sábado, 30 de agosto de 2014

ZAFARRANCHO DE LIMPIEZA





Hay muchos motivos para hacer un zafarrancho de limpieza en casa: una fiesta con amigos o con familia, para impresionar a alguien (normalmente a un chico o a una chica o sus padres), porque hay que entrar a vivir en lo que ante era un campo de “minas antipersona” de coleccionables más que olvidados de los años de la catapum en una casa te han dejado o has tenido que alquilar porque es hasta donde llegaba tu presupuesto, etc. Pero entre las muchas explicaciones, entre los muchísimos argumentos que existen en este mundo para hacer un zafarrancho de limpieza jamás se me hubiera imaginado que el hecho de tener que sufrir una intervención fuera uno de ellos. Principalmente, y mira que me pongo a pensar mucho, pero que mucho, pero que tremendamente mucho para tener que plantearme en que planeta una operación provoca un caos de limpieza tan grande como para tener que quedarte tres días luego en cama del dolor de todo tu cuerpo, y por más que lo intento es que no me lo explico.

Mas una madre, esa gran mujer que todos tenemos a nuestro lado para mostrarnos aquella sabiduría ancestral que nosotros no somos capaces de alcanzar a ver, tiene la respuesta: “¡Pues para que te vengan a ver!” Sí, la frase es imperativa y clara de todas todas pero,… no creo que los que vengan a verme se fijen si las cortinas del comedor están limpias, o si los cristales de detrás de las cortinas están limpios, o si la funda del colchón en el que duermo, que lleva encima una bajera, encima estaré yo y por encima de mí, otra sábana, y depende del calor, una colcha o un nórdico fino, está limpia (vamos, que para que se den cuenta de que si la funda del colchón en el que duermo está limpia, o me tiran de la cama y la deshacen en plan Demonio de Tasmania o no hay cojones de ver lo que hay debajo, sin más ni más. Y vamos, digo yo que alguien que venga a verme tras una intervención, no será tan bruto como para tirarme de la cama sólo para comprobar esas cosas). Además, es que habría que ser muy hijo o hija de su madre para fijarse en cosas así en vez de preocuparte por si la persona que ha sido operada, está bien o no.

Pero bueno, a las madres es mejor no cuestionarlas y sí mimarlas mucho. Eso sí, cuando después del zafarrancho de limpieza, cuando ya huele todo a desinfectante que se podría operar a corazón abierto sin temor alguno pues esta mujer limpiaría la luna si llegara a ella y dejaría la cara oculta de esta, con un fulgor que sería capaz de cegarnos en mitad de la noche más oscura, sale por la puerta y te dice: Y ahora no dejes entrar a nadie no vaya a ser que te manchen. Tú la miras, te muerdes la lengua y te dices mientras ese dolor por callarte te atraviesa desde el labio hasta detrás del cogote: ¡¡¡ENTONCES PARA QUE LECHE HEMOS LIMPIADO TANTO!!!

En fin, querer mucho a vuestras madres pero no tratéis de entenderlas. Sin lugar a dudas pertenecen a otro planeta en el que por desgracia, si somos mujeres, podemos llegar a habitar algún día.

MORALEJA: Jill Churchill dijo una vez: “No existe la madre perfecta, pero hay un millón de maneras de ser una buena madre”.

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