Querido Rupert,
Hace tiempo que no hablamos y no es porqué
no quisiera hablar contigo, sino que entre tus tremendas vacaciones por sitios
de ensueño, que yo también me he pegado tres semanitas de relax, que el
ordenador no funcionaba y demás, te he dejado un poco abandonado. Yo se que tu
sabrás perdonarme.
¿Cómo fueron mis vacaciones? Increíbles. La
playa, la noche, los juegos, las confidencias, el amor, el placer,… (¡Bueno ya
me conoces!). Todo fue todo lo que yo esperaba y más.
La vuelta fue dura. El trabajo lo complicó
todo un poco. La responsabilidad que se deposita en algunos hace menguar las
ganas de entregarse al otro cuando el trabajo ha concluido. He hecho mucho
ejercicio porqué por algún sitio debía consumir la tensión acumulada y la
energía. Luego, por la noche, el subconsciente me traicionaba y miles de
rostros, miles de cuerpos me poseían y realizaban conmigo todos los ritos que
en la realidad me habían faltado no por falta de ganas, sino por demasiado peso
en las espaldas del deber. Me levantaba empapada en sudor y con el cuerpo casi
dolorido, pero enteramente satisfecha, relajada, feliz. ¿Cómo fueron esos
sueños? No se por dónde empezar. A veces eran demasiado reales. Yo, viajando en
un tren sin rumbo y dónde alguien se desdibujaba al fondo. Al principio no
sabía si era hombre o mujer, pero el tren seguía su curso y lo único que sabía
es que aquella persona y yo, éramos los únicos pasajeros de aquel vagón. El
tren paró y aquella persona bajó en la parada. Al mismo tiempo y antes de que
se cerraran las puertas del todo, una mano grande y fuerte evitó que se
cerraran las puertas. Era un hombre alto, corpulento, con cara agradable, gesto
afable, que llegaba acalorado y nervioso. Se sentó en el asiento justo delante
del mío. Por un momento pensé en cambiar de asiento pero entonces se despojó de
una camisa que llevaba y dejo entrever una camiseta de tirantes negra muy
ceñida al cuerpo y un olor familiarmente excitante. Intenté disimular mirando
por la ventana y resiguiendo su cuerpo a través de su reflejo en el cristal. Me
di cuenta de que tenía los ojos color miel, la piel morena, castaño oscuro era
su pelo, su olor embriagante,… parecía uno de los dioses salidos del mismo
olimpo. Intenté contener lo que sentía hasta que note como sin descaro me
repasaba una y otra vez. El tren seguía su curso. El nuestro estaba a punto de
empezar. Noté como se mordía ligeramente el labio inferior mientras trataba de
evitar mi mirada. Tenía ganas de poseerle pero me asustaba que subiera alguien
al tren. Me levanté con la intención de coger mi bolso y cambiar de asiento.
Entonces el tren pegó un frenazo y las luces se apagaron. Todo quedó a oscuras.
Me encontraba encima de él, como rescatada de una caída que hubiera sido
aparatosa. Sus manos eran fuertes y me aferraban como si verdaderamente
hubieran temido por mi integridad. Cuando el tren se puso en marcha la luz
volvió a iluminar el vagón. Él no me soltaba. Yo deseaba que no me soltara. Me
lancé a su boca como si me hubiera quedado sin oxigeno y necesitara el que
había en sus pulmones para recobrar un aliento que creí perdido. Él
correspondió mi beso y siguió bajando por mi cuello. Desabrocho mi camisa y
empezó a lamer mis pezones erectos. Yo quería corresponderle y le arranque la
camiseta negra para lamer sus pezones. Sus gemidos me estaban poniendo cada vez
más excitada. Ambos nos dejamos llevar. Mordí su labio inferior como él lo
había hecho antes y el desabrocho mi pantalón con destreza. Sentí su mano
dentro, encima del tanga notando la humedad de mi sexo. El suyo estaba
palpitantemente erecto desde mi caída en sus brazos. Desabroche su pantalón y
empecé a saborear su miembro con ganas. Lo lamía con profundo deseo. Sus
gemidos eran cada vez más fuertes y eso me enloqueció. No se como me encontré semidesnuda
encima de él, con su miembro dentro de mi. Galopaba como una amazona desbocada.
Me venía un orgasmo que se empalmaba con otro, y este con otro, y otro, y
otro,… Le oía gemir cada vez con más ansia,…Se derramó dentro de mí, pero
seguía erecto. Yo quise volver a degustar su miembro, notar cada centímetro de
aquel palpitante órgano deslizarse por mis labios. Lo saboree una y otra
vez,…deslizaba mi lengua por aquel punto clave que sabía que lo volvía loco y
luego, me lo volvía a meter en la boca. El volvió a derramarse y quiso
complacerme con el mismo favor oral. Estuvimos horas dándonos placer mutuo
hasta que… sonó el despertador.
A la mañana siguiente aún notaba sus manos
en mis brazos, en mis caderas, en mi espalda,… Seguía notando mis pezones erectos.
Notaba toda mi entrepierna bañada por la noche agitada. No podía haber sido un
sueño. Luego me di cuenta que en la vida real no es todo tan fácil, ni tan
cómodo, ni tan enigmático. Me duché y me fui a trabajar.
Otras veces soñaba que estaba encadenada de
pie con los ojos vendados, desnuda y que después de notar el roce de dos
cuerpos con el mío, me encontraba en mitad de un juego para tres. Dos hombres,
fuertes, maduros, me hacían participe de pequeños juegos de los sentidos. Yo al
principio estaba aterrada. Primero noté como algo tremendamente helado bajaba
ayudado por una mano por mi espalda hasta el final de esta. Luego un tacto
suave recorrió mis pechos. Luego me hicieron oler algo que no se que era.
Seguía con los ojos tapados pero con ganas de sentir algo más que objetos
recorriendo mi cuerpo. Empezaron los pequeños mordiscos por pezones y espalda
simultáneamente, como si todo estuviera preparado estratégicamente. Yo empecé a
gemir. Me encantaba aquella situación. Luego dos bocas turnándose por
besar la mía, por notar un duelo a tres de lenguas. Pero lo mejor fue cuando
noté como me penetraban a la vez,… no me importaba ya estar atada, no ver nada,
el placer que sentía en mis adentros era tanto que no podía dejar de irme una
vez, y otra, y otra,…Los gemidos, el sudor, el placer,… infinitos.
Otras pocas veces soñaba con una playa
desierta, una pequeña calita al anochecer. No había nadie excepto yo que me
había despojado de mis ropas en la orilla. Sentía la brisa del mar, las olas,…
la libertad de la desnudez hasta que un chico un poco más joven que yo, sin
verme, se despojó de sus ropas y se adentró en un mar que me pertenecía. Yo
intenté ocultarme un poco y esperaba que se fuera… ¿Quién se creía el para
invadir me espacio y mis ganas de libertad? Pero desde la lejanía empecé a ver
como hacía el burro. Me resulto muy gracioso verle hacer el loco. Se me escapó
la risa y fue entonces cuando me descubrió. Al principio supongo que el pensó
lo mismo que yo: que había invadido su libertad. Pero luego se acercó sonriente
y se presentó como el dueño de la calita. Le dije que me pertenecía por
antigüedad y sin darnos cuenta, empezamos a jugar sin importar la desnudez.
Primero fueron juegos inocentes de playa: pequeñas peleas de agua, quien
buceaba más,… pero luego con cada nuevo roce de nuestros cuerpos empezó a
saltar la chispa. Hubo un momento que me agarró por detrás aforrándome a él
para hundirme en el agua pero para el ya había dejado de ser un juego y cuando
estaba detrás empezó a lamerme el cuello. Yo sólo se que me dejé llevar y al
poco era yo la que necesitaba sentir su boca más y más en mi cuerpo. Nos
besamos y me penetró con mucha dulzura (se que parece que eso no pueda existir
pero yo lo noté así). Estuvimos toda la noche en agua jugando con nuestros
cuerpos, descubriéndonos mutuamente nuevos rincones de placer hasta aquel
momento desconocidos para ambos. La noche era cada vez más larga y nosotros
gemíamos sin importarnos que los seres del mar se estremecieran ante tanto
placer. Antes de que el día se diera a conocer, nos dábamos un beso dulce,
tierno,… y desaparecíamos sin saber nada el uno del otro.
Estos sueños con pequeñas variantes se
hicieron presa de mi mente durante todo el mes de agosto. Hubo un momento que
le comenté a una amiga que si no era yo una ninfómana por tener esos sueños. Me
contestó que no, que era esa energía que necesitaba liberarse de mi cuerpo era
la que daba rienda suelta a mi placer por las noches.
Ya ves Rupert, yo con mis historias de
siempre. Algún día tengo que contarte un día que no me porté muy bien, pero
tampoco muy mal porqué era mas joven. Ahora me voy a la cama que a lo tonto, ya
me han dado las tres de la mañana.
Hasta pronto amigo,
ARACNE
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