Los años han pasado. Veinticinco para ser exactos. El EGB
lo acabé en el año 1989. Ahora, mis antiguos compañeros de clase, organizan una
cena y el dilema es uno: ¿Ir o no ir?
Por un lado está el ver a mis compañeras (sólo éramos ocho
chicas en una clase de treinta y cinco). También hay curiosidad por saber a
quien le han otorgado la bendición de la eterna juventud y quien ha sido
castigado por el paso de los años. Pero, a parte de lo dicho, lo mejor que
recuerdo de mis años de Enseñanza General Básica fue el poder acabarla y
largarme de allí. Sí ese es el mejor recuerdo que poseo. ¿Debería asistir a al
reunión de los 25 años?
¡La gente madura! Me digo. Y mientras veo el grupo de whatsapp
con la fecha del día, pienso que no es nada rocambolesco cenar con ellos. Luego
vienen los comentarios varios de ponerse hasta arriba de alcohol. ¿Ese es el
propósito de la cena? ¿Olvidar algo con whisky, cerveza, gin tonic y poco más?
Las dudas vuelven.
Aparecen las fotos que pasan unos y otros de carnaval, de
convivencias, de excursiones. ¡No salgo en ninguna! Los demás sí. Sí, lo sé, me
digo que antes no había tantas cámaras de fotos como ahora pero las dudas
siguen ahí y se afianza en mi mente.
Luego aparece ese chico, ese que te hizo sentir por primera
vez cosquillas en el estomago. Recuerdas como callaste durante años ese “amor
platónico” en tu corazón. Recuerdas ese último año que alguien escuchó a tus
amigas decirte algo sobre él y como se enteró de lo que sentías. Recuerdas como
deseabas que la tierra te tragara y desaparecer para siempre de la faz de la
tierra. Recuerdas las lágrimas, los interminables dos meses, el dolor. ¡Los
niños de doce años suelen ser francamente crueles!
Si me quedaba alguna duda, alguien en el grupo de whatsapp,
comenta cosas, “frasecillas” de esas molestas que se decían a los doce. ¡Es la
gota que colma el vaso! Si después de veinticinco años, de cuatro canas y
cuatro quilos de más, seguimos intentado hacer daño con esas cantinelas
molestas de los doce, francamente está claro la decisión que hay que tomar: ¡NO
IR!
Ahora solo falta que pase el verano y que cuando llegue
septiembre, tenga algo que hacer ese día para no asistir. ¡Cualquier cosa! No
quedaré mal o sí,… pero podré salir de ese grupo que por desgracia pocos
momentos buenos para recordar me ha llevado.
¡El pasado hay que dejarlo en el pasado! Recordar viejos
tiempos, no es tan bonito como muchos desean recordar. La vida, mi vida, es
mucho mejor ahora que entonces. No tengo trabajo. ¡Lo sé! No tengo hijos. ¡Lo sé!
Pero me siento plena como mujer, viva, realizada e inmensamente feliz con todo
lo que me rodea. Hace 25 años atrás tenía menos que nada. Ahora, tengo una vida
y deseo vivirla. ¡No quiero volver atrás!
MORALEJA: Gabriel García Márquez, (1927-2014) escritor colombiano, dijo: “La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado”. Pero no todos tenemos ese tipo de memoria ni somos capaces de olvidar todo lo que pasó.
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