HASTA
BÓRRARTE LA BOCA
Me levanté una mañana,
con la vida cansada,
con la conciencia
inmaculada de mujer adulta,
con las esperanzas de soñar
gastadas hacía más de un siglo.
Apareciste tú,
como una visión,
como el oasis
tras un desolador
y largo desierto.
¡Quise morir
de sed solo por poder
contemplarte un poco más!
Me mordí los labios
para arrancar de ellos
un color que dejara
el rubor de mis mejillas,
menos visible ante tus ojos.
¡No pude hacer nada!
Te metiste adentro
con la fuerza de la flecha
más afilada lanzada por
el arquero más diestro.
‘¡Hay de mí!’ Me dije.
‘¿Dónde esta la añeja
sensatez cuando el corazón
se desboca sin medida?’
Cuando quise darme
cuenta ya era tarde.
¡Había perdido mi inocencia!
Esa estupidez insulsa
que te hace actuar con cordura
hasta el fin de tus días.
¡No era mayor!
Yo lo sabía, pero los años…
no me decían lo mismo.
Cuando quise darme
la vuelta ya no podía.
Tu piel estaba atada a la mía,
tu carne era mi carne,
tu corazón era el mío.
¿Cómo se puede dividir
un corazón y seguir vivo?
Me acostumbré a ser tuya,
a que fueras mío,
a vivir por siempre a tu lado.
Me resigne a esperarte cada día,
a dormir con el alma en vilo
esperando siempre tu regreso,
por perderlo todo por un beso.
Hoy la noche es larga
mas siento al alma mía
vibra con tu
regreso.
Te siento cerca,
puedo escuchar
como mi medio corazón
cobra de nuevo vida.
Te esperaré despierta,
con los ojos bien abiertos,
con él toda las ansias
del joven enamorado,
con tremendas ganas de besarte
hasta borrarte la boca.
¡No tardes mucho mi cielo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario