Estaba en
Sevilla pasando unos días de vacaciones. Mi prima preferida me invitó a cenar
con ellas y un par de amigos. Pese a que no los conocía, me fui con ella y me
lo pasé la mar de bien. Antonio y Cayetano eran primos también. Parecían la
noche y el día: Antonio era alto, pelo oscuro, nuez del cuello muy marcada,
ojos marrones con un toque verdoso sutil intrigantemente cautivador. Cayetano
era más bajo que su primo. Su pelo era castaño, un poco más largito que el de
su primo. Sus ojos eran de color miel y su boca era como un imán para mis ojos
pues no podía de dejar aquellos labios tan carnosos.
La velada fue
genial. ¡Estaban locos! Venga de hacer bromas, venga de contar chistes y venga
de contar anécdotas con mi prima. Una de ellas me llamó mucho la atención: los
tres junto con otros amigos, se habían colado una vez en un hotel en un viaje a
Málaga porque tenían calor. Entraron como si se hospedaran en el hotel y
pasaron un día genial en la piscina. “¡Yo
nunca me he colado!”. Los tres me miraron extrañados y dijeron: “Hoy
vamos a desvirgarte primita. Hoy vas a colarte en una fiesta”. Primero
me mostré reticente pues me asuntaba que nos pillaran. Pero luego pensé que el
verano es una época para hacer locuras. No en plan hacer daño sino en plan de
pasárselo bien. Y yo tenía derecho a disfrutar de la vida.
Salimos del
restaurante y nos fuimos a buscar la fiesta para colarnos. ¡No fue fácil! Era
lunes y, pese a estar de vacaciones, no había muchas fiestas por la capital.
“¿Por qué no miramos por las afueras?” Mi prima no dijo que no y Antonio que
era el que conducía, se fue alejando más y más y más de la capital. Entramos en
una especie de urbanización. Pasamos calle tras calle hasta que por fin,
encontramos una gran casa en la que sonaba la música alta, las voces de mucha
gente (así sería fácil colarse y pasar desapercibidos). Eso sí, no podíamos ver
el interior desde la calle y eso era un problema. Deberíamos esperar que
alguien saliera para poder colarnos pues la puerta, era la única forma de
entrada.
Todos me dieron
cuatro apuntes de qué hacer una vez dentro: actuar como el resto, no decir tu
nombre verdadero, pasar desapercibida y unirse a la fiesta sea cual sea. “Y
sobretodo,… no tengas miedo. Te estaremos protegiendo los tres”. Yo era
la más pequeña del grupo y eso, les causaba tanta risa como les hacía sentirse,
sobretodo a los chicos, como si fueran un par de papas protegiendo a su nena
(eso me dio un tremendo ataque de risa por las caras que pusieron ambos al
decirlo. ¡Eran dos payasos! Dos hombres encantadores. Con Antonio me llevaba
diez años y con Cayetano sólo ocho).
A los diez
minutos de estar esperando en la puerta, salió un coche y nosotros no metimos
para adentro. Estaba muy nerviosa y Antonio, me pasó la mano por encima de los
hombros. “Me ha tocado ser tu pareja esta noche. Espero que no te importe”.
En cierta manera sí que me importaba. Cayetano me gustaba. De todas formas
sonreí y dije que era un placer.
Miré a Cayetano
de reojo. Él me estaba mirando. Creo que en cierta manera, esperaba mi
reacción. Cuando nuestras miradas se cruzaron él entendió lo que no le podía
decir a su primo con palabras.
La casa era
enorme, con un jardín trasero espectacular, como esos que sólo se ven en las
fiestas de famosos y poco más. La piscina era preciosa y tenía una ramas de
bambú dibujadas en un azul mas oscuro en las piezas del fondo. Las luces de la
piscina estaban encendías y se veía un agua cristalina que invitaba a tirarse
de cabeza. Más nadie llevaba bañador. Por las mesas de los lados que tenían
comida y bebida, estaban iluminadas con antorchas. Era una visión encantadora
pese a que nadie se bañaba.
La música sonaba
y la gente reía, bebía, bailaba y se lo pasaba a las mil maravillas.
Antonio, saludo
al anfitrión de la fiesta un tal Pedro creo recordar que como ya estaba con dos
copas de mas cuando le dijo: “¡Madre mía! Que fiestón te has motado
granuja. Espero que no te pases como al última vez y tengamos que acabar otra
vez en urgencias.” Ambos se
rieron tontamente. Pedro le miro y le respondió: “¡¡¡COMO ME CONOCES!!!” Y las carcajadas entre ambos aumentaron. Nos
presentó a los tres y eso nos aseguró a los cuatro no ser molestados por nadie
que no nos conociera porque… ¿Quién iba a contradecir al dueño de la casa?
