llevas ahí?
* Sofía: Tú eres
mi primera llamada.
* Diego: ¿En
serio?
* Sofía: Pues sí,
de hecho hasta llegué a pensar que era una prueba, una especie de novatada al
principio.
* Diego: ¿Qué te
hace pensar que no lo sea ahora?
* Sofía: ¡No lo
sé! Aposté por mi instinto y si me equivoco, pues mira. De los errores también
se aprende.
* Diego: Pareces
una chica inteligente. ¿De qué trabajabas antes?
* Sofía: Antes
era administrativa contable.
* Diego: ¿Y no
hay nada para ti de lo tuyo? ¡No me lo puedo creer!
* Sofía: Sí que
hay ofertas pero hay más demanda que ofertas. A una chica más joven creen que
la podrán moldear mejor y supongo que por eso no he sido nunca la seleccionada.
Yo no pierdo la esperanza de encontrar de lo mío pero con ella, no pago las
facturas a final de mes.
* Diego:
Comprendo.
(Silencio)
* Diego: ¿Te
gusta lo que haces ahora?
* Sofía: Ya te
he dicho que tú eres mi primera llamada.
* Diego: Cierto.
* Sofía: ¿En qué
trabajas tú?
* Diego: ¡Ni yo
lo sé! En mi contrato pone una cosa pero al final, acabo ejerciendo de otra.
* Sofía: ¿Te
gusta lo que haces?
* Diego:
Francamente no. Me gusta el dinero que me proporciona este trabajo. Tengo un
buen nivel de vida. Lo demás, es francamente una mierda.
* Sofía: ¡Lo
siento! ¿Dónde estas ahora?
* Diego: ¿Cómo
sabes que estoy de viaje?
* Sofía:
Intuición femenina.
* Diego: Estoy
en Madrid por negocios.
* Sofía: ¿Un día
duro?
* Diego: ¡Un día
nefasto! A veces olvidamos que pese a llevar traje y corbata y estar bien
remunerados, el trabajo que hacemos no deja de ser muy parecido al de un
comercial. Siempre hay alguien que tiene más, que tiene que apostar por ti, por
tu empresa, por tu proyecto. Y no todas las personas con las que tratamos son
agradables. A veces son tan estúpidos y tan cortos de mentes, que te gustaría
decirle cuatro verdades a la cara. Al final te callas. Vuelves a tu hotel sólo
porque su versión de pasárselo bien es ir de putas y tu pasas de acabar el día
con una mujer que no te toca ni con un mínimo de pasión y decoro, y lo único
que desea es que te corras y poco más.
* Sofía: Sí,…
ese es mi trabajo ahora.
* Diego: ¡No
quería decir eso! Discúlpame.
* Sofía: No
tengo que disculparte nada. De hecho no deseaba ni empezar. Esperaba, por
activa y por pasiva, que me dijeran que no estaba capacitada para ello. Pero
resulta que todas las mujeres estamos capacitadas para excitar a un hombre con
nuestras voz. ¡Todas! Que máxima más estúpida.
* Diego: Eh,… no
te tortures con esto. Es mejor que prostituirse. ¿No?
* Sofía: No sé
que decirte Diego. Según tu explicación anterior, yo y una profesional del
sexo, hacemos lo mismo y por dinero. ¡No hay diferencia!
(SILENCIO LARGO)
* Diego: Sofía,…
si esta hubiera sido una llamada caliente,… ¿Qué me habrías dicho para ponerme
cachondo?
* Sofía:
Esperaría a que me respondieras que te gusta. Y empezaría a describir una
situación que te excitara. Susurraría, pondría mi voz más sensual de mundo, y
me dejaría hacer.
* Diego: ¿Te
gusta dejarte hacer?
* Sofía: No.
* Diego: ¿Has
tenido sexo telefónico?
* Sofía: No.
Hasta la fecha, no.
* Diego: ¡Sal de
ahí Sofía! Sal de ahí ahora mismo.
* Sofía: No soy
tan valiente Diego.
* Diego: No se
trata de valentía. Sal, no te hará bien nada de lo que hagas en ese lugar. Yo
se lo que es trabajar y sentirse sucio al final del día. ¡Sal de ahí! Te lo
ruego. ¡Sal!
* Sofía: Tengo
miedo.
* Diego: Te
prometo que te saldrá algo mejor. Ahora sé fuerte y sal de ahí.
* Sofía: ¡Vale!
¿Cómo puedo agradecerte esto?
* Diego: No
tienes que agradecerme nada. ¡En serio!
* Sofía: ¿En qué
hotel estás? Me gustaría verte.
* Diego: ¿Estás
en Madrid?
* Sofía: Sí.
* Diego: Hotel Villa Magna.
* Sofía: ¿Me dejas que te vaya a ver?
* Diego: Sería todo un placer. Te espero en
el hall del hotel.
