ME MATÓ UN MARTES
JUEVES
Dije que era jueves
y me disparó un martes.
y me disparó un martes.
(Sabía que sería él
incluso cuando no lo era).
Llegó sin esperanza,
sin murmullo de intermedio día,
sin chaqueta ni traje a rallas,
sólo con polo amarillo,
pantalón desgastado y
virilidad de hombre
siempre en cuarto creciente.
La luna estaba llena pero su deseo
no.
Su luz se ceñía al temblor
oculto de sus apetitos.
Quería poseerle y la dejó hacerlo
(me pregunte cuantas más
fueron sólo eso,… un instante).
¡Me callé!
Celar no va con mi porte y clase,
pese a ser de cuna pobre y de casa
humilde.
Intenté contener mi rabia
que salpicaba por entero
la noche inmensamente estrellada.
Ansié que mi furia
fuera mansa, sumisa, manejable.
Corté rosas del jardín vecino,
me distraje con un libro prestado,
batí un suflé a punto de nieve para
otro,…
se desinfló con mis lamentos.
A nadie pude contarle nada,
ni siquiera a ti porque no estabas.
Te pudieron más
las voracidades que el afecto.
Su revolver no era grande,
ni su munición pesada,
ni si quiera su puntería era
diestra.
Sólo contaba con una gran ventaja:
sabía cual era el lugar
que con un roce, desángrame podría.
Digo que es jueves
y me mató un martes.
y me mató un martes.
Pocos me escuchan aquí,
o se acuerdan de los días.
¡Los muertos no suelen
tener charlas largas!
Aquí se olvida pronto el tiempo,…
pues ya no tienes donde ir.
¡Es la meta!
Es irónico
ganar la última partida.
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