Querido Rupert,
El deseo que aparece en sueños me despierta
sobresaltada sin saber si fue real o no.
Esta noche era la ayudante del responsable de
un departamento. Teníamos que ir a una reunión juntos y justo en la puerta me
di cuenta de que llevaba una camisa blanca escotada y que me había puesto, por
error, un sujetador negro. Mi compañero que siempre estaba preparado para todo
me dio una corbata que llevaba de sobra y me dijo,… “¡Póntela! Nadie se dará cuenta de nada”. Era una corbata negra
preciosa con unos pequeños ribetes en rojo sangre. Me la anudé al cuello y me
quedaba genial. El vio que su nudo de la corbata no había quedado tan bien como
el mío y me pidió que le anudara la suya. No me había fijado pero llevaba un
traje gris oscuro con una preciosa camisa lila clara y una corbata con tonos
lilosos que le favorecía mucho. “¡¡¡Estas
impresionante!!!” Se me escapó a traición. Teníamos que entrar en la
reunión y me acordé que no me había retocado el maquillaje. Le pedí que
hiciéramos el espejo. “¿Qué es eso?”
Me preguntó un poco extrañado. “Cuando
las mujeres no tenemos espejo, raramente, nos miramos una frente a otra y nos
ayudamos para retocarnos el maquillaje. Solo tienes que mirar que cuando me de
con el gloss en los labios no me salga mucho. ¡Sólo eso!”. Saqué el brillo
de labios del bolsillo de mi pantalón negro y lo deslice por mis labios
mientras él me miraba fijamente. Al principio pensé que nos jugábamos mucho en
aquella reunión y por eso no dejaba de clavarme la mirada pero cuando acabé de utilizar
el pintalabios vi que se mordía el labio inferior. “¿Todo bien?” Le pregunté,… “Te
has salido un poco”. Su mano acarició suavemente mi labio y borró con su
caliente mano lo que estaba mal.
Entramos en la reunión y fue amena su
presentación… era un gran compañero y habíamos preparado cualquier pregunta que
pudieran hacerle a la perfección. Delante de aquellos cinco hombres mostró su
elocuencia, desenvoltura en la materia y me tenía a mí de soporte. Pero algo
ocurrió de golpe,… por la ventana de la sala entró la luz y nos iluminó dejando
al descubierto la transparencia de mi blusa y dibujando todo lo que habíamos
intentado ocultar con la corbata. Ahora, pese que el hablaba, todos me miraban
a mi y yo,… notaba como la sangre aparecía a traición en mis mejillas. Estaba
completamente avergonzada. Sentía aquellos ojos lascivos mirándome, pensando a
saber que,… empecé a asustarme un poco. Noté que mi compañero subía el tono de
voz,… incluso tenía pinceladas de agresividad y de furia. Intentó dar por concluida
la reunión y me sacó a empujones de la sala mientras se despedía.
Fuimos a su despacho y el tenía cara de
enfado pese a que la presentación del proyecto había sido un gran éxito. Cerró
la puerta con furia y me asusté un poco.
“¡Lo
siento!”
susurré para intentar calmarle con mi perdón. “Tranquila,… tu no tienes la culpa” dijo mientras se desanudaba la
corbata. Yo hice lo mismo con la que me había prestado y al entregársela me
cogió la mano. “¿Podemos hacer de nuevo
el espejo?” dijo con un tono enigmático y provocador. “Si claro,… ¿Llevo algo mal puesto?” le pregunté. “Pase lo que pase,… no te muevas y confía en
mi”. Cerró la puerta de su despacho y lo tuve frente a frente mas cerca que
antes. Empezó a desabrocharme la blusa lentamente sin dejar de mirarme a los
ojos. Me rozó mi sostén y tocó mis pechos que empezaron a ponerse erectos con
el tacto de sus manos. Se quitó la chaqueta, se desabrocho la blusa,… deseaba
poder perderme entre aquel torso desnudo pero no me movía tal y como me había
pedido. Se quitó la camisa y luego me quitó la mía. Se abrazó a mí y yo no pude
contener devolverle el abrazo,… Me cogió la cara entre sus manos y me beso
apasionadamente. Yo le devolví el beso. Me empotró contra la mesa de su
despacho y creí morir de placer al sentir su miembro erecto rozándome aún con
el pantalón puesto. Se despojó de su pantalón. Me quitó el mío descontrolado.
La ropa interior cayó al suelo al poco tiempo y nos dejamos llevar por el
deseo. Me penetraba con tal furia que cada embestida era como un pequeño
orgasmo para mí. Sentía su fuerza, su pasión,… su gemidos. Todo su cuerpo por
entero me hizo enloquecer de placer. Me derramaba una y otra vez mientras él
seguía embistiéndome cada vez con más fuerza. Se detuvo y me dio la vuelta.
Note como su miembro crecía dentro de mi trasero hasta penetrarlo dándome un
placer extremo. No podía dejar de gemir mientras su pene me enteraba y sus
manos jugaban con mis pechos. Estábamos gimiendo como bestias salvajes y nos
derramamos el uno en el otro a la vez.
“¡Te deseo mucho!” me dijo entre una
mezcla de susurro y gemido cuando aún estaba dentro de mi. “Esto no se ha acabado aún” le respondí. Lo llevé a su silla y cogí
las dos corbatas. Le anudé sus manos con la negra en plan prisionero y le puse
la otra como venda en los ojos. Eso le volvió a excitar. No veía nada,… pero
todos sus otros sentidos se agudizaron. Notó como le acariciaba todo el cuerpo
con mis manos. Luego mi lengua se deslizó por todo su cuerpo mientras mis
labios y mis dientes le proporcionaban placer con pequeños besos y mordiscos.
Llegué a su miembro erecto de nuevo y empecé a lamerlo,… desde el glande hasta
los testículos deslice mi lengua repetidas veces provocando su excitación y sus
gemidos. Me introduje su miembro en la boca y empecé a deslizarme lubricándolo
con mi boca, devorándolo, haciéndolo mío con cada movimiento de lengua, boca y
labios. Sus gemidos parecían gritos extremos de placer cuando su ambrosía se
derramo en mi boca. Después de llegar de nuevo al orgasmo se desató no se como y
me ató a mi con fuerza las manos y me vendó los ojos. Me tiró sobre la moqueta
y sentí como sus dedos se adentraban en mi sexo. Entraban con una fuerza
sublime y yo sólo podía dejarme llevar, derramarme orgasmo, tras orgasmo, tras
orgasmo, tras orgasmo,… hasta que de nuevo sentí su miembro penetrarme y darme
un placer extenuante que me hizo gritar como una loca al llegar a un orgasmo
bestial que compartimos a la vez. Me desató y me tomó en sus brazos jadeando
aun de cansancio, de deseo, de pasión. Yo estaba casi agotada y él,… me besó de
nuevo y me acurrucó en su pecho. “¡Te deseo tanto!” me dijo. “Si
quieres,… volvemos a empezar”. Me besó apasionadamente y me desperté.
Había mojado la cama de lo excitada que me
había puesto el sueño. Me levanté con el cuerpo estremecido aún por el placer,…
¿Seguro que fue sólo un sueño? Mi cuerpo no era el mismo y yo,… necesitaba
darme una ducha para serenarme.
Los calores del verano seguro que me hacen
delirar mas de la cuenta.
Un abrazo enorme amigo,
ARACNE
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