Era un día de verano muy caluroso. Manolo y
Javier, dos hermanos del grupo de amigos de Sevilla, nos habían invitado a su
casa a pasar un día de piscina
relajándonos tomando el sol en la piscina. Habían sido dos chicos muy agradables
todo el verano. Habíamos salido todas las noches a dar una vuelta por Triana, a
jugar al billar, a escuchar música mientras tomábamos una copa,… ¡¡¡ERAN MUY
SIMPÁTICOS!!! Sólo se llevaban tres años uno con otro.
Llegué a su casa a las once la mañana y
Manolo, el mayor, ya se había levantado y vino a abrirme la puerta de la
cancela de la finca. Vivían en una enorme casa andaluza, rodeada de césped a un
lado y con la piscina detrás de la entrada principal de la casa. En el otro
lado había árboles que formaban como un pequeño refugio muy bonito con un lugar
muy bello para disfrutar de la naturaleza. Yo llevaba el bikini debajo y una
pequeña maleta porque esa noche iba a dormir allí y por si salíamos, me había
traído algo más de vestir. Era temprano pero ya hacían cerca de los treinta
grados.
-
¿Nos damos un bañito?- me preguntó Manolo como intentando
retarme.
Ni le respondí y sonriéndole, me saqué la
camiseta de tirantes, los pantalones cortos y me quedé con un bikini blanco y
azul marino muy sugerente. Me metí en la ducha y luego me tiré de cabeza a la
piscina por la parte mas honda. El agua estaba fresquita. Mis pezones se
pusieron duros enseguida, el bello se me erizo todo y al llegar a su altura, él
,que se había metido por lo menos hondo, me abrazo y me miró como diciendo que
estaba loca por tirarme tan de golpe. Me sentó muy bien aquel abrazo. Era
cálido, era dulce y también era cariñoso, tierno. Cuando entré en calor empecé
a jugar con él en la piscina que si ahora te cojo y te meto la cabeza bajo el
agua, que si no corras que será peor. Nadábamos de punta a punta retándonos y
lo mismo buceando. El que llegaba primero elegía un castigo gracioso que
siempre era tirarse de una forma rara a la piscina y sacar una foto para luego
reírnos con los otros amigos.
Javier se acercó a la piscina y saludo desde
fuera. Yo salí y él me acercó la toalla. Le dí dos besos y le pregunté que si
no se metía en la piscina. Había pasado una hora y media de juegos con Manolo y
no me había dado cuenta. Me dijo que no, que tenía que preparar el gazpacho y
la lechuga. Sonó en ese momento el timbre de la puerta y Manolo salió de la
piscina para abrir a quien llamaba. Habían llegado Paco, Nando, Patricia,
Paula, Ana, Marcos y Carlos. Ya estábamos todos. Javier entró en la cocina y yo
le seguí. Le ayudé a preparar lo que faltaba para comer. Pusimos juntos la
mesa. Javier era más reservado, más callado de Manolo. Apenas me dirigía la
palabra pero no paraba de mirarme todo el rato como si fuera con admiración.
Hubo un momento en que, al sentirme observada, se me resbaló el cuchillo de las
manos y me corté. No era un corte profundo pero enseguida vino a ayudarme. Me
llevó al cuarto de baño. Me pidió que me sentara y que no mirara la sangre para
que no me mareara aunque creo que sino fuera porque quería demostrar que podía
curarme, el que se hubiera caído en redondo al suelo hubiera sido él. Oíamos a
los demás en el porche de la casa cuando sentimos que alguien entraba en la
cocina y al ver la sangre,… gritaba mi nombre. Llegó al baño siguiendo unas
pocas gotas que había en el suelo de sangre y Manolo corrió para curarme él. “No ha sido nada” le dije. Se veía mucha
sangre pero era un corte pequeño. Él se enfureció con su hermano y empezó a
chillarle como si me hubiera matado o algo peor. Javier, que nunca se había
enfadado desde que le conocía, se enfrentó a su hermano. Sentí que iban a
pelearse y me puse entre ambos. Los dos arremetían hacia adelante y notaba la
presión de sus cuerpos y sus brazos por encima de la cabeza. Era una situación
que me asustaba y me excitaba a partes iguales. Tener un hombre detrás y otro
delante y sentir la presión de sus cuerpos contra el mío me incitó de forma
escandalosa. Pero ellos seguían intentado no se que hasta que sentí la mano de
Manolo darme una bofetada sin querer. Le miré asustada y corrí escaleras arriba
al cuarto dónde había dejado mi pequeña maleta con mis cosas. Sentí que corrían
los dos escaleras arriba asustados por mi cara. Yo había cogido la maleta y
