CUIDADO NO TE EXPLOTE
EL EGO UNA MAÑANA
Te sorprende
que escriba como escribo,
pero no te sonroja mi prosa
sino verme rodeada de nombres
varoniles que me cercan,
me aferran a ellos,
con tanta fuerza,
que hasta su vigor huracanado
te salpica por entero
entre mis vocablos.
Te alarma saberme poseída,
devorada por entero de norte a sur,
con el rímel corrido en la cara
tras la batalla extasiada de sudor
lubrico llamado infame por tu mente.
Te reprimes y crees castigarme.
No se quien recibe mejor
el castigo con mi lírica,
si el profesor aleccionado
o la alumna soberbiamente
avanzada y no sólo en el verbo mal
conjugado sino en un presente de indicativo
en el que no estas quizás por orgullo herido.
Una vez más la respuesta es obvia:
yo satisfecha y a gritos callada y tú,…
modoso y a susurros contenidos.
¡Vive feliz en tu moderación adoptada!
Cuidado no te explote el ego una mañana.
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