miércoles, 26 de marzo de 2014

ÁTAME LOS BRAZOS A LA ESPALDA (poema)




ÁTAME LOS BRAZOS A LA ESPALDA

 

Átame los brazos a la espalda.

Llévame al borde sin miedo.

Déjame junto al precipicio

de tu esencia para que me lance sola,

desnuda en cuerpo y alma,

en buscas del deseo.

 

Anúdame las manos.

Azótame con la fuerza

que escondes en tu interior.

Doblégame ante tu furia

de macho insaciable

y hazme tuya, aquí y ahora,

en este instante,

sin tiempo que perder.

 

Soy tu esclava,

la musa oscura de tu fuego ardiente,

la que habita en tus pesadillas carnales

devorándote de la cabeza a los pies.

 

Soy la esencia pura de la hembra,

el éxtasis hecho carne de mujer,

la loba, la amante, la diosa fértil,

insaciable siempre

que se postra ante tu ser.

 

Soy la sumisa perfectamente rebelde,

la dominadora que nunca cogió

látigo para fustigarte,

la ama mansa

que se mece entre tus carnes,

la dócil fémina

que se enerva ante tu ser.

 

Soy tu fiel puta,

señora sin amo ni dueño

enlazada siempre a tu sombra,

la que nadie nunca conocerán a tu lado,

la que jamás será de nadie más.

 

Átame los brazos a la espalda.

Llévame al borde sin miedo.

Déjame junto al precipicio

de tu esencia para que me lance sola,

desnuda en cuerpo y alma,

en buscas del deseo.

 

Déjame postrarme,

para siempre,

de rodillas ante ti.

Concédeme la voluntad

de morir en tu beso más húmedo,

en tu último gemido voraz de tu boca,

aferrada borde mismo

del manantial de tu néctar vital.

 

Dame la vida dándome muerte.

Los franceses sabían ese secreto:

en “la petite mort”  yace

la respuesta encontrada

por siempre de los mejores amantes.
 

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