Siempre había habido una rivalidad no expresa ni firmada en
ningún sitio entre el laboratorio de Barcelona y Madrid. Era algo latente, que
se podía respirar en el ambiente. Pero jamás hubiera imaginado que tras esa
competencia tan dura a veces, pudiera disfrutar de la experiencia sexual mas
intensa de toda mi vida.
Se habían realizado unos ensayos de materiales y se habían
duplicado ya que el fabricante los había solicitado directamente a Madrid y la
constructora los había solicitado a Barcelona con el resto de los ensayos de
obra. En Madrid daba por buenos unos materiales que desde Barcelona no daban
correctos dentro de lo que ponía la norma. Se reunieron en Madrid los responsables
de materiales (Jero y Mario) y los responsables de la parte de laboratorio de Barcelona
(Fabio y Darío). Los ánimos estaban caldeados y pese a la seriedad que ocupaban
cada cual en su cargo, la charla era acalorada.
El argumento de Barcelona era que Madrid daba por bueno
materiales sin realizar los ensayos cuando tenían acumulación de trabajo. Mario
se levantó de golpe de la silla diciendo que no era correcto que se inventaran calumnias
tan grandes en lo que a su laboratorio se refería y sobretodo con un cliente
que era suyo de toda la vida. Jero cogió a Mario del brazo y le dijo que se
sentara. Fabio también le pidió a Dario un poco de seriedad con las acusaciones
dadas. Darío decía que sus acusaciones no eran mentira ya que sabía desde
dentro por varios topos amigos, que Madrid había actuado de esa forma cuando
pertenecía a DGY.
Los ánimos estaban calentitos cuando entré para dejarles unas
botellas de agua fresquitas para que se relajaran. Se levantó Mario otra vez de
golpe sin verme y me tiró encima el agua golpeando mi cara con las botellas que
traía. Caí al suelo mareada y mojada. Enseguida los cuatro se lanzaron para
ayudarme. Mario estaba pidiendo perdón e intentaba que abriera los ojos
golpeando con pequeños golpecitos mi cara. Jero se había puesto detrás para
intentar levantarme y Fabio y Darío delante, cogiéndome una mano cada uno para
levantarme del suelo con la ayuda de Mario y Jero. Pude sentarme en la mesa con
ayuda de los cuatro. Estaba toda empapada de agua de la cabeza a los pies.
Llevaba un vestido amarillo claro de tirantes que me llegaba por encima de las
rodillas. Por culpa del bañito precipitado toda la tela del vestido se había
convertido en una segunda piel que dejaba ver mis curvas, mi ropa interior,
toda yo desnuda en cuerpo y alma. Yo no era consciente de ello. Seguía un poco
mareada e intentaba salir de allí para poder dejarles discutir en paz.
No me permitieron incorporarme y me dijeron que si quería,
dejara caer la cabeza sobre la mesa hasta que estuviera recuperada. Ellos se
sentaron en sus sitios pero sus voces ya no sonaban de forma recriminatoria de
nada. El silencio reinaba a mi alredor mientras con mi cabeza recostada y
mojada, intentaba recuperarme del pequeño golpe certero.
Mario dijo que sería mejor recostarme en una sala que había
cerca de allí en dónde había un sofá para que pudiera estar mas cómoda y
tranquila. Me ayudaron entre dos de ellos a levantarme y cuando cruzaba la sala
del sofá, caí al suelo redonda.
Cuando recobré la consciencia había perdido los zapatos y me
levantaban las piernas dos de ellos haciendo que mi vestido subiera de forma
considerable a una escasa distancia de dejar visible mi ropa interior. Otro
estaba sujetando mi cabeza y el cuarto había ido a buscar algo con azúcar. El
suelo era de moqueta y no sentía frió pese a tener todo el cuerpo mojado por el
agua.
Escuché como se abría una puerta, como se abría una lata y como
me decían que diera un sorbo. Era cocacola. La fui bebiendo poco a poco. Pronto
empecé a sentirme mejor. Cuando abrí los ojos vi a Jero que me sostenía la
cabeza. Las piernas las habían subido Fabio y Darío. Mario era quien sostenía
la cocacola y la acercaba a mis labios para que bebiera.
–
¡Ya
no sabías que hacer para que uno de los cuatro te hiciera el boca a boca! –
escuché como Jero se burlaba de mi situación para que yo no le diera
importancia al mareo.
–
¿Quién
lo hubiera hecho si verdaderamente lo hubiera necesitado? – dije dando otro
sorbo a la cocacola.
–
¡¡¡YO!!!
– gritaron los cuatro a la vez de forma atropellada.
–
Por
fin os habéis puesto de acuerdo en algo. – dije con una sonrisa en los labios.
Ellos se miraron como si tuvieran poderes mentales de golpe los cuatro. Algo estaban hablando para si mismo y entre ellos telepáticamente. Pronto supe que fue lo que tramaban.
Fabio y Darío dejaron delicadamente mis piernas en el suelo y
sentí como sus manos acariciaban mi muslos hasta muy cerca de la cintura. Se
arrodillaron en el suelo y sus manos se quedaron sobre mis pantorrillas. Eso me
excitó mucho.
La cocacola me estaba haciendo efecto rápido. Al tomar otro
sorbo se me quedaron unas gotas en mis labios que Mario recogió con uno de sus
dedos el cual chupó de forma sensual con su boca.
Jero retiraba mi pelo mojado de mi cara y me ayudaba a
incorporarme poniéndose de rodillas tras de mí. Podía sentir su respiración en
mi nuca y eso me alteraba cada vez más.
Las manos de Fabio y Darío empezaron a acariciar mis piernas
mientras los dedos de Mario se paseaban por mis labios. Las manos de Jero empezaron
a deslizarse por mi espalda haciendo incrementar mi deseo. Ocho manos
masculinas acariciando mi piel. Sentía mis senos revolucionarse, mis pezones
poniéndose duros, firmes y mi sexo humedeciese con mucha fuerza.
La ropa de ellos fue cayendo poco a poco al suelo. Sus manos me
quitaron la ropa mientras sus cuerpos se rozaban con el mío.
Estaba extasiada de placer, desnuda, tendida en el suelo y sintiendo cuatro bocas mordiendo mi cuerpo. Estaba de rodillas con dos hombres detrás y dos hombres delante. Sentí como un miembro firme se adentraba en mi sexo fuertemente mientras un enorme pene me desgarraba el trasero con un dolor exquisitamente placentero. Empujaban a la vez los dos hombres fuerte uno contra mi pubis uno y contra mis nalgas el otro. Me moría de deseo derramándome a placer con cada embestida. Mis manos fueron dirigidas a las dos pollas que esperaban su turno para que mis caricias incrementaran su deseo con mis caricias. Sentí un calor fuerte en mi sexo y en mi trasero cuando llegué a un orgasmo tan bestial que no pude contener mi grito extremo de deseo. No me había recuperado cuando de mis manos se escaparon los sexos duros para adentrarse en mi uno por detrás y otro por delante. ¡Me moría de deseo! ¡Me consumía entre gemidos! ¡Me devoraban las ganas que iban en aumento! Me penetraban con firmeza, con una fuerza extrema de deseo. Yo no podía contener mi deseo y seguía gritando a placer entre orgasmo y orgasmo. Sentí como los chillidos de dos voces masculinas vociferaban a placer mientras sus esencias se vertían en mi interior por detrás y por delante.
Caí extasiada en el suelo y ellos también. Fue algo
extraordinario y daba igual si eran de Barcelona o de Madrid. El placer, el
deseo, la fuerza era igual frente a una hembra ansiosa y su apetito era el
mismo al igual que sus ganas de saciarlo. ¡¡¡Placer extremo!!!
Me fascinó estar con cuatro hombres a la vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario