Querido Rupert,
He dormido la siesta hoy y que sueño,… de
aquellos que te despiertas empapada en sudor de deseo puro.
Estaba de viaje de negocios. Después de un
largo día de reuniones, de ir de acá para allá, decidí tomarme una cena ligera
en el restaurante del hotel. No tenía ganas de salir. Una mesa para una y una
sopa de verduras para calentar el cuerpo, chipirones a la plancha de segundo y
de postre un zumo de naranja natural. Cuando llegué al postre pedí una infusión
de menta para irme a la cama y vi que un hombre estaba mirándome desde la otra
punta del comedor. También cenaba solo y también estaba con el café. Me empecé
a poner nerviosa y quise acabarme la infusión cuanto antes y me quemé la
lengua. Me giré para que no viera mi cara de boba por quemarme y cuando me dí
la vuelta estaba delante de mi, con un baso con dos cubitos en la mano.
- El hielo es lo
mejor para la quemadura. – me dijo.
- ¡No ha sido
nada! Pero gracias.
- ¿Puedo
sentarme? – me preguntó con mucho respeto esperando una negativa.
- Claro,… ya que
has venido a socorrerme al menos déjame que te invite a un café. – le dije con
una sonrisa en los labios.
Pidió un café solo mientras yo me acababa la
infusión más tranquilamente. Estuvimos hablando durante mucho rato. Que si los
negocios, que si los viajes, que si esto, que si aquello,… fue una charla muy amena.
Era un hombre muy agradable, con suprema inteligencia y tenía muchas ganas de
seguir hablando con él,… pero era tarde y nos habíamos quedado solos en el
restaurante. Él tampoco quería dejar que yo me fuera y me ofreció tomar una
copa. Le dije que no bebía y que sería mejor que me fuera a dormir,… que tenía
una mañana muy ajetreada al día siguiente. Nos fuimos juntos para el ascensor y
seguimos hablando. El estaba en la tercera planta y yo en la quinta. Cuando
llegamos a la tercera seguimos sin querer dejar la conversación. Quería que
fuera con él a su habitación para tomar una copa,… o un refresco. Le dije que
no, que eso le podía dar pie a pensar que podría haber algo que no sería
debido.
- ¿Pues porque
no tomamos la última en tu habitación? – Dijo él con modo de broma.
- Nada,… ¿Tantas
ganas tienes de tomarte algo? – le solté yo en modo de sorna.
- No es por
tomar algo,… sino por seguir hablando contigo.
- Vamos entonces
a tu habitación,… así pagará tu empresa lo que haya en el minibar.
Fuimos a su habitación que era una suite con
comedor, un gran baño y una gran cama. Seguimos hablando mientras él se tomaba
una copa de wisky del minibar y un refresco yo. Puso el hilo musical y me quiso
sacar a bailar. Me sentía muy bien, con ganas de que no acabara la canción que
era un merengue sabrosón. Pero luego empezó a sonar una hermosa balada y sus
ojos, sus labios, todo él me embriago. Le deseaba y mientras me acercaba a su
cuerpo noté que su excitación. Me besó el cuello suavemente una y otra vez.
Todo mi cuerpo se estremecía entre sus brazos. Me besó en los labios
apasionadamente mientras sentía como su excitación crecía en la parte de la
cremallera de su pantalón. Mientras sentía sus labios ardientes, su legua
adentrándose apasionadamente en mi boca para jugar con la mía, sus manos
acariciándome mi espalda, empecé a desabrocharle la camisa. Empecé a
acariciarle el pecho y el me empezó a quitar la blusa. Me empezó a tocar los
pechos que ya tenía los pezones erectos y me quitó el sujetador. Mi falda de
tubo y su pantalón cayeron al suelo mientras el resto nuestras ropas le
seguían. Me besaba mientras nos íbamos a la habitación. Mi cuerpo ardía de
deseo y cuando caímos en la cama, desee ponerme encima, sentir su sexo muy
adentro mientras le cabalgaba con todas mis fuerzas. Llegar al orgasmo con cada
movimiento de caderas fue algo salvaje. Mi excitación iba en aumento mientras
el se incorporaba ligeramente y empezó a lamerme los pezones. Me puse a cuatro
patas encima de la cama y le pedí que me penetrara analmente. Su miembro estaba
erecto, palpitantemente caliente y se adentro en mi trasero deseoso de saciar
sus instintos animales. Me embestía y sus gemidos me ponían cada vez más y más
y más cachonda. Se derramó dentro de mi pero su miembro seguía erecto, con
ganas de seguir con la batalla de cuerpo a cuerpo. Yo me había derramado como
una loca encima de él y decidí probar a que sabía su miembro erecto. Era un
manantial de ambrosía deseoso de más y cada vez que mi lengua se deslizaba por
su pene sentía suspiros ansiosos de más. Mi boca empezó a moverse
acompasadamente, lamiendo su capullo, su largo pene, sus huevos,… Él no paraba
de estremecerse hasta que se corrió de placer en mi boca.
Estuvimos un rato tumbados sin dejar de
tocarnos, sin dejar de excitarnos, sin dejar de besarnos apasionadamente. Quise
levantarme pero me lo impidió. Me pidió que pasara la noche con él y, que si
quería repetir, podíamos volver a probarlo por la mañana o en media hora,… Me
quedé tumbada a su lado, sintiendo sus labios en los míos y sintiendo como se
tumbaba encima de mi con su virilidad de nuevo en aumento.
Me penetró y estaba tan excitada que me
corrí con los primeros empujones de pelvis. Me desperté con todo mi sexo muy
húmedo.
Un abrazo mi dulce amigo y disculpa mi
ausencia durante largo tiempo,… vuelvo desde dónde estaba con algo muy bien
aprendido.
Tú amiga,
ARACNE
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