Mamen y yo siempre habíamos de
hablado de sexo en la empresa. Era una forma diferente de pasar el día entre
llamadas, gritos del jefe, gritos de clientes, gritos de compañeros y demás.
Habíamos hablado seriamente sobre irnos algún día juntas a una playa nudista y
dejarnos llevar si viéramos a un hombre lo suficientemente potente para
soportar nuestro aguante.
Aquel primer fin de semana de
junio, decidimos que el sol era lo suficientemente caliente como para poder irnos
con nuestros cuerpos lechosos a pasar un día en la playa y si había suerte, un
fin de semana las dos juntas con un hombre en la cama satisfaciendo nuestras
fantasías una y otra vez.
Llegamos a la playa como si
aquella no fuera nuestra primera vez en una nudista. Empezábamos a poner la
toalla tendida en la arena cuando dos amigos míos aparecieron como por arte de
magia. Nos saludamos con un par de besos y les presenté a Mamen. Pusieron sus
toallas junto a las nuestras y empezaron a quitarse la ropa como si nada. Sabía
que éramos amigos pero jamás los había visto desnudos y aquella situación me
superaba un poco. Le chisté a Mamen y ella se acercó a mí. Le comenté mis
miedos y ella me dijo que me relajara. Nos lo montaríamos los cuatro juntos y
sería una experiencia genial.
Empecé a quitarme la ropa
mientras los dos amigos, divertidos por ser la primera vez que me veían sin
ropa, empezaron a tararear la canción de nueve semanas y media. Me arrancaron
una sonrisa y me pude relajar para disfrutar de día.
Me tumbé en la toalla al lado
de Mamen para tomar los primeros rayos de sol. Mamen me recordó que estaba muy
blanca y que tendría que ponerme crema. Le dije que me ayudara y empezó a
untarme crema de forma sensual ella primero a mí recreándose en mi cuello, en
mi espalda, en mis senos. Nuestros amigos no podían dejar de mirarnos con los
ojos desencajados. Luego fui yo la que esparcí la crema protectora por el
cuerpo nevado de Mamen deleitándome en cada rincón de su cuerpo, deslizando mis
dedos por su trasero, por sus pechos, por su vientre,… Los rostros de nuestros
amigos empezaron a arder de pasión. Nos tumbamos las dos una al lado de la
otra. Podíamos sentir sus ojos clavarse por todo nuestro cuerpo desnudo.
El calor seguía creciendo a
nuestro alrededor y en su interior. Nos levantamos y nos fuimos al agua para
refrescarnos. Mamen me perseguía cogiendo mis carnes húmedas e intentando
meterme la cabeza bajo el agua. Me agarraba con fuerza y yo a ella. Eso hizo
que su pasión fuera en aumento, la mía también y la de nuestros amigos que
desde la distancia contemplaban la lucha entre dos féminas en pleno desenfreno
sexual desinhibido.
Vinieron corriendo al agua a
luchar contra nosotras. Ahora eran ellos los que intentaban meternos la cabeza,
todo el cuerpo bajo el agua. Al final nos alcanzaron pero al forcejear su
pasión se hizo visible al tacto. No pudieron salir del agua con el pene erecto
y nosotras deseábamos saciar sus ganas en el agua. Empezamos a mover nuestros
traseros a la vez contra su sexo mientras Mamen y yo nos mirábamos intensamente
a los ojos y ellos disfrutaban de nuestro contoneo de cintura acuática. Sus
sexos se adentraron en nosotros por nuestros traseros. Teníamos el agua por
encima de los pechos y sus envestidas sólo eran conocidas por ellos, por
nosotras, por nuestro deseo. Vernos los unos frente a los otros disfrutando de
sexo viril era como estar mirándose en un espejo. Nos hacía incrementar el
deseo, las ganas. En el agua fría empezó a quemar nuestras ganas. Se derramaron
ellos en nosotras y nosotras pudimos salir del agua mientras su esencia
empezaba a rodearnos. Ellos, entre mareados y extasiados, tardaron un rato en
salir del agua.
Ella y yo nos tumbamos para
tomar unos rayitos de sol y hacer incrementar su deseo de nuevo para poder
poseerles en la playa. Había poca gente pero poco a poco, se fueron yendo.
Nosotros cuatros seguíamos esperando algo: el silencio de la tarde para poder
disfrutar de nuestros cuerpos. Mamen le pidió a Nacho que le pusiera crema
invitando al deseo a nuestro grupo de cuatro. Yo se lo pedí a Luís y nuestros
gemidos susurrantes, hicieron que sus sexos se pusieron firmes otra vez. Ellos
estaban nerviosos temiendo ser vistos pero nosotras les empujamos contra el
suelo y nos subimos a horcajadas encima de ellos ocultando su excitación con
nuestros ardientes sexos. Nos movíamos lentamente y de forma relajada agarrando
aquellos falos con nuestras elásticas vaginas que parecían ser manos que
aferraban firmemente el deseo desbocado de ellos y nosotras. Gemíamos los
cuatros a la vez. Esto nos hacia incrementar la pasión, el deseo. Nos
lubricábamos con nuestras caricias a cuatro, con nuestros contactos a cuatro,
con nuestras ganas a cuatro. Un grito unido de cuatro voces se escuchó en mitad
de la noche y su ambrosía se derramó por nuestros sexos ardientemente. Nos
recostamos en la arena. Cuando ellos se durmieron nos fuimos Mamen y yo. No
sabemos que pensaron al despertarse pero nosotras ya estamos esperando poder
disfrutar de otra sesión de cuatro.
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