¡HAY QUE CRECER!
Vendí
mis sueños al alba
para
borrarlos de mi fantasía.
¡Hay que
crecer!
Me
gritaban todos.
¡Hay que
crecer!
Lancé mi
casa de muñecas
al
inmenso océano del hoy.
Enterré
en el mañana todas
mis
hadas en una tumba
muy
profunda, sin nombre,
ni lugar
en el mapa,
para no
corromper a la mujer
que
tenía que ser con la niña
que
asesinaba para serlo.
¡Hay que
crecer!
Me
gritaban todos.
¡Hay que
crecer!
Pretendían
que me
dejara
de lado el verbo,
la palabra,
la
conjugación exacta
que
concuerda
no sólo
en el verso,
sino
también en la letra.
¿Eso es
crecer?
¿Abandonar
mi pasión
por la
poesía?
El
silencio como respuesta
sentenció
la verdad callada.
¡No voy
a crecer!
Si tengo
que olvidarme
de mis
rimas,
de mis
maestros,
de mis
raíces ancestrales,
prefiero
morir siendo niña
que
vivir siendo hembra
o amargada
mujer sin pasiones.
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