TU NOMBRE
Amaneceres sin sol se ciernen
a mi como una segunda piel,
llevando mi cabeza a ese borde,
donde la cordura cree morirse.
Ningún consuelo quedará
ya para mi alma maltrecha,…
ningún desahogo, sólo la herida.
De nada sirven las palabras caducas;
poco valen ya las caricias olvidadas,
ni los besos inexistentes,
ni los labios relegados,
ni tu boca ausente.
Recodar es sólo aferrarse a ti,
a tu ser y seguir muriendo después
de muerto en cada uno de tus silencios.
Entre cielo, entre la tierra sólo yo,
soledad, delirio, angustia de saberte
e ignorante,… es lo que me queda.
Unirme entre locuras quimeras,
a la tuya la primera,
para una voluntad marcada a fuego,
por una alma que ni lloró de pena.
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