EL PACTO SILENCIOSO
DE LA COBARDÍA
Ahí estábamos los dos,
uno frente al otro.
Siempre supimos quien
era el ganador de ambos
(hace falta mucho coraje
para luchar contra
un gran adversario).
Duelo al amanecer:
la lluvia como padrinos,
las manos por espadas,
las piernas como escudos
y el deseo,… parado
muy adentro nuestro.
Tu primera embestida fue cobarde.
Cortarla de cuajo fue fácil para mí.
Mi estocada fue hiriente
(no estabas preparado
para frenarla o esquivarla
y te tocó de lleno).
Manaba sangre de tu costado.
La tapaste con destreza
y desenfundaste de nuevo
tu rabia contra mi persona.
Primero los insultos acostumbrados.
Luego los reproches repetitivos.
Al final la preparada bofetada
vejatoria acarició una vez mas mi rostro.
Sangraba mi labio mas no lo tape
(hacia tiempo que ya no tapaba
mis moratones causados
en nuestra desigual lucha).
Te miré fijamente y bajaste la cara.
Humillaste como el toro
al que quieres finar
tras una gran faena.
Pero, herido y todo,
sin fuerzas pero con mucho orgullo,
me asestaste una cornada mortal
en medio del corazón.
Un latido y todo acabó.
Al final ganaste pero yo no perdí.
¡Soy libre al fin!
A este lado,
cobarde con esperanzas finales,
logré escapar de tus porrazos.
¿Eres ya feliz ahora sin mí?
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