lunes, 25 de agosto de 2014

SER CENSURADA: ¡SUBIDÓN DE EGO!





Tengo que reconocer, y creo que ya lo he hecho alguna que otra vez, que durante mi vida he intentando ser correcta en todos los aspectos de mi vida. Ser la mejor hija, la mejor compañera, la mejor amiga,… ser la mejor en todo. Pero no todo acababa ahí. Al intentar siempre ser la mejor también trataba de ser la más correcta con las formas, que no tuvieran que decir nada de mí. No beber, no fumar, no formar parte de escándalos, y pese a estar ahí, pasar más bien desapercibida. Tengo que mostrarme de acuerdo también, que para ser buena persona y correcta hay que ser constante. No puedes cometer NINGÚN FALLO pues tú eres la primera que no te lo permites. Sin embargo, para ser “mala”, para estar en boca de todos, sólo hace falta una acción (recordar el refrán: “Por una vez que maté un perro, mataperros me pusieron”).

Durante años, y debo de decir que han sido muchos, he seguido este lema. No estuvo mal y tengo que decir que muchas personas se aprovecharon de esa buena voluntad, de mi forma de ser tan afable, de esa persona que un día fui.

Obviamente, tras los palos y los años que no pasan en balde, al inaugurar mis treinta y siete hace apenas un mes, esa persona, YO, ya no soy la que era. Sé que uno no puede cambiar de la noche a la mañana, pero todo lo que había en mí que equivaldría a esa parte de que se abusaba, de la que se reían, a la que “maltrataban”, ha desaparecido.

¡No me he convertido en un monstruo! Eso que vaya por delante. No se trata de ser ni Campanilla ni la peor bruja jamás conocida en el mundo (que para mí sería la de la Sirenita que se llamaba Úrsula. ¡Que pulpo más mala era! Bueno, si era femenino tendría que ser pulpa pero eso me suena más a zumo de fruta con tropezones). La cuestión no es parecerse a uno de los personajes de cuentos que muchos conocen. En todo caso me he convertido en una Yo mejorada (aunque si tuviera que buscar un símil de quien soy, en cuento, sería una fusión de varios personajes, femeninos y masculinos por igual, que me hacen tener la parte de perversión y bondad justa y destinada para aquellos que verdaderamente se la merecen. A los otros,… sólo manzanas envenenadas y con doble dosis de realidad para que se miren de una vez al espejo, si tienen valor, y se den de bruces con la verdad cara a cara).

Ahora pensareis,… ¿Pero ha sido un cambio por cumplir un año más? ¡No! Francamente no ha sido eso. Hace tiempo conocí a una persona que me mostró la vida tal y como yo no era capaz de verla. Me costó mucho, pero que mucho hacerle caso, no lo voy a negar. Con el tiempo y con varias dosis de realidades extras, una se va haciendo, sin saberlo, un poco más dura. Sin embargo hay un momento en tu vida se precipita a esta conversión, por llamarla de alguna manera, hasta al borde del precipicio y de cabeza. En mi caso ha sido empezar a ser escritora y verme censurada por ello. Si, ya sé que escribía por aquí y que iba publicando “mis cosillas” de los que os hacía participe a todos por igual. Pero ahora que no tengo que esconderme, que mi nombre y mis apellidos salen en un periódico digital, e incluso mi rostro, la censura me ha enseñado que no hace falta ser tan correcta. Que hay un momento en la vida en que la incorrección es la forma más sublime de decir las cosas aunque duelan y sean molestas.

En fin, la vida es corta y hay que hacer que cada día cuente. ¡Por que cuente! Hoy y todos los días de mi vida.

MORALEJA: Alguien dijo una vez: “Cuando la vida te presente razones para llorar, demuéstrale que tienes mil y una razones para reír”.

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