LAS
CRUZASTE
SOBRE MI
ESPALDA
Verte no
fue lo primero.
Conocerte
no importaba.
Poseerte
era la acción mas deseada.
Una
mirada casual,
larga
gracias a ti.
Luego una
sonrisa cómplice.
¿Tan
sencillo era todo?
Te
alejaste.
Pensé que
no podía ser.
Tomé el
último sorbo de café
cuando un
aliento perfumado
de mujer
me susurró desde atrás:
‘¿No
piensas seguirme?’
Olfateé
cada destelló perfumado
hasta
quedarnos a solas.
Después
preferí usar mi tacto
para
traspasar las pocas barreras
que
quedaban entre ambos.
Cuando
cruzaste tus piernas
sobre mi
espalda,
no
quedaba nada
que
pudiéramos ocultar entre ambos.
Lubricarse
las ansias había
tomado tu
forma de hembra.
Deslizarse
sobre el precipitado deseo
había
cobrado forma en mi cuerpo.
Cuando tu
lengua acabó conmigo,
tu sexo
aún deseaba más de mí.
¡Jamás
conocí a alguien así!
El cuerpo
cansado se rindió a lo obvio.
‘¿Dónde
estaba ella?’
Me
pregunté asustado.
¡Ya no
estaba allí!
Temblé por
entero de la cabeza
a los
pies aterrorizado.
No volví
a verla nunca más.
Su
recuerdo me persigue
en sueños
cuando la noche.
Ella se
queda siempre satisfecha,
con sus
piernas cruzadas a mi espalda.
Yo me
despierto empapado en sudor
preguntándome
por qué
se marchó
tras aquello.
¡Nunca el
alba me trae la respuesta!
¡Nunca
podré olvidar a aquella mujer!
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