Dicen que de una
persona a otra hay seis contactos. Pero nunca reconocer que las casualidades
puede ser de lo mas excitantes.
Habían pasado
muchos días ya de mi última entrevista (treinta y cuatro para ser exactos).
Cuando me llamaron para concertar una entrevista por la tarde del martes, no
daba crédito a lo que oía. Me puse nerviosa. Hacía tanto tiempo que no me ponía
frente a nadie que la curiosidad me llevo a entrar en un chat de comunidad. Era
la primera vez que entraba pero había escuchado muchas cosas malas y pocas
buenas. Pensé que al ser afable se portarían bien conmigo y así fue.
Mi nick era
ARACNE (una mujer que en la mitología griega, fue castigada por era por su
empuje, por su carácter y, sobretodo, porque tejía muy bien). Varios nicks un
tanto groseros con personajes raros, llamaran a mi ventana de privado (una
conversación a dos). Apenas había pasado cinco minutos que empecé a hablar con
un hombre la mar de amable. Era simpático, gracioso y no parecía tener un nick
nada grosero: ARGONAUTA182.
Empezamos a
hablar que eran las una y media de la tarde. Me sentía bien charlando de nada
complejo y quitándome los miedos de encima. Después de una hora y media larga,
le dije que tenía que dejarle que tenía que ir a una entrevista. Le indiqué la zona
y me dijo,… que él trabajaba “muy cerca”. Me dijo que si quería, podíamos
vernos después para celebrar que me habían dado el trabajo. Le dije que no, que
ya estaba suficientemente nerviosa como para hacer lo de quedar con un
desconocido. Me describí, se describió, me dijo que como iría vestida, le
respondí que de negro y blanco y… dijimos ambos adiós.
Me empecé a
arreglar para la entrevista: ducha, pelo, maquillaje, perfume, ropa elegante
(blusa negra y blanca y falda de tubo color negro muy sensual), tacón, medias,…
Me fui para la
entrevista en mi coche. Llegué a la puerta de la empresa, puse el ticket de
zona azul y me dirigí a la puerta. Llamé y me abrieron. Lógicamente había
muchos más candidatos y candidatas.
Me identifiqué
al llegar. Me dieron unos papeles para rellenar que adjuntaría con el
curriculum.
Había pasado
media hora cuando por fin, un hombre alto, con el pelo rapado completamente y
ojos marrones me indicó que pasara. Ya no quedaba apenas nadie para
entrevistar.
Repasamos juntos
mi curriculum y me explicó los dos puestos que había disponibles:
administración y publicidad del producto. Desde que nos habíamos saludado con
la encaje de manos noté algo que me estremeció de la cabeza a los pies. Hubiera
podido jurar que mientras ARGONAUTA182 se describía a si mismo, podía haber
estado mirando al entrevistador que estaba frente a mi (‘¡Va Alicia!,… son cosas tuyas. ¡Relájate!’ me dije).
Podía ver que su
voz no titubeaba en ninguna pregunta, en ninguna explicación. ¡¡¡TODO ESTABA EN
MI MENTE!!! Sería mejor que dejara de boicotearme a mi misma con mis
pensamientos.
Sin darme cuenta
llevábamos ya media hora larga de entrevista, cuando me preguntó:
-
¿Te gusta la mitología griega?
-
Me apasiona la mitología griega. ¿Por
qué me lo pregunta?
-
Siempre es bueno saber los gustos de
los entrevistados.
-
Ya, no lo dudo, pero parece una
pregunta demasiado especifica.
En ese momento
vi titubear su boca, las palabras que intentaban sin conseguirlo de sus labios.
¡Era él! De eso ya no cabía duda. El hombre con el que había estado hablando
hacía apenas unas horas antes. No sabía que hacer. Había algo morboso y
tremendamente excitante en aquella situación.
El rubor asomó
en mi cara y me levanté de golpe para irme (sabía demasiadas cosas que no le
cuentas a alguien que acabas de conocer). Golpeé sin querer la mesa con la
silla y una botella de agua mineral, cayó sobre él mojándolo. Cogí unos
pañuelos de papel y, solicitándole su perdón, me puse de rodillas a intentando
limpiarle. Estaba tan nerviosa que ni siquiera me había dado cuenta que le
estaba limpiando la entrepierna mojada por el agua y que frotaba arrodillada
pidiéndole disculpas. En ese momento entró uno de sus compañeros y al vernos en
aquella pose, salió diciendo,… ‘¡¡¡PERDÓN!!!
¡No quería molestar!’ Y cerrando al puerta tras de sí. Ambos nos miramos y
nos pusimos a reír a la vez.
Su sexo estaba
erecto pero el frotar en esa zona, es lo que tiene.
Cuando intenté
incorporarme, la falda de tubo se desgarró un poco y me hizo perder el
equilibrio. El cuerpo se me fue hacía adelante y me tropecé con él cayendo
encima suyo tras tirar su silla.
Yo estaba encima
suyo, su pantalón mojado, su miembro excitado y los dos,… muertos de risa. Yo
pensaba,… ¡¡¡ESTO YA NO PUEDE IR A PEOR!!!
Se giró sobre sí
mismo y mi espalda quedó tocando la moqueta. Él estaba ahora encima mío. Me
dijo:
-
¡Soy el jefe! Me gusta estar arriba.
Aquella
afirmación hizo recorrer todo mi cuerpo con un escalofrió de placer. Besó mi
boca. Besé la suya. Sus manos se perdieron presurosamente por debajo de mi
blusa. Sus dedos pronto encontraron lo forma de hacerme estremecer por entero.
Se posaron en mi sostén y magistralmente, precipitaron a mis pechos al vacío.
Sus yemas rozaban sutilmente mis pezones arrancándome suspiros ansiosos suplicando
más.
Mis manos no
podían estarse quietas y desabrocharon un a uno, los botones de su camisa color
camel que le quedaba como una segunda piel. Mi boca se estrelló en su pecho,
buscando sus puntos más sensibles para arrebatarle gemidos infinitos de placer
absoluto.
Mientras mis
labios seguían jugando en su fuerte pecho, mis manos se perdieron por su
cintura, arrancando su cinturón y su tejano abotonado diestramente.
Él subió mi
falda dejando a la vista mis braguitas color granate. ¡Le encantaba ese color!
Me las puse por él pero sin saber que le vería. Era algo que habíamos comentado
en el privado del chat. Al verlas, todo él se puso aún más duro. ¡¡¡ME FASCINÓ
VERLE ENCENDERSE!!!
Apresuradamente,
las ladeo y introdujo su sexo en el mío. Estaba desatado, como una animal
contenido al que habían abierto la jaula tras años de cautiverio. Yo me
deleitaba con cada movimiento brusco de su pelvis, con su tremenda verga
entrando y saliendo de mí, con sus susurros excitados que iban y venía con
increíble deseo de más.
Deseaba que no
parara, cuando me derramé una primera vez. Él, al sentirme llegar, se excitó
más y más. Su sexo se había tornado descomunal por momentos y cada embestida,
era más y más placentera para mí.
No podía dejar
de derramarme con toda aquella fogosidad hecha hombre. Gemía, gritaba, me
corría y no deseaba que parara. Y su pene,… ¡¡¡DIOS!!! Cada vez más duro, cada
vez más predispuesto a no parar, a seguir, a continuar, a no dejarme sin
comprobar que era todo un ARGONAUTA, un hombre tremendamente vital y fogoso por
los cuatro costados.
Busqué su boca
para besarle. Cuando lo hice paró. Se incorporo y me ayudó a levantarme del
suelo. Me pidió que me tumbara sobre la mesa con el culo en pompas. ¡ACCEDÍ!
Deseaba que lo hiciera. Cuando sentí su sexo atravesar mi culo creí que me iba
a morir de placer. ¡¡¡DIOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOS!!! Jamás había sentido
un placer tan increíble en todo mi ser.
Me embestía con
menos rapidez que antes. Eso hacía que el deseo de sentir entrar su sexo
incrementara en mi cuerpo. ¡LE DESEABA! Estaba enganchada a aquel tremendo
placer y como una yonqui, necesitaba más y más y más que me follara sin parar,
como un perro en celo.
Al poco tiempo,
empezó a incrementar su ritmo y yo gritaba, gemía, sollozaba de locura placiente
de apetito.
Sentí como todo
su cuerpo se estremeció y como su leche se adentraba por mi culo como si fuera
un volcán de lava hirviendo. Quedamos los dos tumbados uno sobre el otro sobre
la mesa. ¡¡¡HABÍA SIDO INCREIBLEMENTE DE LOCOS!!!
Obviamente no
conseguí llegar a trabajar en esa empresa pero cuando todos se van, aquella
sala, vuelve a cobrar vida para él y para mí hasta que nos quedamos ambos
extasiados, saciados, llenos, eternamente satisfechos de goce.
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