Coges
el coche y decides recorrer una de esas carreteras de montaña con curvas y
bella vegetación a ambos lados de la carretera.
Bajas
las ventanillas del coche y dejas que la fragancia de la naturaleza, impregne
por unos instantes, cada rincón de tu coche.
En
una recta te adelanta un coche pero es él que tiene prisa no tú. Otro coche te
adelanta y piensas, por un momento,… ¡Que pena que no tenga tiempo de disfrutar
de algo tan bello!
Sigues
tu camino y ves que los dos coches han tenido que frenar y seguir el ritmo de
un par de ciclistas. Los adelantan y hay otro ciclista. Tienen que seguir a la
espera de poder rebasarlo y cuando llega el momento, lo hacen. Yo adelanto al
primer grupo de corredores porque su paso lento es demasiado lento para mí. Al
llegar a un tercer grupo de ciclistas, un pequeño pelotón de cinco, el corredor
solitario se queda entre mi coche y los dos coches. La velocidad es muy, muy,
muy lenta. Los coches no pueden adelantar porque no es seguro ni para ellos ni
para los ciclistas que pese a ir en pelotón lento, van separados. El solitario tiene
que frenar y se enoja. Tiene que poner los dos pies en el suelo y levanta las
manos haciendo aspavientos como si aquello hubiera sido algo HORRIBLE para su
ritmo de carrera. Yo le miro y siento vergüenza ajena. ¿Cómo puede un
deportista no solidarizarse con sus compañeros porque su ritmo es más lento?
¿Se puede ser tan hipócrita un sábado por la mañana? ¿Quién le va a dar una
medalla por no tener sentido del compañerismos? Sólo pasaron siete minutos
aproximadamente y los coches adelantaron al grupo de cinco. En la misma recta,
yo rebasé al solitario insolidarizo y al pequeño pelotón. No había llegado a
incorporarme cuando él, el antisocial, adelantó a sus compañeros con mucha
fuerza de pedalada y casi enfadado con ellos (lo podía observar todo desde el espejo
retrovisor).
Seguí
mi camino y pensé en las veces que yo había tenido que frenar no en sábado sino
los días de diario cuando tenía que ir a trabajar. Frenaba y adelantaba. A
veces, en una carretera de montaña de quince kilómetros de curvas, tenía que
parar muchas veces por los ciclistas pero ellos siempre eran solidarios y si
veían que podían ayudar al adelanto, lo hacían. Jamás, nunca había visto a un
corredor que se pusiera tan energúmeno por no poder adelantar. Han sido pocos
minutos y frenar y parar sólo lo hizo una vez. Pero para el, en un sábado
normal donde hay que disfrutar de la vida, él tenía prisa, mucha prisa por hace
una nueva marca personal. Lástima que las puntuaciones para ser mejores personas,
no sean deportes por los que se entregue trofeo. Este hombre JAMÁS recibiría
uno, os lo puedo asegurar.
MORALEJA: Siempre se dice que “Mens sana in corpore sano”
pero,… ¿Se puede ser una persona sana en cuerpo y mente cuando la agresividad
brota por todos los poros de tu piel cuando haces ejercicio? ¡Yo creo que no!
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