Alguien dijo: “No hagas a los demás, lo que no quieres que
te hagan a ti”. Siempre he intentado guiarme por esta, podíamos
llamar,… máxima. Pero el que tú hagas lo que podíamos llamar como “correcto” no
justifica para nada, que el prójimo, ese al que no quieres hacer daño, no te
hiera y más de lo que pensaba.
Un santo, un cumpleaños, una celebración especial para ti,
no siempre está ligada al conocimiento de que el resto del universo, sea
conocedora de la misma. No hace falta decir, pues es más que reconocido, que
los hombres son los máximos en olvidar de
estas fechas. Siempre se excusan en cualquiera de sus atribuladas y distintos
pretextos que suelen ser de lo más variopinto. ¿Hay que castigarles cuando algo
así ocurre? Francamente no. Mas tampoco hay que dejar que pase como si no
hubiera pasado nada.
“¡¡¡Las mujeres sois
muy exigentes!!!”
Si. ¡No lo niego! Somos exigentes pero ese mismo grado de implicación que
invertimos en aquellos que nos importan, a los que no queremos ver sufrir, nos
da esa potestad de molestarnos, de no dejar que la única fecha al año que
recuerdan personas que sólo te felicitan por navidad, le quite importancia al
echo de que TÚ te olvidaste y con ese acto,… me heriste. ¡No por olvidarte! Casi
tendría que estar acostumbrada. Sino a que no lo hicieras porque,… estabas en
pleno desenfreno, el típico y normal que provoca esta fecha con la cual
comparto festividad.
¿Es tan difícil de recordar? Para los hombres, y no estoy
en plan feministas ni mucho menos, es casi un imposible. Durante años de
recordar fechas, de recordar cualquier pequeña cosa que era importante para
unos y para otros, me ha hecho darme cuenta de que las personas no olvidan
porque quieran olvidar. Simplemente somos tan insignificantes para ellos, para
sus vida, que nada importamos.
“Haz las cosas sin esperar nada a cambio” es también una
bella forma de ver la vida. Pero el estar ahí sin esperar nada, absolutamente
nada a cambio, hace que a veces, por las circunstancias que estas viviendo, por
ese momento de tu vida que parece desmoronarse por momentos, por vivir aislada
completamente del resto de personas el resto de días del año, hace que
necesites que los que quieres, los que amas, los que te importan, se acuerden
de ti al menos, un día al año. Lástima que no todos lo vean así. Lástima, que
la poca importancia de pensar en el otro, nos haga sentirnos heridos cuando
nosotros somos la víctima y francamente humillados cuando no se persona que
nosotros hayamos herido a alguien de la misma manera sin que ese sujeto lo
mereciera.
El egoísmo suele ser así: Fácil cuando se trata de vapulear
contra el otro. Difícil de soportarlo cuando los fustigados somos nosotros.
MORALEJA: François de la Rochefoucauld,
(1613–1680) escritor, aristócrata y militar francés, dijo: “Es una prueba de
poca amistad no darse cuenta del retraimiento de la de nuestros amigos”.
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