PELEADA CON MI CUERPO
No sé que quieres de mí.
Cada vez que mi mente
trata de lanzarme en brazos
de un nuevo proyecto,
de una nueva idea,
te revelas contra mí.
¡No te trato mal!
Ni un golpe indebido,
ni una saturación no soportable,
ni un esfuerzo mal enfocado.
Todo se hace con tu permiso.
¿Qué quieres? ¿Dímelo?
Te lo pregunto de veras,
aquí y ahora.
¡No puedo soportar
más tanta enfermedad!
No nací para ser carne de hospital,
ni cuerpo de experimentos varios,
ni para arrastrar
un día tras otro,
un nuevo padecimiento,
una nueva dolencia,
una distinta fórmula de torturarme
y dejarme, siempre, fuera de juego.
‘Deberías rebajar
el ritmo’ dices.
¿Qué ritmo sería para ti el adecuado?
¿Levantarme de la cama y poco más?
Lucho cada día para seguir luchando,
me esfuerzo pues aprendí
que es la única forma de ser útil,
de ser valiente, de ser fuerte,
de llegar a algo en
esta estúpida y mísera vida.
‘Deberías rebajar
el ritmo’ repites.
¿Crees que sabes lo que me conviene?
¿Estás seguro de ello? ¡Que bueno!
Tú, que no me has dado tregua,
que arremetes contra mi voluntad,
que martirizas mis sentidos,
que me haces delirar entre fiebres infernales.
Tú si me comprendes,… ¿Verdad?
Me gustaría saber porque me odias
tanto pero se que eso no me lo dirás jamás.
‘Deberías rebajar
el ritmo’ renuevas.
¡Vasta ya! Me oyes. ¡Vasta ya!
Sé muy bien lo que me conviene.
Sé cual es el camino correcto,
el momento exactamente perfecto.
¡Que sabrás tú de la vida!
Tú, que cuando todo se turbia,
te refugias entre narcóticos
en una habitación oscura
sin saber que días es ni que hora,
que te consuelas con Oniro
en vez de disfrutar con Zeus,
con Ares, con las mismísima Afrodita.
Torpe, vulgar, cobarde,…
¡¡¡NO SABES VIVIR!!!
‘Deberías rebajar
el ritmo’ sentencias.
El mareo se apodera de mí,
te tambaleas conmigo,
precipitándonos a ambos al vacío.
¡Volviste a ganar amigo!
No volveré a luchar contra ti.
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