SILENCIADA
Me pides que me calle,
que no hable,
que no te diga nada.
Me exiges que silencie
mis pensamientos,
que oculte mi rostro,
que rece a un Dios
en el que no creo,
que te ame y
me someta por ese amor.
¡Duele ser tu esposa!
Vivir encerrada en tu propia
casa no es vida amor.
Ser prisionera de la ropa obligada,
costumbrista de costumbres
que no son mías,
que tú ni siguieras compartes.
Mirada mal duele más
que no ser mirada.
Hay una hija que
nos une a ambos.
¿Quieres hacerla vivir este
infierno también a ella?
¡Duele ser tu esposa!
No ser nada o menos que eso.
Abrirse en un lugar oscuro
sólo por el afán de fecundar
un hijo barón
que siga con tu
nombre una tradición
autoimpuesta,
ser tu esclava,
ser tu sierva,
ser cautiva,…
ser tu puta.
¡Duele ser tu esposa!
¡No me casé para esto!
Te amaba, te amo,
siempre te amaré.
Firmaste mi sentencia
con estas ropajes,
con esta fe nacida de la nada
en el momento preciso,
conveniente para los tuyos.
El amor no esto amor.
¡Duele ser tu esposa!
¡Ya no quiero serlo más!
¡Ya no puedo serlo más!
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