Querido Rupert,
Últimamente he tenido muchos sueños eróticos
con alguien que no conozco. No te he contado ninguno porqué me parecía que te
estaba agobiando un poco con mis paranoias de mujer incompleta que desea pero
no puede liberarse. Pero últimamente han sido algo verdaderamente salvajes.
Ya sabes que cada día voy a caminar para
aliviar un poco tensiones, pues mientras caminaba hoy me he imaginado con ese
hombre. Primero jugando como inocentes colegiales entre las flores salvajes. Luego,
en un momento de nuestros juegos hemos empezado a revolcarnos entre las flores
jugando... Nuestras cabezas se chocaron sin querer, y al mirarnos a los ojos
dejamos de existir en este mundo para trasportarnos a otro paralelo al resto
dónde dar rienda suelta a nuestro deseo, por que lo que el vio en mis ojos y yo
en los suyo era puro fuego, dos almas queriéndose fundir en el fuego eterno del
pecado.
Me puse a horcajadas encima de él y le sujete
las manos con una de las mías. Nuestros labios, nuestras bocas eran un
manantial insaciable de besos ardientes, llenos de pura pasión jamás sentida.
Nadie podía vernos y me despojé de la blusa con la que le tapé los ojos. No
quería que viese solo que sintiera como poco a poco se perdía entre mi piel y yo
en la suya. Desabroche su camisa mientras notaba que al no ver su miembro iba
cogiendo mas fuerza, mas dureza,... y lo mejor es que todavía no habíamos
llegado ni a la mitad del trayecto... ¿Cómo estaría aquel miembro después de
mis caricias? No podía llegar a pensarlo, sólo quería dejarme llevar por aquel
hombre que sin saberlo me había hecho llegar al orgasmo supremo en sueños
tantas veces. Su pecho era cálido y se estremecía al sentir mi lengua, mis
labios saborear cada pedacito de su anatomía. Le desabroché su cinturón y quise
que aquella bestia enjaulada me poseyera como nunca. Pero antes de dejarle
suelto cubrir su miembro de innumerables besos, lametones, caricias hasta que
al sentir el contacto de mi boca casi se derrama de placer...Pero yo quería sentirlo
dentro. Desabroché mi pantalón y me puse encima de él notando su comunal
muscular como latía dentro de mi. Quité mi blusa de su cara, solté sus manos y
nos deslizamos por la pendiente de ese deseo que durante tiempo habíamos
retenido ambos. No había frío, ni miradas, sólo sudor, gemidos interminables de
placer, gritos, algo salvaje sin dejar de ser tan delicado como las flores que
rodeaban nuestros cuerpos y que eran cómplices de aquel abismo infinito de
deseo. Lo sentía debajo de mi,...poco después encima,...luego de lado,...nada
parecía saciar a aquel animal en celo que había encontrado a un animal más
salvaje que él. Disfrutamos hasta quedar agotados en medio del campo, en mitad
del bosque, muertos de sed pero llenos de algo que jamás habíamos disfrutado.
Pero al llegar a la oficina, sólo los restos
de aquel sueño mientras paseaban quedaban en mi cuerpo empapado en sudor y
lleno de escalofríos. En mi sexo una fuente que parecía no tener fin (y eso que
sólo había sido un sueño).
No quiero ni pensar lo que pasaría si esta
persona y yo nos encontráramos alguna vez a solas en mi silvestre y cariñoso
bosque.
Un abrazo amigo,
ALIBI
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