Había cientos, miles, millones ese día. Estaban aquí, allí,
por todos lados. ¡Era algo mágico! Las lenguas se confundían en una marabunta
infinita de caras que iban, venían, pasaban sin más.
Pequeños, jóvenes, adultos, mayores, ojeaban un sin fin de
títulos buscando en elegido. Otros no buscaban más que la firma de autor pero
eso tampoco es malo. Las colas esperando su turno eran francamente perfectas,
demostrando una paciencia infinita que hacía mucho tiempo que no veía por
ningún lado.
Había también paradas de segunda mano, más asequibles para
el bolsillo, verdaderos manjares para los lectores de verdad que no van
buscando la novedad, o la signatura, sino que buscan seguir cultivando sus
mentes con tesoros que encuentran, en tiempo de crisis, por poco menos de cinco
euros.
Rosas había por todos lados, de todos los colores: rojas,
blancas, verdes, anaranjadas, azules, amarillas, rosas, con purpurina, con lo
colores que desearas. Nadie sabía el significado de unas o de otras,… ¿Verdaderamente
eso importaba? ¡Para nada! Hoy todo está permitido y aunque habría que tener
cuidado con la flor que regalas, en el fondo el detalle es lo que cuenta. ¿O
no?
Yo maravillada, como una niña en un parque de atracciones
que quiere retener en la retina infinidad de imágenes sin fin. Las horas se
pasaron (una, dos, tres, cuatro,… paseando no me daba ni cuenta de que hora
era). ¡Era tan hermoso vivir sin hora!
Por último, un capricho no muy caro: un precioso punto de
libro. ¿Se puede pedir más?
De regreso a casa recordar es complicado pues hay demasiado
que recordar. Quizás me quede con el recuerdo de una mujer poeta que me firmó
su libro y lo compré sin saber que tenía a la autora delante. Me cautivo un
poema y lo compré por eso: ¡Por la belleza de la palabra! Y de regalo, su
sonrisa, su dedicatoria y la enorme simpatía que destila un alma creadora.
Tengo que irme a la cama, el sueño debería apremiar, pero
el día fue tan intenso que no sé si lo podré conciliar.
MORALEJA: Khalil Gibran (1883-1931) Ensayista,
novelista y poeta libanés, dijo: “En el corazón de todos los inviernos vive una primavera
palpitante, y detrás de cada noche, viene una aurora sonriente”.
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