APRENDÍ A VERTE
Aprendí a verte
desde el vacío de mi mirada
ausente, por el tiempo
que un día llegó de lejos.
Busco la carne como
el perro hambriento;
la leche como el gato
muerto de sed.
Desgarro con mis dientes
la pieza que mal servida
ante mi, ser mordida, devorada
hasta los huesos, espera.
¡Miedo no me da!
Del último al primer
bocado se que lo desea,
(que otra cosa esperar no pudiera)
pues no hay mas que hambre en mis labios
y su deseo de ser comido por mi boca.
¡Existe siempre un final!
Incluso para las fragmentos de un puzzle,
que sin estar completo,
hoy no dejo de tener sentido.
(Consagrada para siempre
a esa fiel mente
que a leerme aprendió
y que este poema me exigió).
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