* Sofía: Llevo tejanos y blusa de color
melocotón. Acércate tu a mí que yo soy muy cortada. Tardo un cuarto de hora.
* Diego: Ya tengo ganas de verte. ¡Hasta
ahora!
Colgué el teléfono. Me dirigí a mi
responsable en el call center y me
fui sin ningún temor hacia la puerta. Nunca debí aceptar un trabajo como aquel.
Y había sido un hombre, mi primera llamada, un chico que no sabía ni porque
llamaba, el que me había abierto los ojos a la realidad. Estaba agradecida y a
la vez, asustada pues era la primera vez que quedaba con un desconocido.
Cogí un taxi y tal y como le había dicho a
Diego, en un cuarto de hora estaba en su hotel.
Al entrar había un hombre alto, de metro
noventa y cinco con un traje bastante ajustado, pantalón recto de color azul
eléctrico apagado con una preciosa camisa blanca y una deliciosa corbata azul
más viva de color que el traje. Su pelo era castaño, sus ojos intensamente
marrones, con un bigote que no parecía bigote y una perilla recortada en lo más
bajo de la barbilla, que tampoco parecía perilla.
Diego era un hombre que nada más verle, te
cortaba la respiración de golpe. Si no hubiera sido por la sonrisa que me lanzó
al acercarse, creo que hasta me habría dado la vuelta un tanto asustada.
Nos dimos un par de besos, y nos dirigimos
al bar del hotel. Tomamos un par de copas y yo no podía dejar de mirarle. Mi
mente ya no estaba en mí si no que se había trasportado a un lugar donde se
imaginaba a Diego en la situaciones mas perversas y lascivas que yo nunca
hubiera imaginado con una persona a la que no conocía.
Yo deseaba besar, deseaba que me poseyera.
Pero no decía nada. Me aguantaba mis ganas y le escuchaba hablar de lo valiente
que había sido al dejar el trabajo.
Me disculpe y fui al baño. Necesitaba
serenarme. Me miré al espejo y me dije:
-
Sofía, por el amor de Dios. ¡Céntrate! Él ha sido cortés y en
ningún momento ha dejado de portarse como un señor. ¡No seas una cría! Está por
lo que dice y deja de imaginarlo desnudó a tu lado, encima de ti, debajo,
sudando de puro placer.
Yo pensé aquellas palabras pero no me había
dado cuenta que las había dicho en voz alta. Diego me había seguido sin yo
darme cuenta, y desde la puerta me había oído. Entró de golpe y poniéndose tras
de mí, empezó a besarme el cuello de forma impulsiva. Estábamos frente al
espejo del baño. Podía notar su excitación empujarme desde atrás encerrada
dentro de su pantalón. Yo le cogí por la cintura hacía a mí para intentar
sentirlo mas cerca. Él, mientras seguía besando mi cuello, mi nuca,
desabrochaba apresuradamente mi blusa, dejando mis pechos libres al aire pues
no llevaba sujetador. Él, al percatarse de aquel detalle que le había pasado
por alto mientras hablábamos, se puso aún más duro tras un grito inmenso de
placer contenido. Bajó su bragueta, bajo mi pantalón y mis braguitas, y me
penetró desde atrás de golpe. Yo estaba tremendamente húmeda y pude notar como se
clavaba su verga hasta el fondo sin apenas dolor. Los dos estábamos muy
acelerados. Gemíamos ansiosos. Sus ataques eran directos, certeros, placidos,
llenos de efusividad desatada. Yo sólo podía gemir, y gemir, y gemir cada vez más
y más y más cachonda. Estaba tremendamente mojada. Jamás lo había estado tanto
nunca. Y su sexo, era una delicia, que parecía no agotarse pese a lo morboso de
aquella situación. Seguía empalmado, empujándome, arremetiéndome, ensartándome
con su vigor masculino alto, fuerte, perversamente delicioso. Miró al espejo y
yo le miré a los ojos mientras seguía metiéndomela cada vez más y más fuerte,
cada vez más y más rápido. Le gustó que le aguantara la mirada y tras eso, pude
sentir como su leche me recorría por dentro de mi sexo ardiente. Al sentirla no
pude contenerme más y me corrí yo también.
Tras aquello nos quedamos los dos casi sin
fuerzas el uno echado en el otro de pie frente al espejo. Nos incorporamos, me
besó en la boca y me preguntó:
-
¿Te apetece subir a mi habitación conmigo?
-
Será un verdadero placer.
Pasamos toda la noche gozando como dos
fieras en celo. Fue la mejor noche de mi vida. A la semana, no sé como,
encontré trabajo de lo mío. Aquel hombre me había cambiado la vida y no tenía
ni idea, de que manera. ¡Gracias Diego!
muy buen relato sobre la linea erotica sigue asi , y muchas gracias
ResponderEliminar¡Muchas gracias a ti!
EliminarMe gusta hablar con las horas en los linea erotica con hombres maduros que saben cómo hablar con una señora.
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