No
hace el calor apabullante de esta ola que nos ha llegado así, de repente, para
que los ánimos y las ganas de todo y de nada no sean muchas. La crisis sigue
ocupando las portadas de muchos periódicos y medios de información de Internet.
Los recortes siguen al pie del cañón apretándonos un cinturón que ni se ve ya.
Los casos de abusos de poder con casos de violencia de genero siguen ahí, en la
pagina siguiente al todo el resto. Y suma y sigue.
Pero
nos olvidamos que a nivel mucho más cercano, como si lo otro no lo fuera pero
si lo es, hay problemas que cobran una importancia mas relevante sobretodo
cuando a nivel de salud hablamos y las personas a las que afectan, son tan
cercanas que nos trastoca todo nuestro mundo de prioridades absurdas.
Cuesta
creer que con todos los avances que hace la ciencia (a la que también le han
hecho muchos recortes porque el aprender, el conseguir algo verdaderamente
relevante, parece no estar de moda) no se haya encontrado aún una cura no para
la enfermedad sino para la palabra que engloba dicha enfermedad: CÁNCER.
¡Cáncer!
Es decirla y un escalofrío recorre nuestro cuerpo, nuestra alma y nuestro
espíritu sabiendo que eso y decir MUERTE es lo mismo. Pese a las curas, pese a
los tratamientos, pese a todo, Cáncer, Tumor, Leucemia, Radioterapia, Químio,
Portacab, Intervención, Operación,… sigue causando en nosotros una pena
increíble como si la persona a la que queremos y que tenemos que ayudar a pasar
el duro trance, fuera ya un sentenciado a muerte al que vemos sus días
contados.
Duele
una enfermedad. Sea cual sea, una enfermedad se contagia en el ánimo y en los
individuos que quieren y aprecian a esa persona. El desánimo, las ganas escasas
de hacer cualquier cosa, el ver como el tiempo parece detenerse entre las
paredes del hospital para todos menos para esa hija, madre, esposa, amiga,…
querida, erosiona por entero nuestro ser y nos quedamos faltos de esperanzas de
vivir nosotros mismos. Al final, haciendo un poco de tripas corazón, quedamos con
un amigo o dos (más no nos apetece) en un lugar donde las confidencias y el
desojar el corazón para aliviar un poco su dolor sea sólo percibido por el que
tenemos delante que no escucha, nos apoya y nos da un poquito de fuerza con un
humor reflejado en un chiste malo, en una canción chorra del verano donde un
nombre de mujer se convierte en un acto que produce una sonrisa en ese momento
extrañamente duro, con una chirigota que se envió por el móvil para
proporcionar unas risas por el carnaval que fue guardado por no se sabe que
motivo y ahora, hace su función de nuevo para dar un poquito de bálsamo al
cuerpo, mente y alma de una persona que ama y ver que su ser amado, está
sufriendo.
Un
poco de suplicante humor no es malo y menos aún reírse en el momento más
inesperado para poder dar un poco de vida a algo que pinta tremendamente oscuro
ante nuestros ojos por un sentimiento infinito de amor que es subyugado por una
enfermedad, que al decirla, produce en tremendo dolor incluso en aquellos que
no conocen a los que la poseen y que son espectadores ocasionales de un mal
compartido.
MORALEJA: El antónimo de la risa no es malo y eso lo sabía
Gustavo Adolfo Bécquer que dijo: “¡Llora! No te avergüences de confesar que me has querido
un poco”.
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