Amigo, cómplice,
amante,
Hace sólo unas
horas que me ha alejado de ti y ya deseo volver a verte.
Cuando nos vimos la primera vez jamás hubiera imaginado que acabáramos así, devorándonos como dos fieras salvajes. Me encantaba hablar, me gustaba reírme contigo, estar contigo. Cuando llegó mi despido fue duro dejarte atrás y despedirme de ti. Cuando me abrazaste me aguanté las lágrimas pues pensaba que jamás volvería a verte.
Poco tiempo
después los mensajes, los e-mails, las llamadas fueron constantes. Primero cada
mes. Luego cada dos semanas. Después cada semana. Hasta que necesitábamos
escucharnos a diario. Era como una droga el poder hablar contigo y poco a poco
tanto tú como yo necesitábamos una dosis mas grande, mas fuerte, que nos
hiciera estremecer de la cabeza a los pies.
Decidimos comer
juntos, una comida normal entre dos amigos. Poder verte de nuevo fue un subidón
inmenso de adrenalina, la dosis que necesitaba tu cuerpo y el mío después de un
año sin vernos. Pero todo quedó ahí y un par de besos comedidos y un simple
abrazo de despedida. Necesitábamos más y cada día había más y más mensajes.
Surgió la opción
de cenar juntos y los dos sabíamos que el paso, un pequeño paso, estaba en un
gesto concreto que uno hiciera y que el otro no rechazara.
El lugar elegido
por ti fue muy acertado: solos tú y yo, el vino, la noche, las ganas. Me
rozaste la mano y sentí una descarga por todo mi cuerpo de alto voltaje. ¡Era
algo más que amistad lo que yo sentía por ti! En un momento preciso acercaste
tu boca a la mía y lo supe,… tu también me veías como algo más que una amiga.
Apenas pude
saborear el contacto primero, se roce discreto de labio contra labio (me
pillaste completamente fuera de juego). Pero más tarde cuando tu lengua atravesó
mi boca me deslicé por tus labios como unas serpiente deseosa de ser mordida
por su propio yo. Tu boca, tu cuerpo, tus manos, tu forma de tocarme me
extasiaron por completo. Llegué a temer un instante que todo aquello fuera un
sueño. Me susurrarte al oído “No lo es” como si hubieras podido
leerme la mente. Tus manos despojaron a mi cuerpo de la ropa mientras dejabas
que yo me perdiera en los pliegues de tu camisa. Saborear tu pecho, tus erectos
pezones y sentir tu estremecimiento cuando el deseo te traspasaba, me volvió
loca de placer. Tu boca busco mis pechos y los devoraste como un animal salvaje
que retiene su propio instinto. Mis dedos buscaban desbrochar tu pantalón y mis
manos se deslizaron en busca de tu grandioso sexo candente. Me arrodillé ante ti
y mi lengua se resbalo por tu pene arrancándote de forma indecorosa gemidos de
increíble placer. Te arrodillaste ante mí y me besaste. Me tumbaste en el suelo
y me atravesaste con tus ganas por entero. Creí morir de placer. Tus
movimientos pélvicos me volvían loca. Deseaba que te movieras más y más deprisa
pero dejaba que tú llevaras el ritmo (deseaba saborearte por entero y
lentamente pese a que mis ganas me podían). Me llegaron uno, dos, tres orgasmos
casi seguidos mientras tu seguías follándome poco a poco, controlando en cada
momento las ganas de quemarnos por entero (era complicado controlarnos pues
ambos nos teníamos muchas ganas). Te derramaste dentro de mí y tu calor me hizo
llegar al orgasmo más intenso de toda mi vida. Nos tumbamos el uno al lado del
otro y nuestros dedos seguían acariciándonos los unos a los otros completamente
desnudos.
El deseo no
había desaparecido y había muchas ganas de más. Sentir la droga correr por
nuestras venas, el sudor deslizarse por nuestros cuerpos unidos, los gemidos
entremezclándose los míos con los tuyos, nos hizo sentirnos más vivos que
nunca.
No era nada malo
traspasar la línea de la amistad. Los e-mails no cesaron ni tampoco los SMS que
fueron más distanciados en el tiempo. Lo que no se distanció nada fueron
nuestros encuentros que fueron subiendo poco a poco el calor entre ambos. Cada
dos semanas sin estar previstos previamente, nos encontrábamos de forma casual
y disfrutábamos de una buena dosis de vitalidad, pasión y deseo recorriendo
cada poro de nuestra piel.
Esta noche nos
volveremos a ver, lo siento, y mi piel y todo mi cuerpo se estremece pensando
en ti.
Hasta pronto,
hasta muy pronto (ya siento tu fuego en mi boca),
CASIOPEA
No hay comentarios:
Publicar un comentario