ÚLTIMO
DÍA DE OTOÑO
Me
asfixia este
último
día de otoño.
En
el cielo gris se desviste
una
sombra que no reconozco.
Su
perfume me contaminaba.
Podía
sentir el aliento vagando
tristemente
por mi nuca.
Se
marcharon las golondrinas,
las
mariposas ya no
brillaban
dando suerte
blanca
a nuestros ojos.
¡Todas
se habían esfumado!
Se
helaba una y otra vez
la
misma escarcha
que
el sol no lograba
calentar
durante todo un día.
Los
parques inhóspitos
marcaban
el fin de la vida.
Una
bomba de oscuridad helada
se
cernía sobre nosotros
cada
vez con más y más fuerza.
Se
precipitaba el invierno.
Se
derrumbaba a tal velocidad
sobre
las personas ausentes
que
casi acababa
de
golpe con su recuerdo.
La
nieve empezó
a
cuajar con fuerza.
“¡No!
¡Aún no por favor!” Grité yo.
“¡Ya
es tarde! ¡No puedes evitarme!”
Susurro
aquella sombra en mis sueños.
El
último día de otoño
acababa
de morir antes mis ojos.
Mi
llanto no duró mucho:
el
aire coagulo hondamente
mis
lágrimas contra mi cara.
¡Así
acabó mi pena!
Sin
sangre corriendo por mis venas,
sin
ríos de dolor resbalando por mi penar.
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