NOSOTROS A SOLAS
Tu cama estaba muy
fría cuando llegué yo.
Un anillo dorado
brillaba en tu mano.
¡Eso no importó!
En la mía otro brillaba
por similar razón.
No era tuya.
No eras mío.
No deseábamos nada.
El hambre era toda nuestra.
No era convencional
la forma de verse,
ni la de encontrarse a ciegas,
ni siquiera la forma de rozarnos.
No eran engaño, ni farsa,
era inevitablemente,
hallarse para deleitarse.
El goce era la clave.
La falta de él la excusa.
Hubo, hay y habrá.
¡No necesito más!
El momento que elijas,
a la hora que decidas,
cuando tú lo ordenes
sin previo aviso.
Una llamada,
simples palabras,
para llegar a la cima
del placer una y otra vez
juntos, pero nunca solos.
¡Esa era la descarga!
¡Ese era el motivo!
¡Eso era todo!
¡QUE DICHA MAS GRANDE
HABERTE CONOCIDO!
Un regalo saber que existes.
Un placer perderme en tu deseo.
Un deseo irrefrenable de escuchar
una vez más, tu voz muy pronto.
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