VELETA
¡No soy
veleta amor!
Sé muy
bien cual es mi destino.
Es la
inquietud de mi juventud
la que me
domina en horas bajas
y es
entonces cuando ni el mejor viento,
es capaz
de encarrilar mis pasos de nuevo.
¡No soy
veleta amor!
No te
confundas.
Si algún
día erre mi rumbo
por mis
infinitas ganas de conocer mundo.
Si mis
pasos fueron guiados
por el
rocío de la mañana
o por el
de la brisa de la noche,
no tiene
culpa mi norte de lo que ansía el alma mía.
¡No soy
veleta amor!
¡Estoy
segura de ello!
Mil
vientos me azotaron por entero
y ni me
moví un ápice de mi lugar.
No
zozobró en ningún instante mi instinto,
ni mis
ganas inmensas de libertad.
¡No soy
veleta amor!
No
importa que no me creas.
Es fácil
dudar del viento inconstante,
de los azotes
inconstantes
de sus
ráfagas contra tu ventana,
de los
vendavales que, de madrugada,
se meten
en tu cama para sacar tu mejor fuego,
de la
lujuria viva que reina
cuando
las isóbaras se unen
tanto que
hasta asusta su fuerza.
No
importa que no me creas amor.
¡No soy
veleta!
Sólo
estuve presa demasiado tiempo.
Ahora,
que el aire es propicio para mí,
no pienso
llegar a ras de suelo otra vez,
sin haber
volado mil días y mil noches,
en
completa libertad.
¡No soy
veleta amor!
¡Nunca lo
fui!
¡Nunca lo
seré!
Sólo
viento,
dulce
brisa del sur,
cálido,
indomable, puro,
rebelde,…
todo yo.
Eso es lo
que soy.
¡Sólo
eso!
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