Pasó el tiempo y
a las doce de la noche, una a una se fueron apagando las antorchas de la fiesta
a petición del dueño. Yo había conseguido dar esquinazo a Antonio que se había
puesto a coquetear con una de las de la fiesta en plan baboso. Mi prima había
encontrado a un antiguo ex novio en la fiesta. Cuando fui a ver donde estaba,
los pillé comiéndose los morros mutuamente y no quise estorbarlos. A Cayetano
lo había perdido de vista. Cuando apenas quedaban un par de antorchas
encendidas la gente empezó a desnudarse. Hombres y mujeres se quitaban todo lo
que llevaban. Uno tras otro, se tiraron a la piscina, incluida mi prima, su ex,
Antonio, la chica con la que estaba. ¡¡¡TODOS DESNUDOS!!! Todos revueltos.
Todos con todos en la piscina. Reculé y con mi espalda choque con alguien.
Tenía un poco de miedo pues todo estaba oscuro. Cuando la mano me rodeo la
cintura mi corazón se aceleró de verdadero pavor. Cuando noté un beso en el
cuello un olor perfume conocido me tranquilizo. ¡Era Cayetano! Él estaba tras
de mí. No hizo falta decirnos nada. El entendió que no estaba preparada para el
momento piscina pero me regaló un momento infinitamente mejor: él y yo, allí,
el uno con el otro, como si estuviéramos viendo un espectáculo porno a gran
escala y dándonos placer el uno al otro.
Desde las
espalda, empezó a desvestirme mientras podía notar su sexo rozarse contra mi
trasero. Se fue desnudando sin que yo me diera cuenta y cuando me dio la vuelta
para besarme la boca, ambos estábamos complementa desnudos. Me apoyó en un
árbol. Bajo su jugosa boca a mis pechos. Su lengua empezó a jugar con mis
pezones, primero suave y luego, los succionar de tal manera, que no pude ahogar
un suspiro intenso de placer. Sentía mi entrepierna lubricarse como nunca hasta
ahora. Todo aquello era prohibido, morboso, francamente perverso. ¡Me
encantaba!
Cayetano se
arrodilló ante mí. Cogió mi pierna izquierda y la encaramo a su hombro derecho.
Metió su boca entre mis piernas. Empezó
a lamer mi sexo primero lentamente, saboreando todo mi goce viviente que
emanaba de forma incontrolable por todo lo que nos rodeaba. Luego, como si de
un lobo con una presa recién cazada se tratase, lo tomó de tal manera que con
cada movimiento, podía llegar a derramarme por entero. No sé cuantas veces
consiguió que llegara. Era increíblemente diestro con la boca, con los dedos
que se deslizaron también tanto por mi sexo como por mi trasero.
No quería que
parara pero deseaba también complacerle comiéndole. Le invité a levantarse para
arrodillarme yo pero no me dejó. Una vez estuve de rodillas me tumbó hacia
atrás en el césped. Una de sus piernas abrió las mías con un movimiento de
rodilla que me hizo perder la razón de pura delicia. Me penetró y pude sentirla
hundirse dentro de mí como nunca antes jamás había sentido ninguna. Sus
movimientos eran lentos y podía notar como entraba y salía de mí con tal
maestría, que sentía cada centímetro de su sexo hacerme gozar por entero con
cada pequeña y cuidada embestida. Poco a poco fue acelerando el ritmo, sin
perder el control. Estaba claro que sabía lo que quería y como conseguirlo. Le
gustaba mirarme a los ojos, verme gritar de placer, verme conseguir un orgasmo
tras otro.
Tras un largo
goce, me levantó del césped. Me cogió de la mano y me dijo: “No
temas nada. No voy a dejar que te hagan daño”. Nos fuimos hacia a
piscina donde la orgía había tomado un aire la mar de excitante. Se tiró al
agua. Luego, me ayudó a entrar a mí. Nadie nos miraba. Una vez dentro, nos
rodearon dos o tres hombres. Empezaron a tocarme y el no paraba de susurrarme:
“Tranquila, tú tranquila”. Mientras él me penetró por delante, los hombres
miraban, me tocaba sin más ni más, y se masturbaban mirándonos. Uno de ellos me
chupaba uno de los pechos, otro me chupaba el otro y el tercero, acariciaba mi
trasero mientras Cayetano me poseía como un loco. Uno intentó besarme la boca.
Cayetano frenó en seco. Lo miró y le dijo: “No, eso no”. El chico lo entendió y
siguió comiéndome el pecho mientras gozaba de su propia mano. Cayetano bajó mis
manos para sus miembros y mientras ellos me comían, él me envestía y yo
proporcionaba unas caricias sexuales muy agradecidas con gemidos a aquellos dos
hombres. El calor que nos rodeaba, el morbo, la excitación, hizo que uno a uno,
alcanzáramos el clímax como si de una cuenta ascendente a más se tratara. Yo
fui la última en dejarme llevar por el orgasmo y mi grito fue tan intenso, que
todos los de las piscina se giraron para verme. ¡Fue increíble! Ya tengo ganas
de volver a colarme en otra fiesta.
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