sólo quería irme corriendo de aquella casa. Manolo no paraba de pedirme perdón
una y otra vez con la cara completamente desencajada. Javier me pedía que me
quedara, que no me fuera así, que me tranquilizara. Javier me cogió por la
espalda y me abrazo. Manolo hizo lo mismo por delante inmovilizándome los
brazos sin querer. Me sentía arropada y feliz. Los amigos estaban en la piscina
jugando y yo estaba entre dos hombres que me elevaban hasta el cielo con
aquellos abrazos. Javier me giró la cara con una mano y me limpió una lágrima
que había caído por mi mejilla. Le besé en los labios. Él se sorprendió. Luego
me giré la cara para Manolo y le besé también. Ese beso les despejaron las
dudas a los dos. Si tenía que elegir,… me quedaba con los dos. A ellos no les
pareció mal y se sintieron aliviados. Empezaron a besarme uno por la nuca y
otro por el cuello. Manolo me soltó un momento para cerrar la puerta y me dí la
vuelta para sentir el pecho de Javier en mi pecho. Empecé a besarle con pasión
y Manolo se acopló a mi espalda de forma magistral deslizando sus labios, sus
besos por mi nuca, por mis hombros, por mi espalda. Javier me besaba el cuello,
lamía el inicio de mi escote y sólo deseaba poder llegar a mis pechos. Manolo
me quitó la parte de arriba del bikini mojado y Javier se quitó la camiseta.
Empecé a besar el torso de Javier, lamiendo sus pezones mientras Manolo no
paraba de acariciarme los pechos apretando su sexo protegido por el bañador
contra mi trasero excitado. Me dí la vuelta para dedicar las mismas caricias en
el torso de Manolo mientras sentía el sexo ardiente de su hermano dónde hace
unos minutos estaba el suyo. Mientras Manolo me besaba, Javier me quitó la
parte de debajo de bikini, se quitó su pantalón corto y ayudó a su hermano con
su bañador. Los tres estábamos desnudos y yo podía sentir la virilidad de uno
delante y la virilidad del otro detrás. Me besaron los dos y sentí como a la
vez, con destreza y suavidad, se adentraba uno en mi sexo y el otro en mi
trasero. Casi me muero de placer con el primer empujón de sus miembros al adentrarse
en mí por primera vez tan bien coordinados. Se movían de forma suave al
principio pero a la vez. Uno tenía las manos en mis caderas y el otro no paraba
de aferrarse a mis pechos duros y excitados de forma muy sensual. Los
movimientos iban en aumento y los gemidos de placer de los tres eran como una
fuente inagotable de placer extremo. Me besaba uno entre gemido y gemido.
Giraba la cabeza y me besaba el otro entre gemido y gemido. Yo no podía dejar
de desear que no pararan, que siguieran dándome placer,… Sus bocas, sus manos,
sus sexos duros adentrándose una y otra vez en mi sexo en mi culo me hacían
llegar y enlazar mis orgasmos que cada vez eran más fuertes. Javier grito de
placer y sentí un ardor tremendo que se adentraba en mí. A los pocos segundos
el grito fue de Manolo que con un grito casi encadenado también me dio su ardor
de macho. Yo grité al sentir ese tremendo último gran empujón y su calor.
Estábamos de pie los tres y me abrazaron los dos para que nos recostáramos en
la cama los tres. Besé la boca de Javier. Besé luego la de Manolo y me quedé
dormida entre los dos. Cuando desperté creí que todo había sido un sueño muy
erótico y placentero. No había nadie conmigo en el cuarto y se había hecho de
noche. Entró Javier con una bandeja con zumo, galletas, frutos secos y café.
Detrás Manolo con tres rosas: una roja, una blanca y otra amarilla. Ambos me
sonrieron. Me besó Manolo con un beso largo y profundo. Luego me besó Javier
con un beso profundo y ardiente. Se sentaron a mi lado y dejaron que comiera
mientras no dejaban de deslizar las yemas de sus dedos por mi cuerpo que sólo
tapaba una fina sábana blanca. ¡¡¡No era un sueño!!! Los otros ya se habían ido
y lo que me hubiera parecido un sueño imposible, se convirtió en un mes
increíble de una relación a tres que jamás podré olvidar. El placer extremo de
la pasión llamó a nuestras puertas cada mañana, cada mediodía, cada noche, cada
madrugada,… Le abrimos las puertas varias veces y nos dejamos llevar por el
deseo. Nunca lo olvidaré y espero volver pronto con mis dos grandes amantes
hermanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario