Mañana empezarán de nuevo las clases para la gran mayoría
de estudiantes. Tras las vacaciones de semana santa, la recta final se dibuja
ante muchos. Para otros sólo será el paso de la primaria a la secundaria. Para
otros el paso de secundaria a bachiller. Para cada vez menos, por desgracia, la
posibilidad de elegir esa carrera ansiada y poder cursarla hasta el final.
Que las enseñanzas están de capa caída es un hecho. Los
recortes en educación son una de las peores causas que atenta directamente
contra la formación y los formadores (y luego los acusados de “delitos”, son
los nacionalistas,… ¡Que ironía!).
Pero a parte de la realidad que estamos viviendo con este
nuevo gobierno que iba ha hacer y parece que aún no ha hecho mucho (lo anteriores
tampoco fueron mejores, todo hay que decirlo), hay una formación que no se
imparte de manera consciente y que es primordial para el desarrollo de la
persona de niño a adulto: ¡Supervivencia!
Nuestros padres, nos guste o no, no nos han enseñado a
sobrevivir sino simplemente a vivir y con una red de seguridad tan inmensamente
grande, que aunque conduzcamos coches, compremos bebidas alcohólicas, podamos
votar legalmente, llegar hasta altas horas de la mañana o empalmar todo un fin
de semana, no sabemos como encarar de cara, un problema directo.
¿Por qué fracasan la mayoría de los matrimonios? En las
mentes de muchas, de demasiadas niñas y jóvenes, sigue existiendo la visión de
“príncipe” de cuento que nos han enseñado. Sus cabecitas, no les permiten
pensar que un hombre, o una mujer, caga, mea, ronca, grita, vaguea, eructa tal
y como su homologo de su otro sexo. ¡Es una realidad! (Déjeme por un momento
que ironice pero no tanto como mucho podrían pensar: hay crisis de parejas que
empiezan, justamente, por un ruido molesto proveniente de donde la espalda
pierde el nombre. ‘¡Exagerada!’ Estarán pensando más de uno. ¡Para nada! Puedo
asegurar que no estoy en todas las casas, pero el echo de disfrutar de un café
conmigo misma más de alguna tarde a solas, me ha llevado a escuchar
conversaciones que francamente me han puesto los pelos de punta: mujeres que no
hablan con su parejas de sexo y ya tienen tres hijos, chicas que están pensando
en casarse después de un loco y apasionado fin de semanas, treintañeras
victimas de maternidad no planificada (esto me cuesta de creerlo pero bueno,…
me lo he encontrado), mujeres que han descubierto a la vejez (con más de
setenta y pico) que no les gusta la compañía de los hombres y muchas más. Es por eso que no funcionan los
matrimonios y sólo por eso: ¡Falta de comunicación! ¡Vergüenza! ¡Miedo! Tenemos
un temor sobrehumano a ser juzgados incluso por nuestras propias parejas. ¿Por
qué? Porque en definitiva, no confiamos en la persona que comparte nuestra vida
con nosotros mismos. ¡Así de simple!).
Las cabezas de ellos, la pareja XX tampoco es que haya
evolucionado mucho. Algunos, por asimilación o por cultura, buscan a su
princesa (alguien dócil, modoso, fervoroso, cauteloso y infinidad de “osos” más).
Pero nadie que cumpla tantos sufijos acabados en esas tres palabras mágicas,
puede encontrarse en los lugares de moda. ¡Es la verdad! Por eso aquella damita
con zapatitos de cristal, acaba sacando la escoba que ellos no veían de bruja
mala, convirtiendo así sus vidas de hombres, en verdaderos infiernos (por
desgracia, lo obvio, no es lo primero en lo que uno piensa cuando Cupido lanza
uno de sus cañonazos mortales).
Pese que la relaciones personales son una asignatura
pendiente para más de uno y más de una, a lo que hoy quiero hacer referencia, y
sé que ahora en estos momentos no es algo que se pueda hacer dada la estructura
actual del país, es vivir sólo, sin pareja. ¿Sabemos sobrevivir al día a día?
Comprar, administrarnos, cocina, barrer, planchar, coser,
poner una lavadora,… ¿Es algo tan fácil como muchos dicen? Pues no señores no.
A todo hay que aprender y no son tareas que se impartan ni en el hogar, a
veces, ni en la escuela.
Todos los padres dejan un espacio a sus hijos para que
aprendan a ser independientes. Pero hay tareas, ya sea por cultura, ya sea por
tradición, ya sea por pasotismo, que no se aprenden y al vivir sólo, son las
primeras dificultades con las que nos topamos para sobrevivir.
¡No es fácil freír un huevo! ¡No es fácil barrer! ¡Ni
siquiera es fácil comprar! Todo necesita su enseñanza y a veces, pedir ayuda no
es nada malo. ¿Nos mirarán raro? ¡Puede! Eso no lo niego. Pero peor es verse el
día cinco o el día diez de cada mes, con la ropa sucia, muerto de hambre, sin
un euro y con sólo doce litros de leche en la nevera y media docena de huevos
por no haber hecho una buena previsión de gastos o inversión de ingresos en
alimentos no perecederos de larga duración.
Es decir, que nuestro aprendizaje, tiene que ser continuo y
siempre, nos guste o no, estará incompleto. ¡Podemos ser maestros! Claro que sí.
Pero con la precaución de que no tenemos la verdad absoluta de nada y que
debemos esperar a que nos pidan ayuda. Si alguien es tan listo como para quemar
la cocina de su casa y no pedir ayuda después de eso, es que, verdaderamente,
aun no ha aprendido que debe aprender, y le digamos lo que le digamos, no nos
va a querer escuchar. Hay que instruir a quien lo solicite, no a quien creamos
que nos necesita. Nuestra visión sobre una cosa u otra, no deja de ser NUESTRA.
Para sobrevivir sólo necesitamos meter la pata y pedir
ayuda. Si erramos y no somos capaces de aprender de nuestros fallos, jamás
conseguiremos prosperar ni como personas ni como seres humanos.
¡Nunca es tarde si la dicha es buena! Y para eso,… nunca es
tarde.
MORALEJA: Nuestro desaparecido recientemente
GABO (Gabriel García Márquez), decía: “La vida no es sino una continua sucesión de
oportunidades para sobrevivir”. No las perdamos todas por no aprender a ser humildes y no
ser capaces de dejar la prepotencia para cuando verdaderamente la necesitemos
guardada, siempre, en un rincón de nuestro coraje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario