* La Autoridad Electoral de las primarias del
PSC de Barcelona desestima la impugnación de Jordi Martí. (El organismo cree
que el proceso electoral ha sido totalmente "limpio y transparente" y
los resultados son "incuestionables". Recuerdan que podían votar los
mayores de dieciséis años y los ciudadanos extracomunitarios con dos años de
residencia en la capital catalana). Enlace web:
http://www.lavanguardia.com/politica/20140330/54404567355/autoridad-electoral-primarias-psc-barcelona-desestima-impugnacion-jordi-marti.html.
* El PSC pincha en las primarias a la
alcaldía de Barcelona (La participación es solo de 7.463 personas, por debajo
de la esperada. Los dos ganadores, Jaume Collboni y Carmen Andrés, son afines
al aparato). Enlace web:
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2014/03/29/catalunya/1396092940_601666.html.
* Jaume Collboni gana las primarias del PSC
pero deberá disputar segunda vuelta con Carmen Andrés. (Además de los
militantes, podía votar cualquier barcelonés mayor de 16 años. Cinco candidatos
se enfrentaban en la primera vuelta de los comicios internos). Enlace web:
http://www.elmundo.es/cataluna/2014/03/29/5336ae77268e3e9e068b456e.html.
Cuando a una persona se le da una oportunidad para hacer
algo nuevo normalmente la emoción es lo primero que llega.
Recuerdo cuando cumplí dieciocho años. El poder votar, el
poder comprar alcohol, el poder conducir me emocionaron, el poder salir hasta
altar horas de la noche me embriagaron.
Votar lo hice al año siguiente pues de haberlos cumplido y
fue la primera vez que cogía todos los panfletos electorales y me los leía de
cabo a rabo. Fue la primera vez que confié en la política. Fue la última vez
que me dejé llevar por un programa electoral. Durante los cuatro años más que vi
que nada de lo que voté, pese a ser el partido ganador, se cumplió, me di
cuenta que en política el TODO y la MENTIRA van estrechamente de la mano.
Lo de comprar alcohol, aunque podía, no me gustaba. Odiaba
el olor a cerveza, detestaba el whisky y, aunque me maree con un exceso de vino
con burbujas rosado, y conduje con ese puntillo (dos copas, pero para alguien
que no había probado el alcohol jamás, fue suficiente) que te da por reírte de
todo. ¡¡¡NUNCA MÁS!!! El bajón posterior fue horrible y me pilló de vuelta a
casa.
La conducción también se demoró pues no trabajaba y tuve
que ganarme el derecho a poder optar, sólo, a pensarlo. Por suerte, fui la
primera de mi casa que se compró un coche para ella sola, un coche nuevo, el
que siempre quise, pero todo llegó cuando cumplí los veintiuno.
Lo de trasnochar, obviamente, también se demoró. Deseaba
sacar la máxima nota en mis estudios y hasta que no conseguí todo a lo que
podía optar por aquel entonces, no disfruté de unas noches que no eran tan
excitantes a las cinco o seis de la mañana como todos pensaban. Tenía veinte
años.
Lo bueno es que podía hacerlo. ¡Podía hacerlo por ley! Pero
eso no significaba que me volviera loca y me tirara al alcohol, a las drogas, a
cualquier loco con un tejano ceñido y pinta de italiano (me volvían loca mi
concepto que tenía de italiano, lo reconozco), a la noche sólo por estar
“autorizada”. Junto con los dieciocho (o en mi caso, a una edad más temprana)
sabía lo que era tener responsabilidad y ser coherente con las decisiones que
tomara tanto si eran acertadas como no. A partir de la mayoría de edad no sólo
era adulta sino que todo, todo, todo lo que hiciera, todo lo que quisiera, era
“culpa” mía. Se me habían regalado las opciones de elegir pero también el
compromiso que implicaba poder elegir hasta las últimas consecuencias.
Las primarias de ayer del PSC pudieron ser limpias,
pudieron ser acertadas, pudieron ser la oportunidad para muchos de ejercer un
derecho, el del voto, que no todos poseen en sus países de origen o que sí,
pero no con la “trasparencia” que se tiene en este país. Pero el problema fue
que no todos lo que votaban sabían porque lo hacían, porque estaban allí, es más,
a más de uno, se comentó en varios informativos, que hasta se les puso un sobre
en el bolsillo para que votara y cuando se le preguntaba que era el PSC decían,
ya que no sabían ni el idioma castizo, “I don’t now”.
¿Se puede decir que hubo la suficiente nitidez en las
votaciones? Bueno, poderse decir se puede decir todo lo que uno de sea. En
principio, vivimos en un país libre.
Eso si,… ¿Todos los que votaban sabían que estaban
haciendo? Pues no, es obvio que no lo sabían. Si alguien que hace una cola para
votar, que lleva un sobre en la mano, se le pregunta por un partido político,
sea cual sea el partido, y responde... “¡¡¡NO LO SÉ!!!”, francamente esa
persona se diferencia de un maniquí porque respira, se mueve, su corazón late y
poco más.
Cualquier voto, ya sea para lo que sea, que no se haga con
la conciencia necesaria, con las cuatro cosas más sencillas aprendidas, no sólo
se debería valer de nada sino que debería ser eliminado hasta del derecho a
votar.
Quizás de esta manera aprenderíamos a ejercer mejor
nuestros derechos o quizás, así, consigamos entender porque, cuando hay que
elegir algo con sentido común, esas personas ni tienen derecho a votar, ni
puede elegir, no en un país democrático.
Alguien dijo alguna vez: “En el país de los ciegos el
tuerto, es el amo”. Pero ser el “tuerto” no significa saber más que el que no
puede ver pero aprendió a escuchar.
MORALEJA: Nelson Mandela sabía muy bien lo
que era el racismo (Una de sus frases contra el racismo era: “¿Por qué en esta sala
me enfrento a un magistrado blanco, soy acusado por un fiscal blanco y
escoltado hasta el banquillo por un ordenanza blanco? ¿Puede alguien sugerir
honesta y seriamente que en este tipo de ambiente la balanza de la justicia
está equitativamente equilibrada?”). Se que más de uno al leer parte de este escrito de hoy
pensará,… ¡¡¡RACISTA!!! Y lo hará sólo para escudarse. ¡No es racismo! No
hablar de lo ocurrido en un lugar y en un momento y con personas que al, tener
una opción, en vez de aprender y elegir sabiamente, actuaron como borriquitos
aun no se sabe muy bien por quien guiados.
Tres frases de Madiba para acabar:
* “Debemos hacer fracasar los intentos por
dividir a nuestro pueblo en bandos étnicos, por convertir su rica variedad en
un peligro con el que perforar nuestros corazones”.
* “Nunca he considerado a un hombre como mi
superior, ni en mi vida fuera, ni dentro de la cárcel”.
* “Todos sabemos cuan tenazmente puede el racismo
aferrarse a la mente y hasta qué punto puede infectar el alma humana. Allá
donde se sostiene en disposiciones raciales en el orden social y material, esa
terquedad puede multiplicarse por cien”.
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