jueves, 8 de mayo de 2014

UN DÍA CUALQUIERA


 

Abrimos el periódico y ahí está: la misma noticia que ayer, que anteayer y que el día anterior. Por mucho énfasis que le pongamos a la ganas de arreglar el mundo, de trazar un futuro para los nuestros, de esos pequeños actos de rebeldía que nos hemos ganado a diario con nuestro trabajo más que justo pero muy mal pagado, la vida sigue por un rumbo equivocado. Deseamos tirar la toalla, gritar: ‘¡Ya está bien!’ Tener ese poder mágico o no tanto, que colocara a cada cual en el sitio que verdaderamente se merece.

 

Al final, una papelera cualquiera (siempre suelen estar ahí cuando se las necesita), recibe un puntapié diestro que hace liberar un poco esa rabia contenida de días, de semanas, de meses, de años.

 

‘¡Necesito desconectar!’ Nos grita nuestra cabeza. Y nuestro cuerpo al final, acaba dándose un día libre sin saber muy bien como.

 

El típico efecto mariposa no nos asusta ya. Ojalá se produjera un acto desarrollado de mi hecho de tomarme un día libre y a unos kilómetros hicieran lo que yo llevo haciendo durante años: ¡Trabajar! Quizás no les venga mal. A fin y al cabo, ellos acabarán con pensiones vitalicias y nosotros a saber si llegaremos a cobrarlas.

 

Camino y me siento bien. Si por este mismo acto alguien corriera como evolución de mi acto, que sea en dirección al buen camino. Sí, no estaría mal. Para variar, no correr de los policías o de las fuerzas del orden, que poco ordenan si hay que ser francos (intento evadirme pero una imagen mental muy fuerte, me invade por completo la mente. Hace unos días vi a unos soldados o salvaguardas, deponer sus escudos, ante la imposibilidad de remeter con personas que luchaban por sus derechos. Me gustaría decir que fue en Ucrania o en Croacia pero ahora mismo no lo recuerdo pero ocurrió. ¡No me lo estoy inventado! Ese acto, si evolucionara como debe, debería ser como el efecto que produjo un jugador al comerse un plátano hace cuestión de pocas semanas. Ese acto, simple de por si, se convirtió en un grito contra el racismo. ¿Y si pasara lo mismo con las armas? ¡Utopía! Si, tonta no soy, ya lo se. Un plátano es sólo un plátano, delicioso, lleno de potasio. Sin embargo las armas mueven mucho dinero, muchos de esos sobres que ni somos capaces de percibir en la inmensidad del caos en el que nos ciernen banqueros y políticos por igual. ¡TODOS LOS BANCOS! Todos las tienen en sus balances. ¡Todos! En menor o mayor grado. Entonces es cuando me percato que el aleteo de una mariposa verdaderamente no provoca un tsunami, que la teoría del caos es una farsa y que vivimos en un castillo de naipes que pueden ser desplomados al mover un fajo de billetes hacia un lado o hacia el otro. ¡Así de simple!).

 

Sigo caminando pues tengo la conciencia tranquila. Intento demostrar mi propia teoría de que otro mundo es posible, de que debemos seguir caminando, esperando esa evolución de nuestro andar, ese echo tan simple de poner un pie frente al otro y seguir adelante, sin presión, sin obediencia, por decisión propia, a nuestro propio ritmo.

 

Sí, seguiré caminado. Mi cuerpo es lo que me pide. Seguro que el crepúsculo llegará tarde o temprano. Normalmente lo hace pese el progreso corto o largo de las cosas. Sale por el este, se pone por el oeste aunque no podamos verlo y eso que es el ASTRO REY. No sé. Quizás un día también el sol decida tomarse un día libre y en medio de la oscuridad las cosas estén muchos más claras. Hasta que llegue ese día, yo seguiré caminado, cuando el cuerpo me lo pida. Los demás día cumpliré, como esa gran bola de fuego, hacer mi recorrido marcado: de casa al trabajo, del trabajo a casa y poco más. Todos tenemos una ruta marcada, nos guste o no. El hecho de ver la luz en un día como el de hoy, depende de nosotros mismo, de ese acto desinteresado para hacernos felices hasta con unas cadenas tan apretadas a nuestros pies como a nuestro cuello.

 

MORALEJA: Ovidio, (43 AC-17) poeta latino, dijo: “La esperanza hace que agite el naufrago sus brazos en medio de las aguas, aún cuando no vea tierra por ningún lado”. Pero aunque el planeta Tierra esté compuesto por dos tercios de agua, los náufragos de mar adentro. ¿Cómo podemos hacer para ser rescatados? ¿Cómo podemos albergar una esperanza que frustra justamente el que está “sobre” nosotros? ¿Cómo podemos anhelar desear tener un mañana si ni siquiera tenemos un hoy digno? No se pero creo que a veces vive más tranquilo el fallecido, que el que llora su perdida amargamente. A fin de cuentas, el muerto, ya no tiene el problema que significa tener que estar vivo.

 

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