domingo, 6 de julio de 2014

PRIMER DÍA DE PLAYA



¡Que bonito es el primer día de playa! El agua, el sol, la arena, la gente,… ¡Todo es perfecto! Hasta que pasan los primeros dos minutos y tienes que colocar la sombrilla en la arena. Mira que compré el cacharro ese en los chinos, que no se como se llama, pero que lo incas en la arena y se supone, que como se ahonda más, como que la sombrilla no se va a caer. ¡Claro! Pues la primera en la frente pero la tranquilidad de un día de sol, de la brisa marina, todo lo puede. Es como si un estado Zen con olor a salitre te hiciera mantener el sosiego y la calma pese a todo lo que ocurre a tu alrededor.

Turno para ir a la playa pues, después de poner la sombrilla que se ha caído cuatro veces pero que a la quinta se ha quedado más o menos decente, no se pueden dejar las cosas solas. Si vais dos mientras uno se baña el otro vigila, porque aunque sólo sean unas chanclas, una toalla, una botella de agua de dos litros y la ropa que tenías encima del bikini, hay un ladrón que siempre se lo lleva todo, hasta la sombrilla pese a lo enterrada que lo hayas dejado y en un tiempo record. Vamos, que como te descuides y te recrees un poco en el chico ese que acaba de pasar con un cuerpazo de aquellos que te sale un ole de tus adentros, y cuando te giras no llevas ni el bikini puesto que se lo ha llevado el ladrón (a ver, que yo entiendo que los ladrones son unos incomprendidos. Con tantas alarmas puestas en la ciudad, o te vas a robar a la playa y con una destreza digna de un mago que con un abracadabra te quite hasta el mal pensamiento o pasa más hambre que el perro de un ciego. Señores de las alarmas, no las conecten estas vacaciones, nada, así dos o tres al azar, para que nos dejen tranquilos los ladrones en la playa. ¿No se dan cuenta que nosotros no nos podemos poner el sensor en ningún sitio del nuestro cuerpo (bueno, de poder podemos pero los agujeros donde meter cosas con electricidad, no sá yo si se llama protección, sadomasoquismo, o deportes de alto riesgo por lo peculiar de las zonas donde empotrar el aparatito en cuestión)?).

Después toca tumbarse en la arena. ¡La arena! Que bonita es la arena. La puedes moldear a tu antojo (ahora me hago una almohada, ahora me la quito de los pies y monto un pequeño montículo como reposa pies, que hago dos agujeros en la arena para no chafarme las peras,… y todo es paz y tranquilidad). Hasta que el niño de dos sombrillas a la derecha ha descubierto que la pala, incluso llena de arena, la puede subir por encima de su cabeza. ¡Hay señor! Entonces la arena se esparce por todo tu cuerpo desde tus ojos hasta,… donde la espalda pierde el nombre como si le hubieran dado una entrada VIP sin avisarte para disfrutar contigo desde dentro. ¡No quieres enfadarte! Te la quitas así, como puedes, y sigues tomando esos rayitos de sol que tanto bien hacen en el cuerpo y la mente.

Sigue el sol, la tranquilidad, la paz, y … ¡¡¡LAS LLAMADAS DE MÓVIL!!! ¡Por el amor de Dios! ¿Saben donde se pierde más gente? ¡En la playa! Sí. Todo el mundo dice: “Paco,… ¿donde estás? No dijiste que me esperabas en la caseta de la Cruz Roja. ¡Aaaaaaaaahhh! ¿Qué hay más? Pa donde voy”. En dirección abajo o arriba (que esto también es la coña marinera pues lo que para unos es subir para otros es bajar y se acaban pasado como diez llamadas más tarde sin encontrarse). Eso sin contar el sonido indiscutible del Wassap. A ver,… ¿Quién carajo se va a la playa para no meterse en el agua y estar dale que te pego al móvil? No me digan que no son ganas de fastidiar al personal. Sino con los jueguecitos que tu te acabas preguntado: “¡Que infancia más mala ha tenido que tener esta chica! Con cuarenta y tanto y sigue jugando con las maquinitas”. Porque si no es por una infancia traumática o por un problema de hormonas o de falta ellas, a mí no me cuadra que una mujer hecha y derecha esté todo el día dale que te pego a un juego. ¡Vamos! Que yo porque no conozco a ninguna de ellas cara a cara, pero que si la conociera les diría: “¡Que! ¿Jugando a salvar caramelitos?” (Le cogería el móvil y tirándoselo a lo más hondo de la playa le diría) “Vamos monina, ahora salva a los caramelitos si es que tienes lo que hay que tener”.

Y cuando por fin metes los pies en el agua y te da por nadar mar adentro, un poco, porque yo no sé si a todos le pasan lo mismo pero yo es no tocar el fondo del mar con los pies y venírseme a la cabeza la película TIBURÓN. Sé que sonará un poco a cobarde pero yo miro a la gente que hay en el agua y me quedo justo antes de donde está el penúltimo. ¿Por qué? ¡Coña! Porque siempre se irá el tiburón por el que tenga más cerca, vamos, digo yo. Y mientras el otro grita,… pues a mi me da tiempo de escapar.

Otra cosa que me impresiona de la playa año tras año, es la moda de baño. ¡Que bikinis! ¡Que bañadores! Se nota que las mujeres tenemos estilo. Eso sí, cuando te da por mirar a un hombre,… ¡¡¡APAGA Y VAMONOS!!! Los hay con bermudas hasta los tobillos, con bermudas por debajo de las rodillas, con bermudas por encima de las rodillas, con bermudas a medio muslo tirando a alto (como si se le hubieran quedado cortas) y las peores, pero que las peores, las más horribles, espantosas, y horrorosas del mundo mundial son las que dejan de ser bermudas para parecerse mas a un slip de la casa marcapaquetón de serie que dejan más bien muy poco a la imaginación y sí ganas de volverse lesbiana para no acabar un día tomando algo con ellos por si te pegan algo (lo de ser hortera no está comprobado científicamente que no se pegue).

Y después de un día en la playa lleno de serenidad y calma, tras darte el último chapuzón, irte a las duchas de la playa a quitarte toda la arena que te tiró aquel niño mamón con la pala, de ir al parking y pese a que los coches estuvieran a punto de atropellarte como si salir de un parking de una playa fuera como escapar de una ola gigante que está a punto de arrasarlos y tienen que huir a ciento veinte por hora como mínimo, volver a casa, quitarte el bikini y comprobar que el recuerdo del primer día de playa lo tendrás durante todo el verano, porque pese a las duchas, pese a los baños, pese a alcohol, el agua oxigenada, la crema exfoliante, pese a frotarte el cuerpo con el nanas, seguirás viendo arena y más arena y más arena y más arena en tu casa como si esta formara parte ya de tu ADN o la produjeras sin saber como ni porque no. Y es que la playa te cala tan y tan hondo que obviamente, su rumor de verano,… te acabará jodiendo (con perdón) hasta que llegue el invierno.

MORALEJA: Jacques Cousteau dijo: "Muchas personas atacan al mar, yo le hago el amor". Así que otro trauma que evitar la próxima vez que vaya al mar: la espuma.

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