DESPEDIDA
A nadie le importa.
Toma el vuelo
un nuevo avión
con destino cuatro mil kilómetros
lejos de su casa
y a nadie le importa.
Allí vuelan mi hija,
mis nietos,
toda mi vida.
Su padre les espera
en país extranjero.
¡Aquí no tenían futuro!
Mi nieta se hace
la fuerte con ocho años
para que yo no llore.
Mi niño de tres no sabe
aún que nos alejan.
Mi hija intenta estar
entera por todos.
Va en busca de su marido.
El avió aterrizó allí,
muy lejos de mi.
Mi peque me dice:
‘Abuela, ¡Ven a
por mi!’
(si fuera tan fácil cariño mío).
¡Es pequeño!
Es pequeño
y no entiende
que está muy lejos.
Aguanto el tipo
por ellos al teléfono
(no es nada fácil pues
ellos son toda mi vida).
Cuelgo y no puedo contener más
la avalancha de lágrimas
que se agolpan contra
mis ojos incontrolablemente.
Enciendo el televisor
y las noticias del día
me enojan una vez más.
¡Grito! Lanzó un zapato
contra la pantalla.
¡¡¡MALDITOS HIJOS DE PUTA!!!
Mis nietos, mi hija,
a una vida de distancia
de mi mundo y seguís
sin poner orden,
sin dar la cara,
sin tener cojones
de dimitir por ladrones,
corruptos, por ser mala gente.
¿Qué os hemos hecho?
¿Qué queréis de nosotros
si nos lo habéis arrebatado todo?
Caigo en la cama y el móvil suena.
Mi niño me mandó
un mensaje desde tierra extrajera:
‘Abuela,… ¡Te
quiero! Buenas noches’.
Beso su foto,
me abrazo a ella con
un solo ruego al cielo:
‘¡Dios! Dame
fuerzas
para aguantar
este martirio’.
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