martes, 1 de octubre de 2013

UN DÍA HORRIBLE (relato)

 

El despertador no había sonado y llegaba tarde al trabajo. ¡Me encanta la puntualidad! Odio a la gente que llega cinco, diez minutos tarde por norma. Para mí ni me respetan ni demuestran que nuestra cita tiene algún valor ya sea por negocios o por placer. Quizás parezca duro pero,… ¡Yo soy así!

 

Estaba muy enfadado conmigo mismo cuando llegué a mi puesto de trabajo. ¡No podía permitirme llegar ni un minuto tarde! Todo esta planeado al segundo en mi agenda y cualquier pequeño desajuste, me haría ir mal todo el día. Repasaba mentalmente mi agenda cuando Carla de Recursos Humanos salió no sé de donde y me tiró un café encima de la camisa y la corbata. “¡Lo que me faltaba!”  Pensé. Quise gritarla pero,… sólo me salió un OSTIA PUTA que resonó en la oficina casi vacía. ¡Eran las ocho de la mañana!

 

Me fui a mi despacho mientras ella se disculpaba. Solía tener siempre un par de camisas de repuesto, un par de corbatas y un traje gris pero justo aquella semana, lo había llevado todo al tiente pues, aunque no las había utilizado aún, me daba la sensación de que la ropa olía un tanto a cerrado, como a madera o no sé que yo. “¡Vaya día me espera!”  Me dije para mis adentros.

 

Me limpié con un poco de agua y, como la reunión no era hasta la tarde, a las tres y media, podría salir en algún momento de la mañana a comprar una camisa y una corbata nueva.

 

La mañana se alargó entre unas cosas y otras. Cuando quise darme cuenta, ya eran casi la una largas. Las tiendas cerraban a y media así que corrí. Dos tiendas ya habían cerrado pero en la tercera, la chica estaba justo en la puerta a punto de cerrar y bajar la persiana. Le supliqué que me hiciera ese favor, que no podía presentarme de aquella manera, que era una reunión demasiado importante. Ella, accedió pero me dijo que cerraba delante, la reja y todo, y que entraríamos por la puerta de atrás para que a nadie más se le ocurriera asaltarla en medio de la calle (lo dijo con una sonrisa que tuve que corresponder de buen grado).

 

Entramos en un bloque de al lado de la tienda que justo a la entrada tenía la entrada de la tienda por el lateral. Me enseñó un par de camisas, un par de corbatas y pronto elegí una pues no quería llegar tarde de nuevo a la empresa por segunda vez en el día.

 

Sacó una plancha de la trastienda y, cuando ya hube elegido la camisa, quito los plásticos, los cartones interiores y los alfileres y planchó la camisa para que no tuviera ninguna arruga (no se lo pedí pero lo agradecí profundamente). Cuando ya había pagado e iba a irme, no se como sentir el rasgar del pantalón enganchado en algún sitio. Me miré de la cabeza a los pies y no vi nada raro. Ella me dijo que era la bora del pantalón. Mi segundo OSTIA PUTA del día retumbo en aquella tienda de ropa de caballero con más fuerza que el primero de la mañana. Se fue de nuevo a la trastienda y sacó un costurero. No quería abusar de su amabilidad y le dije que mejor compraba un traje nuevo. Ella me respondió que no hacía falta, que la cosería en un momento y que podría irme tal cual. Se arrodilló delante de mí y con la aguja enhebrada, empezó a coserme el bajo del pantalón. Tenía que haber pensado en otra cosa pero desde aquella perspectiva sus pechos estaba tan claramente visible a mis ojos que no puede dejar de mirarlos. Sentir el calor de sus labios tan cerca de mi entrepierna, a la altura de mi sexo, me excitó aún más que sus voluminosos y perfectos pechos. No pude contener la erección y ella se dio cuenta de ello. Miro mi bragueta abultada, me miró a los ojos sonrojada y siguió cosiendo sin decir ni una palabra. Yo quería pedirle perdón pero no me salía. Pasaron cinco minutos muy lentos hasta que ella, cogió las tijeras y cortó el hilo de coser. Yo quería salir de allí corriendo pero mi sexo se había quedado con toda la sangre de mi cuerpo. La chica me miró a los ojos fijamente y mientras bajaba mi bragueta. Sacó mi sexo y, como pidiéndome permiso con la mirada accedí a que me hiciera lo que quisiera. Se lo metió en la boca y empezó a comérmelo. No daba crédito a lo que me estaba pasando. Su lengua acariciaba el frenillo de mi sexo y me volvía loco de gemidos de placer. Se metió mis huevos en la boca y los succiono de forma deliciosamente deliciosa. Sus dedos jugaban con mimo, con mucha suavidad entre la piel que iba de mis huevos hasta mi culo. ¡QUE GOZABA! Creía que me iba a morir de placer. Si volvió a meter mi polla en la boca y la chupaba cada vez con más intensidad. Cuando estaba a punto de llegar, redujo y se apartó de mi sexo para mirarme fijamente (sabía como jugar con mi deseo). Poco a poco fue repitiendo la succión con freno y mi excitación iba cada vez, cada vez más en aumento. No se cuantas veces me contuvo la corrida pero cuando por fin, la chupó y no paro un orgasmo increíble recorrió todo mi cuerpo de la cabeza a los pies. Mi tercer OSTIA PUTA resonó en tres manzanas a la redonda. ¡¡¡QUE MAMADA!!! Ella seguía chupándola, no quería dejar ni gota de mi leche dentro de mí. Los escalofríos de placer seguir repitiéndose en mi cuerpo como pequeñas replicas intensas tras un terremoto incontrolable de goce eterno. Quería recompensarla con algo rapidito y ella me dijo: “Me lo debes pero otro día. Hoy no”. Salí de la tienda relajado y tranquilo. No podía apartar de mi mente lo que había pasado. ¡¡¡HABÍA SIDO LO MEJOR DE AQUEL HORRIBLE DÍA!!! Llegué a la empresa justo a tiempo y eso que había comprado un café con leche para llevar en una cafetería cercana. Me fui a la mesa de Carla y se lo dí. “¡Gracias por mancharme la camisa!”  Le dije. Ella me miraba sin saber lo que decir hasta que consiguió responder un entrecortado Gracias incrédula de lo que acababa de ver.

 

La tarde salió a la perfección tanto la reunión como las composiciones posteriores del día. Cuando salí a las siete, fui a la tienda de ropa y allí estaba ella. Entré y le dejé mi teléfono con una nota que decía: “Elige el lugar, elige el día, elige la hora y llámame”. Sonrió al leerlo y me respondió en un susurro muy sugerente: “Descuida,… así lo haré”. Mi sexo se volvió a poner firme con aquel susurro y espero que no tarde mucho en llamarme para poder devolverle el gran favor que me hizo no sólo arreglando mi día sino proporcionándome justo lo que necesitaba: un momento de OSTIA PUTA memorable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario