jueves, 3 de enero de 2013

PERDER EL CONTROL


 

Te levantas de la cama. Parece un día normal. Vas a la cocina. Pones agua a calentar. Un par de tostadas caen dentro de la tostadora. Dos vasos de agua inauguran tu estómago. ¡Que buena es el agua!  Piensas mientras ella invade tu cuerpo por dentro refrescándolo.

 

Después del desayuno estiras el cuerpo. Luego, te vas a la ducha. El agua recorre tu cuerpo y te despejas. La ropa que eliges es sencilla: todo cómodo, nada sexy. En la cara sólo un poco de crema y un poco de brillo de labios. ¡Nada que pueda llamar la atención!

 

Te vas al supermercado para comprar un par de cosas. Pasas por un pasillo, luego por otro y luego por otro. Todo es normal. La lista es pequeña pero está en tu mente ordenada. Vas tachando mentalmente conforme vas cogiendo las cosas.

 

Cuando llegas al pasillo del agua no ves bien el suelo y resbalas pues el suelo está mojado. Cuando te precipitas inexorablemente contra el firme alguien te ayuda y no caes. No lo has visto pero él a ti si. Ha pasado todo el rato repasándote con la mirada una y otra vez. Tiene unos preciosos ojos profundos.

 

En ese momento todo da un giro de 360º. Ya no hay coherencia en lo que haces. Repasas un pasillo tras otro y él no deja de observarte. Tú no puedes dejar de mirarle. Es como si hechizara con cada ojeada.

 

Tu pulso se acelera. Tu respiración se aviva. Lo pierdes de vista un momento y… ¡Todo se acabó! Fin,… ya no queda nada.

 

Te vas a la cola y es enorme. Espera y cuando está mirando el tiempo que te queda para llegar a la caja, un cuerpo se acerca mucho al tuyo. No necesitas darte la vuelta,… ya sabes quien es. Puedes sentir su latido, su respiración,… su erección creciente.

 

La cola avanza y él se acerca un poco más a tu espalda con mucha paciencia. ¡Tiene el control! Lo sabe y lo utiliza con mucha sensualidad.

 

Pagas y no sabes si esperarle o no. Intentas ralentizar tu salida pero empiezas a desconfiar de que todo haya sido una invención de tu mente. Te diriges a tu coche y cuando vas a entrar e irte, alguien te tapa los ojos, se adentra contigo en el coche y empieza a acariciarte salvajemente. No puedes ver nada. No tienes miedo. Nada puede asustarte.

 

¡Pierdes el control!

 

Luego todo vuelve a la rutina. ¿Fue un sueño? ¿Una pesadilla? ¿Una quimera? Vuelves poco a poco a casa. Se difumina poco a poco todo en tu mente.

 

Dejas el móvil encima de la mesa y suena una llamada:

 

“¡Me encantó sentir como pierdes el control! Gracias y espero que podamos repetirlo otra vez.”

 

 

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