Los
cadáveres en las calles eran un mensaje pero no recuerdo muy bien de que.
Buscaba en mi mente, el primer muerto visto, nacido para enviar un mensaje. ¡No
lo encontré! Había tantos muertos recientes que la vista me nublaba, que
encontrar el primer mensaje en mi mente era bastante complicado. Me pregunté a
mi mismo cuando había empezado todo pero ni tan solo tuve respuesta de mi (era patético
lo mucho que empezaba a ignorarme. ¿Cuándo empecé a ignorarme? No lo recuerdo
muy bien. Me levanté una mañana, supongo, me miré al espejo y ya no me gustaba.
Creo que ese sería el primer síntoma pero no estoy yo para recordar mis inicios
en rechazar mi propio yo. Supongo que luego vino la distancia que empezó por
dejarme de mirarme en el espejo (sino me veía, era más fácil soportarme). Pero
claro, no puedes pasar toda la vida sin mirarte en el espejo y un día, mirando
un aparador me vi reflejado y me di asco. Bueno,… lo supongo. Más o menos es
así como acaban todas las relaciones. ¿No? Primero uno no quiere ver a su
pareja y duerme en el sofá, en el cuarto de invitados o en cualquier otra cama
(si es acompañado mucho mejor pero sólo el rato justo de un polvo, dos si el
día es bueno, tres si el día es estupendo, cuatro si es francamente excepcional,…
a cinco no he llegado jamás. Supongo que al final me acabaré encontrando una
que me haga llegar a cinco y que me deje vivo pero ahora mismo,… no estoy por
la labor de buscar a una diosa sexual. Me conformo vagamente con aquellas que
me encuentra atractivo por ser alto y vestir bien (y luego dicen que los
hombres somos los simples). Después cada uno a sus cosas. No es que sea un
autista emocional pero las cosas claras,… ¡Me gusta dormir solo!). Supongo que
después de aquella visión de mi, empecé a querer abandonarme a mi mismo cosa un
tanto difícil ya que cuesta mucho desprenderse de lo que eres en realidad. Poco
a poco supongo que vino todo lo demás hasta llegar al punto de ignorarme tanto
que ya no sabía cuando era lógico escucharme y cuando no. ¡Eso era horrible! A
veces hablaba y como me ignoraba, no era capaz de retomar una charla mía
propia. Los demás, aquellos pelotas a los que también convencía con mi lírica
pero que no me gustaban como compañeros de cama al ser hombres, lo encontraban
algo extraordinariamente excéntrico. ¡Que tristes! Alabar a alguien solo por el
dinero o por el puesto que ocupa su padre,… ¡Así es la vida! (me decía pero
como no me escuchaba,… no lo sabía a ciencia cierta). En fin, que al final de
los finales no se ni lo que digo pero sigo aquí, ignorándome de forma patética
y sin saber el porque de muchas cosas).
¿Qué
mensaje querían trasmitir aquellos que mataban? ¿Miedo? ¿Angustia? ¿Poder? No
lo sabían supongo que ellos porque de ser miedo, no a todos nos asunta las mismas
cosas. A mí, por ejemplo, los cadáveres no me asustan. Supongo que el primero
me llamó la atención y que el mensaje que me trasmitió fue alto y claro,… pero
como no lo recuerdo. A mi me asustan las mujeres sin personalidad, esas que
cogen un libro y dicen que no se lo acaban porque no les llega. ¡Madre mía! Si
no llegas al final de algo,… ¿Cómo puedes saber si ha conseguido cautivarte? ¡Esas
mujeres si que dan miedo! Pero no el pavor que daba un Freddy o un Jason sino
el pavor de la incultura que es el peor miedo del mundo para mí.
Si
era angustia lo que deseaban comunicar… tampoco un cadáver me daba a mi esa
sensación de no poder respirar y necesitar que el aire invada tu cuerpo por
entero. A mi, esa sensación tan mala, me ocurrió una vez en un tren lleno de
pasajeros. Todos sentados y yo de pie. Pasó una mujer con un olor tremendamente
fuerte a perfume y se puso de pie al lado mío. ¡Dios! Se que el olor a sudor es
horrible pero el olor a perfume en exceso es francamente horrible. En ese
momento, no se si por autodefensa de mi cuerpo, mi nariz empezó a cerrarse y no
me acordaba como respirar por la boca. Empezó a faltarme el aire y todo lo que
había a mi alrededor empezó a oscurecerse. ¡Creí que me moría! Por suerte ella,
se bajó en una estación y el aire de la puerta abierta, me condujo poco a poco,
de nuevo, al mundo de respirar.
Si
era poder lo que deseaban difundir… tampoco un cadáver me lo trasmitía. Para mi
el poder siempre lo había tenido la masa, no ese tipo verde que se rompía la
camisa, sino aquellos que alzan la voz, un palo, una piedra y siguen a un
primero que no tiene ni idea de porque alzó la voz, el palo o la piedra.
¡¡¡ESOS TIENEN EL PODER!!! Los locos que actúan por inercia sin cuestionarse en
ningún momento el porque de ese impulso. ¡Ojo con ellos! Son peor que los
cadáveres que dejan para dar un mensaje.
De
nuevo el sonido lejano de otra explosión inundó aquel precioso día de marzo.
Había mas cadáveres recientes intentando trasmitir algo pero no sabía el qué, y
me asusté de ser un ignorante ignorado, y me fui a casa a meditar sobre ello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario