Abrimos el periódico y ahí está: la misma noticia que ayer,
que anteayer y que el día anterior. Por mucho énfasis que le pongamos a la
ganas de arreglar el mundo, de trazar un futuro para los nuestros, de esos
pequeños actos de rebeldía que nos hemos ganado a diario con nuestro trabajo más
que justo pero muy mal pagado, la vida sigue por un rumbo equivocado. Deseamos
tirar la toalla, gritar: ‘¡Ya está bien!’
Tener ese poder mágico o no tanto, que colocara a cada cual en el sitio que
verdaderamente se merece.
Al final, una papelera cualquiera (siempre suelen estar ahí
cuando se las necesita), recibe un puntapié diestro que hace liberar un poco
esa rabia contenida de días, de semanas, de meses, de años.
‘¡Necesito
desconectar!’ Nos
grita nuestra cabeza. Y nuestro cuerpo al final, acaba dándose un día libre sin
saber muy bien como.
El típico efecto mariposa no nos asusta ya. Ojalá se
produjera un acto desarrollado de mi hecho de tomarme un día libre y a unos
kilómetros hicieran lo que yo llevo haciendo durante años: ¡Trabajar! Quizás no
les venga mal. A fin y al cabo, ellos acabarán con pensiones vitalicias y
nosotros a saber si llegaremos a cobrarlas.
Camino y me siento bien. Si por este mismo acto alguien
corriera como evolución de mi acto, que sea en dirección al buen camino. Sí, no
estaría mal. Para variar, no correr de los policías o de las fuerzas del orden,
que poco ordenan si hay que ser francos (intento evadirme pero una imagen
mental muy fuerte, me invade por completo la mente. Hace unos días vi a unos
soldados o salvaguardas, deponer sus escudos, ante la imposibilidad de remeter
con personas que luchaban por sus derechos. Me gustaría decir que fue en
Ucrania o en Croacia pero ahora mismo no lo recuerdo pero ocurrió. ¡No me lo
estoy inventado! Ese acto, si evolucionara como debe, debería ser como el
efecto que produjo un jugador al comerse un plátano hace cuestión de pocas
semanas. Ese acto, simple de por si, se convirtió en un grito contra el
racismo. ¿Y si pasara lo mismo con las armas? ¡Utopía! Si, tonta no soy, ya lo
se. Un plátano es sólo un plátano, delicioso, lleno de potasio. Sin embargo las
armas mueven mucho dinero, muchos de esos sobres que ni somos capaces de
percibir en la inmensidad del caos en el que nos ciernen banqueros y políticos
por igual. ¡TODOS LOS BANCOS! Todos las tienen en sus balances. ¡Todos! En
menor o mayor grado. Entonces es cuando me percato que el aleteo de una
mariposa verdaderamente no provoca un tsunami, que la teoría del caos es una
farsa y que vivimos en un castillo de naipes que pueden ser desplomados al
mover un fajo de billetes hacia un lado o hacia el otro. ¡Así de simple!).
Sigo caminando pues tengo la conciencia tranquila. Intento
demostrar mi propia teoría de que otro mundo es posible, de que debemos seguir
caminando, esperando esa evolución de nuestro andar, ese echo tan simple de
poner un pie frente al otro y seguir adelante, sin presión, sin obediencia, por
decisión propia, a nuestro propio ritmo.
Sí, seguiré caminado. Mi cuerpo es lo que me pide. Seguro
que el crepúsculo llegará tarde o temprano. Normalmente lo hace pese el
progreso corto o largo de las cosas. Sale por el este, se pone por el oeste
aunque no podamos verlo y eso que es el ASTRO REY. No sé. Quizás un día también
el sol decida tomarse un día libre y en medio de la oscuridad las cosas estén
muchos más claras. Hasta que llegue ese día, yo seguiré caminado, cuando el
cuerpo me lo pida. Los demás día cumpliré, como esa gran bola de fuego, hacer
mi recorrido marcado: de casa al trabajo, del trabajo a casa y poco más. Todos
tenemos una ruta marcada, nos guste o no. El hecho de ver la luz en un día como
el de hoy, depende de nosotros mismo, de ese acto desinteresado para hacernos
felices hasta con unas cadenas tan apretadas a nuestros pies como a nuestro
cuello.
MORALEJA: Ovidio, (43 AC-17) poeta latino,
dijo: “La
esperanza hace que agite el naufrago sus brazos en medio de las aguas, aún
cuando no vea tierra por ningún lado”. Pero aunque el
planeta Tierra esté compuesto por dos tercios de agua, los náufragos de mar
adentro. ¿Cómo podemos hacer para ser rescatados? ¿Cómo podemos albergar una
esperanza que frustra justamente el que está “sobre” nosotros? ¿Cómo podemos
anhelar desear tener un mañana si ni siquiera tenemos un hoy digno? No se pero
creo que a veces vive más tranquilo el fallecido, que el que llora su perdida
amargamente. A fin de cuentas, el muerto, ya no tiene el problema que significa
tener que estar vivo.
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