Faltan quince minutos para las dos de la tarde. Aparco mi
coche en la calle Velázquez para ir a correos a buscar un paquete en la oficina
de mi zona. Las luces de la calle están encendidas (parece algo raro pues
aunque hay nubes, no hace más iluminación). Las palabras crisis, recortes,
ajuste de cinturón se agolpan en tromba en mi mente una tras otra. Saco el
móvil y empiezo a hacer fotos pues no me lo puedo creer (podría ser un
espejismo, me digo, pero una cámara no miente). ¡Las luces están encendidas!
Camino hasta la esquina y me doy cuenta que también están
encendidas las de la calle de Lorca. Vuelvo a hacer otra fotografía para
cerciorarme que es cierto. ‘¿Desde cuando llevarán encendidas?’ me pregunto.
Nuevas palabras se agolpan de nuevo a mi mente: contaminación lumínica, gasto
innecesario, falta de comida para los más pequeños.
Sigo caminando mirando las fotos del móvil, apilándolas,
volviéndolas a su tamaño normal y no me lo puedo creer. Podrían llevar toda la
noche y se podrían pasar todo el día encendidas. Recuerdo la nueva subida del
recibo de la luz y mi desesperación va en aumento.
Recojo el paquete en la oficina y vuelvo a mi coche. Las de
la calle Lorca se han apagado ya. Miro a un lado y a otro. ¿Alguien ha estado
pendiente de una mujer haciendo fotos a unas farolas con el móvil? ¿Alguien se
ha “chivado”? ¿Pero porqué? Creo que la paranoia se apodera de mí pero es
lógico pensar en lo malo cuando no puedes confiar en nada ni en nadie (eso es
lo que últimamente nos han enseñado en todos los miedos: no confíes ni en tus
padres, ni en tu sombra, ni en ti).
Las de la calle Velázquez siguen encendidas y son las dos y
un minuto de la tarde. Entro en la calle en dirección a mi coche y la
iluminación tiembla hasta que se apaga. Pienso que las casas de esa calle son
preciosas, que la gente es afortunada y sobretodo, que podía haber alguien del
ayuntamiento utilizando la luz de la propia calle con un empalme y que al ver
que alguien fotografiaba las farolas encendidas, las han apagado para no ser
descubierto. Siento que alguien me observa y no parece haber nadie al menos por
la calle. ¡No puedo más! Mi mente me está agotando la energía.
Sólo eran luces me digo pero en el trasfondo podría haber
tanto o no haber francamente nada. ‘¡Eran luces!’ Me repito, pero francamente
es angustia, dolor de ver que no hay salida, que todo parece igual o peor que
cuando todo esto empezó.
Sería bueno dejar de sospechar de todo y de todos. Sería
bueno confiar un poco más en la gente y ver corruptos y corruptores por todos
sitios. Sería bueno ser felices. Sería bueno que hubiéramos aprendido la
lección pero a fin de cuentas, nadie nos ilumina de forma que el aprendizaje
sea certero y preciso. Las luces sólo iluminan las calles, de día o de noche.
La iluminación que nosotros necesitamos no depende precisamente del
Ayuntamiento, pero es la que corre más urgencia para dejar de parecer locos que
caminan por la calles de la ciudad y hacen fotos con el móvil para poder
averiguar que es verdad y que es una gran mentira.
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