MADRUGADA
La lascivia lluvia ocultaba tu nombre.
Cada gota reprimida contra el cristal
inexorablemente te apartaba de mí
como hombre, te acercaba como bestia.
¡No era una parte aparte de ti!
Luchaba contra tus principios
cuando la seda de mi blusa te rozó
ligeramente tu instinto
(animal pues ya no conocías otro).
¡Desaparecieron los nombres!
Desapareció la honestidad,
el decoro, algo parecido
a las buenas maneras.
Con cada golpe certero,
mi voluntad se arrodillaba
ante la tuya dejando
sólo de mi las ganas
consumidas lentamente rápidas.
El abuso perdió su sentido,
la sumisión también,
la posesión cobró otra nueva
definición que jamás
podría ser explicada.
‘¡La noche crea
extraños
compañeros de
cama!’ Decían.
La madrugada crea excepcionales
cómplices de perversiones actuales
(esa era nuestra verdad).
Dejamos las lecturas de libros
para aquellos que temían ser humanos,
que les asustaba vivir.
Mas allá de las palabras,
mas allá de la sutilidad,
mas allá de la forma estábamos nosotros
libres, satisfechos,… inmensamente vivos.
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