TÚ, TU CUERPO
Jamás soñé yacer contigo.
Era algo que mi mente
no podía encajar:
un imposible, una quimera.
Tu mirada no me hablaba,
no me invitaba a nada
que invocara la parte
más oscura de mi ser.
Todo era comedido,
entre tú, entre yo,… entre ambos.
¡Todo era demasiado correcto!
Algo ocultábamos los dos,
y lo sabíamos, mas nunca
nos dijimos nada.
¡Era lo educado!
El día que las formas murieron,
nos contemplamos
frente a frente.
Nos vimos reflejados
en uno en el otro.
Lo mejor de lo peor
habitaba en nosotros
y era tan parecido que asustaba.
¡Fue mortalmente carnal!
La noche que no
esperábamos tener nunca,
llegó tras una espera callada
que cada día, se reflejaba
en nuestro lecho
(la ausencia de ti
me torturaba en oniro
con sueños interminables
de noches lascivas
en las que nunca estabas).
Hubo sudor,
se turbo el cuerpo,
se retorció el instinto
hasta la tenebrosidad
más infinita imaginada.
Lubricaste algo más
que mi mente,
algo más que mis ganas,
algo más que mi deseo.
Llegó el infinito delirio extremo
y me fundí con tu cuerpo plenamente.
El sueño me venció
tras la larga espera.
Al despertar estaba
entre tu cuerpo desnudo.
Si era un sueño
o una quimera
poco importaba ya.
Me sentía fémina.
Me sentía hembra.
Me sentía, por un momento,
parte henchida de ti.
¡No necesitaba nada más!
No nunca, no jamás.
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