AMARGURA FAMILIAR
Hubo siempre un rencor
adjunto a vuestras vidas,
un vivir insano,
una insatisfacción
jamás satisfecha.
Yo tenía la culpa
y lo sabía.
Mas nunca quise
ser cómplice de vuestro
mutuo resentimiento.
Yo fui para ella
una hija más,
una niña muy querida
que a una edad lejana,
había llegado a su vida
siendo una esencia
reparadoramente perenne.
No hice nada
más allá de quererla,
de amarla,
de estar a su lado.
Fui su confidente,
la que la abrazaba
durante una tregua
no pactada
en una vida unida,
sin querer,
al eterno sufrimiento.
‘Mi
niña’ me llamaba.
‘Mi
niña’ me decía
y con estas palabras
tan bellas vuestro
orgullo corrompido,
se inflamaba sin medida.
Tratasteis mil veces
de hacerme daño.
Intentasteis siempre
de apartarme de su lado.
¡Nunca fue posible!
Yo siempre fui suya,
ella siempre fue mía.
Sé que ya
no está conmigo.
¡La vida es así!
Mas puedo ver
las estúpidas
risas decorando
los rostros
diciéndonos para
vuestros adentros:
‘Lo conseguimos’.
La muerte nunca
estuvo en vuestras manos.
¡No tenéis ese poder!
Gracias por alegraros
por su última despedida.
No es amor lo
que sentisteis
jamás por ella.
¡No lo es!
Quien ama no codicia.
Quien ama de veras,
no se alegra del dolor.
Quien ama de corazón,
nunca se alegra de la muerte.
Descansa en paz madre.
No sufras más y se feliz.
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