CRÓNICA
DE TRES DÍAS DE DESCANSO
17/08/2013
(2/3):
La noche pasó y caíste rendida en una cama más
pequeña de lo normal, hinchada con un inflador, que ahora ya le queda sólo un
soplido de aire, de la que cuesta levantarse un mundo y medio.
Pese a que estamos en familia, te semivistes para salir a desayunar y te
sientas en la mesa de la terraza donde mermelada de fresa, mantequilla, crema
de cacao, café calentito con leche, aceite, ajo, tomate, tres clases de
tostadas de tres panes distintos, pizza de la noche anterior (si, porque tu
esplendida tercera hermana (lo de tercera por nacimiento claro está que de
momento, pese a ser todo mujeres, no hemos montado un concurso entre nosotras
mimas ni mucho menos) que quería que no faltara comida, cuando hizo las cuentas
para comprarlas, contó que si éramos diez para come contando a mi sobrino que
no comería pizza, hacían falta ocho para cenar (su lógica es mas vale que sobre
que no que falte). Eso si, cuando ves la mesa tan repleta de tanto manjar a
elegir dices: “¡Ala! ¡Que bueno!” Pero claro, cuando te las ponen para desayunar
te hace gracia. Lo malo es cuando también aparece para comer recalentada que
ahí ya te escamas un poco diciéndote a ti misma: “Joer, esto de llegar los últimos al apartamento no es bueno. Claro, como
ya se han gastado toda la pasta durante los diez primeros días ya no les queda
mas que para el peaje de vuelta”. Pero en fin, tal y como está el panorama,
no se puede tirar nada. Eso si, cuando te la vuelven a poner la pizza para
cenar la noche siguientes te ACUERDAS DE TU MADRE y en especial de tu hermana y
de toda tu familia entera porque VAYA PUTADA tener que comer cuatro veces
seguidas, no pizza, sino la misma recalentada que cuando llega la noche eso no
es masa cocida sino piedra), batido de chocolate, magdalenas rellenas y
croissant de chocolate te esperan, al igual que tu familia, para desayunar.
¡Que bonito es desayunar en la terraza! El sol aún no calienta y la brisa
mañanera de las once y media del día es la mejor hora para hacerlo.
Después, un poco mas tranquilos, se produce el
efecto laxante (unos a causa del café y otros a causa del batido). Lo difícil
es que sois diez en un apartamento con dos habitaciones, cocina mediana, amplia
terraza, comedor grandecito pero sólo con un cuarto de baño. Ahí se produce en
efecto TONTO EL ÚLTIMO que consiste en no quedarte para el final, no por el
consecuente olor acumulativo de un espacio cerrado, sino porque el efecto AHÍ
QUE VOY producido por un desayuno y cena inusual, no se puede contener con el
clásico apretar nalga contra nalga. En fin, que deseas que llegue tu turno
entre sudores fríos provocados por la contención cular.
Por fin salís todos aliviados en mayor o menor
medida, en dirección a la piscina con toallas, cremas, pareos, agua y demás (se
vuelve a producir el mojadero normal
de nuca, muñecas y tobillos tal y como está mandado). Esta vez, después del
fracaso del planchazo contra el agua barriguero
del día anterior, te lanzas en bomba que es mucho peor ya que no te acuerdas de
saltar mas arriba y no te da tiempo de cogerte las piernas por medio de la pantorrilla
y acabas lanzando mas agua fuera que sientes como si hubieras vaciado las
piscina con la problemática de cómo te has tirado mal, las rodillas dan en el
fondo de la piscina y el dolor del barrigazo
del día anterior no es nada comparado con el de hoy.
Después de aparentar que todo ha ido bien en el
salto tras sacar la cabeza del agua, me pongo a observar la variedad de
personas que hay en un lugar de veraneo normal: la mujer que se pone gorra y
gafas de sol para meterse en la piscina y que aún no sabemos muy bien porque.
En principio imaginamos que es para no mojarse el pelo pero si así fuera, lo
llevaría recogido en un moño y no en una coleta que se moja mientras nada.
Alguien especula que es por culpa del sol pero si es por eso, el bikini debería
taparle escasamente algo más que los pezones y los agujeros del cuerpo que no
sean la buconasalesauditivos. Luego
está el típico abuelete que va con
los nietos pero que no juega con ellos ni para atrás y se dedica a intentar de
sacar el máximo de fotos de mujeres en top less mientras aparenta que
fotografía a su prole.
Allí, sobre las toallas en la zona de mas sol,
hay un par de parejas que no sabes quien está con quien de lo cariñosos que se
presentan los cuatro entre si, entre ellas, entre ellos.
Más allá aparecen dos dioses de los cuerpos
perfectos y deseables. Nada musculados
en exceso pero si en su justa medida, con los ojos verdes y color miel, como si
de vampiros de Crepúsculo se trataran. Hipnotizan al pasar y deseas que tengan
a bien pasar por tu lado aunque sea sólo de paso. Luego, cuando ya has pensado
que serán los próximos protagonistas de tus sueños mas ardorosos de aquella
noche, descubres así como quien no quiere la cosa, que las chicas como tu no le
van (bueno, en definitiva ni como tu ni como ninguna chica ni mujer del planeta
ya que no son de la cera de enfrente sino de tres calles mas para abajo).
En la piscina pequeña mamas y papas que hacen de
padres una vez a la semana con sus hijos de corta edad que no paran de llorar
porque sienten que están con un extraño.
En otro sector niñitas con cuerpos perfectos pero
menores de edad que están de vuelta de todo y que intentan ligarse a los
extranjeros mas sexys de la piscina (descontando al sector gay claro está).
Después de una jornada mañanera de sol un tanto
corta, nos vamos a comer algo y al final, la tormenta perfecta se monta y
acabas teniendo que dormir la siesta (sobretodo si te dan verdadero pavor los
rayos y los truenos).
Por la noche de vuelta a la orilla a pasear junto
a pescadores, a despedirte del inmenso y profundo mar mientras tu madre te dice
que no te adentres tanto en las aguas que se le acaba de acordar de la película
del Tsunami y le parece que no ve muy bien el horizonte (como cuando la escena
mas conmovedora y desgarradora de el mismo film). A ti te da por acordarte de
Tiburón y te da por hacer una pequeña observación o de lo poco fuertes que
somos los humanos o de los influenciables que somos cinematográficamente
hablando.
Te retiras a dormir, a descansar, a saborear las
horas escasas que te quedan de paz, de sosiego, de algo parecido a la libertad.
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