¡Que bonito es el primer día de playa! El agua, el sol, la
arena, la gente,… ¡Todo es perfecto! Hasta que pasan los primeros dos minutos y
tienes que colocar la sombrilla en la arena. Mira que compré el cacharro ese en
los chinos, que no se como se llama, pero que lo incas en la arena y se supone,
que como se ahonda más, como que la sombrilla no se va a caer. ¡Claro! Pues la
primera en la frente pero la tranquilidad de un día de sol, de la brisa marina,
todo lo puede. Es como si un estado Zen con olor a salitre te hiciera mantener
el sosiego y la calma pese a todo lo que ocurre a tu alrededor.
Turno para ir a la playa pues, después de poner la
sombrilla que se ha caído cuatro veces pero que a la quinta se ha quedado más o
menos decente, no se pueden dejar las cosas solas. Si vais dos mientras uno se
baña el otro vigila, porque aunque sólo sean unas chanclas, una toalla, una
botella de agua de dos litros y la ropa que tenías encima del bikini, hay un
ladrón que siempre se lo lleva todo, hasta la sombrilla pese a lo enterrada que
lo hayas dejado y en un tiempo record. Vamos, que como te descuides y te
recrees un poco en el chico ese que acaba de pasar con un cuerpazo de aquellos
que te sale un ole de tus adentros, y cuando te giras no llevas ni el bikini
puesto que se lo ha llevado el ladrón (a ver, que yo entiendo que los ladrones
son unos incomprendidos. Con tantas alarmas puestas en la ciudad, o te vas a
robar a la playa y con una destreza digna de un mago que con un abracadabra te
quite hasta el mal pensamiento o pasa más hambre que el perro de un ciego.
Señores de las alarmas, no las conecten estas vacaciones, nada, así dos o tres
al azar, para que nos dejen tranquilos los ladrones en la playa. ¿No se dan
cuenta que nosotros no nos podemos poner el sensor en ningún sitio del nuestro
cuerpo (bueno, de poder podemos pero los agujeros donde meter cosas con
electricidad, no sá yo si se llama protección, sadomasoquismo, o deportes de
alto riesgo por lo peculiar de las zonas donde empotrar el aparatito en
cuestión)?).
Después toca tumbarse en la arena. ¡La arena! Que bonita es
la arena. La puedes moldear a tu antojo (ahora me hago una almohada, ahora me
la quito de los pies y monto un pequeño montículo como reposa pies, que hago
dos agujeros en la arena para no chafarme las peras,… y todo es paz y
tranquilidad). Hasta que el niño de dos sombrillas a la derecha ha descubierto
que la pala, incluso llena de arena, la puede subir por encima de su cabeza.
¡Hay señor! Entonces la arena se esparce por todo tu cuerpo desde tus ojos
hasta,… donde la espalda pierde el nombre como si le hubieran dado una entrada
VIP sin avisarte para disfrutar contigo desde dentro. ¡No quieres enfadarte! Te
la quitas así, como puedes, y sigues tomando esos rayitos de sol que tanto bien
hacen en el cuerpo y la mente.
Sigue el sol, la tranquilidad, la paz, y … ¡¡¡LAS LLAMADAS
DE MÓVIL!!! ¡Por el amor de Dios! ¿Saben donde se pierde más gente? ¡En la
playa! Sí. Todo el mundo dice: “Paco,…
¿donde estás? No dijiste que me esperabas en la caseta de la Cruz Roja.
¡Aaaaaaaaahhh! ¿Qué hay más? Pa donde voy”. En dirección abajo o arriba
(que esto también es la coña marinera pues lo que para unos es subir para otros
es bajar y se acaban pasado como diez llamadas más tarde sin encontrarse). Eso
sin contar el sonido indiscutible del Wassap. A ver,… ¿Quién carajo se va a la
playa para no meterse en el agua y estar dale que te pego al móvil? No me digan
que no son ganas de fastidiar al personal. Sino con los jueguecitos que tu te
acabas preguntado: “¡Que infancia más mala ha tenido que tener esta chica! Con
cuarenta y tanto y sigue jugando con las maquinitas”. Porque si no es por una
infancia traumática o por un problema de hormonas o de falta ellas, a mí no me
cuadra que una mujer hecha y derecha esté todo el día dale que te pego a un
juego. ¡Vamos! Que yo porque no conozco a ninguna de ellas cara a cara, pero
que si la conociera les diría: “¡Que!
¿Jugando a salvar caramelitos?” (Le cogería el móvil y tirándoselo a lo más
hondo de la playa le diría) “Vamos
monina, ahora salva a los caramelitos si es que tienes lo que hay que tener”.
Y cuando por fin metes los pies en el agua y te da por
nadar mar adentro, un poco, porque yo no sé si a todos le pasan lo mismo pero
yo es no tocar el fondo del mar con los pies y venírseme a la cabeza la
película TIBURÓN. Sé que sonará un poco a cobarde pero yo miro a la gente que
hay en el agua y me quedo justo antes de donde está el penúltimo. ¿Por qué?
¡Coña! Porque siempre se irá el tiburón por el que tenga más cerca, vamos, digo
yo. Y mientras el otro grita,… pues a mi me da tiempo de escapar.
Otra cosa que me impresiona de la playa año tras año, es la
moda de baño. ¡Que bikinis! ¡Que bañadores! Se nota que las mujeres tenemos
estilo. Eso sí, cuando te da por mirar a un hombre,… ¡¡¡APAGA Y VAMONOS!!! Los
hay con bermudas hasta los tobillos, con bermudas por debajo de las rodillas,
con bermudas por encima de las rodillas, con bermudas a medio muslo tirando a
alto (como si se le hubieran quedado cortas) y las peores, pero que las peores,
las más horribles, espantosas, y horrorosas del mundo mundial son las que dejan
de ser bermudas para parecerse mas a un slip de la casa marcapaquetón de serie
que dejan más bien muy poco a la imaginación y sí ganas de volverse lesbiana
para no acabar un día tomando algo con ellos por si te pegan algo (lo de ser
hortera no está comprobado científicamente que no se pegue).
Y después de un día en la playa lleno de serenidad y calma,
tras darte el último chapuzón, irte a las duchas de la playa a quitarte toda la
arena que te tiró aquel niño mamón con la pala, de ir al parking y pese a que
los coches estuvieran a punto de atropellarte como si salir de un parking de
una playa fuera como escapar de una ola gigante que está a punto de arrasarlos
y tienen que huir a ciento veinte por hora como mínimo, volver a casa, quitarte
el bikini y comprobar que el recuerdo del primer día de playa lo tendrás
durante todo el verano, porque pese a las duchas, pese a los baños, pese a
alcohol, el agua oxigenada, la crema exfoliante, pese a frotarte el cuerpo con
el nanas, seguirás viendo arena y más arena y más arena y más arena en tu casa
como si esta formara parte ya de tu ADN o la produjeras sin saber como ni
porque no. Y es que la playa te cala tan y tan hondo que obviamente, su rumor
de verano,… te acabará jodiendo (con perdón) hasta que llegue el invierno.
MORALEJA: Jacques Cousteau dijo: "Muchas personas atacan al mar, yo le
hago el amor". Así que otro trauma que evitar la próxima vez que vaya al mar: la
espuma.
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