SÓLO DOS PERSONAS
LO SABEN
Rozaste mi rodilla,
acariciaste mi brazo.
Todo debía ser
comedido, sutil,…
imperceptible
para el ojo humano.
¡Había tanto
deseo contenido!
Las formas nos llamaron
al orden mientras
con la mirada,
nos quemábamos
hasta dejarnos sin vida,
poseídos sin más
por el apetito
ferviente de devorarnos.
Tu boca rozó mi mejilla,
tan cerca de mis labios,
que estos casi se dejan
vencer por mis ansioso impulsos.
(‘¡Conteneos!
No es
el momento.
No es
el lugar’).
Nos alejamos.
¡Era lo más prudente!
Cuado algo así se desborda,
es imposible de contenerse
por muchas formas exigidas,
por mucha fuerzas llamada
sin más al orden, a la cordura,
por mucha voluntad
que ser perdía, contrarreloj,
por momentos.
¡Tenía hambre de ti!
No existía en el mundo
otro cuerpo que pudiera
saciar al mío sino eras tú.
Me bebí la noche,
el día siguiente
y la noche que la persiguió
hasta embriagarme
del siguiente día después.
Viniste a mí
(no era la única
con apetito
el día aquel).
La mesa se sirvió
ante nosotros
con sábanas de lujuria sedosa,
con plácido perfume a prohibido,
con infinito dulzor impudoroso.
Era un reservado para dos.
¡Nadie podía vernos!
¡Todo quedó colmado ese día!
Sólo dos personas lo saben.
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