Jamás
me hubiera creído si me lo hubieran contado, que una reunión de solo mujeres de
edades de setenta para arriba, serían tan divertida como desconcertante.
Se
celebraba el cumpleaños de una de ellas y las pastas de pastelería, el mosto y
un poquito de cava, corría por la mesa entre las cuales estaban sentadas de
toda condición y cuna. Lo bueno es que el destino, o quizás el lugar de
residencia, les había llevado a ser compañeras de charlas en las que se hablaba
de todo, algunas veces muy efusivamente, pero siempre sin restricciones y con
el amparo absoluto de ser todas mujeres vividas, sufridas y en cierto modo
supervivientes.
Aquel
día, no se porque, fue a tratar el asunto de la noche de bodas. Al ser de edades
avanzadas todas contaban sus experiencias como algo anecdótico, porque en
aquella época, todas llegaron “vírgenes” al matrimonio.
Empezó
Carmen (no es su verdadero nombre pero,… mejor así. Con nombres comunes, nadie
se siente nombrado en lo que se contó en petit comité con la confianza de la
edad y las canas) diciendo que a ella le daba mucho apuro y que encima su
pareja, no le podía desabrochar la camisa porque se puso muy nervioso (ahora se
reía como una descosida al recordarlo pero reconoce que aquella noche,… estaba
hecha un manojo de nervios pues era la primera vez que iba a ver a un hombre
desnudo y que iba a probar,… los placeres de la carne).
Luego
Conchi dijo que para ella fue más complicada la noche de bodas pues si madre
había muerto hacia menos de dos meses y se tuvo que casar de negro. A parte,
como todos sus hermanitos estaban a solas y ella era la nueva mama a la fuerza,
no dejaban que su pareja estuviera con ella. Decidieron, entre muertos de
miedo, alejarse tanto de la familia como del pueblo para que nadie supiera que
iba a perder la virginidad. Se fueron a un hotel en la ciudad con tan mala
suerte, que en la recepción del hotel, se encontraron con otra pareja del
pueblo que también se habían casado el mismo día y que habían tenido la misma
idea de no encontrarse con nadie esa noche “tan traumática” para las mujeres de
aquella época. Cuando se encontraron en la recepción de aquel, y pese a que
ella estaban casadas, tanto Conchi como Encarna, se pusieron rojas de
vergüenza.
Pero
la mala experiencia de Conchi no acababa ahí. Resulta que mientras ella se
acicalaba en el cuarto de baño del hotel, su marido se despelotó y se puso como
su madre lo trajo al mundo, encima de la cama. La pobre, al ver todo aquello
ahí tieso (palabra textuales) le dijo a tu pareja: O te tapas por lo menos con la
sábana o yo no salgo (a mi me dio una ataque de risa cuando explicaba
eso con todo el desparpajo de la edad y del momento vivido en forma de
recuerdo. Mientras no podía parar de reír me vino a la cabeza un chiste
parecido de una novia a la que la noche de bodas. ¿Qué no lo sabéis? Es muy
malo pero os lo cuento:
Carmen y Paco se casaron, pero como no les alcanzaba
el dinero, se quedaron a pasar la
Luna De Miel en casa de los padres de Paco. Por la mañana,
Juanito, el hermanito de Paco, baja a tomar su desayuno. Cuando está a punto de
salir de casa rumbo a la escuela, le pregunta a su mamá si Paco y Carmen ya se
levantaron. Ella dice que no.
Juanito le dice: - '¿Quieres saber lo que yo creo?'
Su madre le dice: - '¡Eso no te importa! ¡Anda ala Escuela !'
Horas después, Juanito regresa de la escuela, y le vuelve a preguntar
Juanito le dice: - '¿Quieres saber lo que yo creo?'
Su madre le dice: - '¡Eso no te importa! ¡Anda a
Horas después, Juanito regresa de la escuela, y le vuelve a preguntar
a su madre: - '¿Ya bajaron Carmen y Paco?'
La mamá responde, 'No'
Juanito le dice: - '¿Quieres saber lo que yo pienso?'
La madre le vuelve a decir: - 'Eso no te importa. ¡¡¡Termina de almorzar y haz los deberes!!!'
Largo rato después, pregunta nuevamente: '¿Ya bajaron Carmen y Paco?'
Su mamá le dice, 'No'
Juanito vuelve a preguntar: - '¿Quieres saber lo que yo creo?'
Esta vez la madre, cansada, le dice: - 'Esta bien, dime qué piensas'.
Juanito responde: - 'Bueno, anoche Paco vino a mi habitación y me pidió vaselina. Y yo creo que en la oscuridad le di el pegamento de mis avioncitos'.)
La mamá responde, 'No'
Juanito le dice: - '¿Quieres saber lo que yo pienso?'
La madre le vuelve a decir: - 'Eso no te importa. ¡¡¡Termina de almorzar y haz los deberes!!!'
Largo rato después, pregunta nuevamente: '¿Ya bajaron Carmen y Paco?'
Su mamá le dice, 'No'
Juanito vuelve a preguntar: - '¿Quieres saber lo que yo creo?'
Esta vez la madre, cansada, le dice: - 'Esta bien, dime qué piensas'.
Juanito responde: - 'Bueno, anoche Paco vino a mi habitación y me pidió vaselina. Y yo creo que en la oscuridad le di el pegamento de mis avioncitos'.)
En
fin, se animó a explicar su experiencia María, que parecía la mas modosita de
las tres y dijo que ella, le daba tanto miedo la noche de bodas, que como les
dieron unos sobres con dinero la familia y los amigos, que se lo pasaron
contando toda la noche. Muchas, ante esa explicación le dijeron que bueno, que aquella
noche de bodas no había dejado la virginidad pero que al día siguiente si o al
otro. Ella dijo que no se acordaba pues y todas se echaron a reír por la
tontería,…
Manuela,
cansada de que todas repitieran una y otra vez lo de la virginidad, dijo que
todas fueron “vírgenes” al matrimonio porque era lo que tocaba pero que vamos,
que impolutas, impolutas ninguna porque antes de la noche de bodas, el novio ha
tenido que tocar a la novia. Todas se pusieron rojas como tomates y ahí salí yo
al quite de mi Manuela y le dije: Vamos, que antes de comprar la fruta, hay que
palparla para que no estuviera pasada,… ¿No Manuela? Todas se pusieron a reír
pues el símil que había buscado era muy claro y a la vez gracioso.
En
esos momentos, Conchi retomó la palabra diciendo que la que verdaderamente lo
había pasado mal en la noche de bodas, era su hermana. Su cuñado, Julián, el
mas alto del pueblo (por si alguien no sabía quien era esa era una
identificación muy aclaradora), era el mozo mas caliente del pueblo y se casó
con su hermana Angustias (a la pobre, pensé yo para mis adentros, ya le
pusieron el nombre para empezar la vida de casada angustiada,… Si, una chorrada
como otra cualquiera, pero también había tomado un poco de mosto y creo que en
aquel momento,… ya me había subido a la cabeza). En la noche de bodas, la pobre
Angustias no es que no se diera cuenta de nada sino que todo fue tan bruto y
tan rápido, que no sabía si estaba casada con un hombre o con un troglodita.
Según le contó a su hermana, le arrancó la ropa y… ¡¡¡YA PODEIS IMAGINAR!!! Un
visto y no visto de manual con algo de agresividad de por medio (sinceramente a
mi me dio por reír y se me cayeron los goterones de los ojos como al resto de
las asistentes porque decía Conchi que cuando le preguntó a su hermana si dolía
o no, ella le decía que es que no se había enterado de nada y las otras
bromeaban,… tan caliente, tan caliente, tan caliente, que no llegó ni a meter
gol).
Otras
más modestas, se reían y no decían nada pues todas sabían que el cuento de que
su primer hijo había sido sietemesino pesando casi cuatro quilos y medio, no se
lo creía nadie y que eso significaba, que mocita, mocita, mocita no se había
llegado al altar y sí con un bombo, como mínimo, de dos meses.
Otras,
ya mal aconsejadas por su madre y familia, tampoco hablaron pues su calvario
había sido otro. Su familia era pudiente y ella se fue a enamorar del mozo de
cuadras cosa que no toleró ni su padre, ni su madre (pese a que el padre tenía
el mando de todo, el modelo matriarcal, dominaba en aquella familia). La hija
se quedó embarazada y la ocultaron para que nadie lo supieran haciendo pasar, a
la que fue una hija, como hija de la madre, ósea que era la hermana menor de la
mujer en vez de su hija. Pero en este mundo, el dinero y el poder, no lo es
todo y ella, esa mujer en concreto, se quedó embarazada por segunda vez
teniéndose que casar al fin con el mozo de cuadras, vestida de marrón y de
madrugada pero pudiendo así al fin, estar con la persona que amaba.
La
noche fue transcurriendo muy animada y a las doce de la noche, cual cenicientas
solitarias que se recogen ellas misma sus zapatos perdidos pues los hombres, ya
fallecieron hace algunos años, se marcharon a su casa con una sonrisa en la
cara y con una velada vivida de una manera diferente a la que cada noche les
tenía destinada, desde había ya algún tiempo, la soledad de la viudedad. Quizás
algunas se fueron escandalizadas por lo que se habló, otras un tanto
sorprendidas y pero sobretodo, todas, se fueron con alegría en el rostro y con
eso me quedo yo de ese día… ver a mujeres de más de medio siglo, con sus caras
sonrientes y sus risas contagiosas inundando una noche de marzo.
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