Era un día normal. Empezaba un nuevo mes. Me levanté con la
sensación de que tenía que tomarme el día para mi pero,… ¿Dónde iría? Cogí un
tren y me fui a Barcelona sin saber muy bien a donde.
Me bajé en una estación cualquiera (no recuerdo en cual). Salí
de la estación y busqué un sitio donde tomar un zumo de naranja natural. Me
senté dentro pese a que en la terraza de la cafetería se estaba bien. Dentro
había cuatro mujeres juntas con unos niños armando mucho ruido de acá para allá
y un hombre sentado sólo tomando un café.
Me trajeron el zumo y se me perdió la mirada por la ventana
mientras vertía un sobre de azúcar en él. En el reflejo de la ventana pude ver
mejor a aquel hombre. Era recto, con estilo, con algo que te atraía a mirarle
pero no directamente. Mientras lo miraba en el reflejo me dí cuenta de que su
mirada estaba fija en un punto. Quise averiguar que estaba mirando tan
fijamente desde hacía un rato pero no fue posible examinarlo sólo con el
reflejo. Busqué ese punto partiendo de su mirada pero, al mirarle, me crucé la
mirada con él y me puse muy nerviosa. Estuvimos durante un rato mirándonos
fijamente. No podía apartar la mirada de sus ojos. Me excitaba ver a alguien
tan directo, tan claro con lo que mirada, con la postura, con la claridad de
sus ojos. ¡¡¡Me sentía muy atraída por aquel hombre misterioso!!!
Los niños seguían haciendo ruido pero ya no me molestaban. Aquel
hombre sacó su cartera y apuntó algo en un papel. Se iba a levantar para
marcharse,… ¡¡¡NO TE VAYAS!!! Supliqué mentalmente. Al pasar por mi lado se
paró un instante y me dejó una tarjeta rozando mi mano. Su piel contra mi piel
me estimuló mucho.
Cogí lo que había dejado bajo mi mano y era una tarjeta
diciéndome,… ¡¡¡SIGUEME!!! No ponía nada más y eso me provocó mucho más aún a
seguirle.
Estaba en la puerta esperándome y empezamos a caminar los dos
juntos hasta un taxi. Subimos sin decir nada. Los dos mirábamos al frente. De
vez en cuando sentía su mirada clavarse en mí. ¡Eso me avivaba y me ponía nerviosa!
Plácidamente alterada seguía a su lado, esperando saber dónde iríamos.
El taxi se paró en un hotel apartado. Entramos los dos y nos
dirigimos hacia los ascensores. ¡Estaba muy excitada! Jamás había hecho nada
igual y eso que aún,…no había pasado nada.
Nos paramos en la tercera planta y nos dirigimos a una
habitación. Abrió la puerta y me dejó pasar primero. Cuando entró yo seguía de
espaldas. Cerró la puerta y me agarró fuertemente por la espalda,… Su boca
ardía cuando sus labios se posaron en mi cuello. Empezó a pasear un desfile
interminable de pequeños y sabrosos besos por toda mi nuca. ¡¡¡Eso me excitaba
mucho!!! Mi sexo pronto empezó a humedecerse rápidamente pues sin saberlo había
dado con mi talón de Aquiles erógeno.
Sus dientes empezaron a mordisquear mi cuello y sus labios se
dedicaron a succionar mi nuca,… Grité fuertemente. ¡¡¡DIOS!!! Como podía una
persona a la que no conocía de nada, al que yo no conocía de nada darme tanto
placer en un INSTANTE.
Mientras su boca seguía dedicándome besos deliciosos y mordiscos
sugerentemente excitantes, sus manos aferraron mis caderas. Apretó mi trasero
contra su sexo. Era grande y estaba tremendamente duro, fuerte, sabroso. Quería
darme la vuelta, poder tocar su piel, poder dejar al descubierto su torso, pero
no me dejó. Me empezó a desabrochar la blusa y sus manos pasaron de mis caderas
a mi sujetador. Apartó las copas magistralmente con sus pulgares para pellizcar
mis pezones con sus dedos. Mi excitación iba en aumento. Mi sexo era un volcán
ardiente de flujos sexuales que se lubricaba cada vez más con sus caricias.
Deseaba sentirle dentro.
Por fin me dejó darme la vuelta. Me besó en la boca y empezó a
saborear mi lengua. Sus besos tenían sabor a prohibido y sus labios estaban
llenos de pecado. Mis manos alcanzaron los botones de su blusa. Sus pecho era
un templo de fuerza dónde quería perderme. Baje mis labios a sus pezones y los
saboreé, los lamí, los mordisqueé. Me gustaban sus gemidos. Deseaba que me
desear tanto como él había conseguido que yo le deseara a él.
Bajé sus pantalones. Su descomunal sexo sentía la tremenda
presión del su boxer. Deslicé mi boca mordisqueando su pene por encima de la
tela. El gritaba de placer. Me cogió enérgicamente por los brazos y me levantó
de golpe. Eso me puso a mil. Me recostó suavemente sobre la cama y me despojo
de mi pantalón y de mi braguita mojada por el deseo creciente. Me penetró lenta
y suavemente. ¡DIOS! Era increíble sentir su inmensa verga adentrándose en mi
ardiente sexo. Cuando empezó a envestirme cada vez un poquito más, y más, y
más, y más fuerte no pude contener derramarme una y otra, y otra, y otra vez.
Seguía dándome placer con sus cada vez mas fuertes y duras envestidas. Yo
gemía, gritaba, le pedía que no parara, que siguiera, que quería más, más,
más,… Mi cuerpo empezó al convulsionar de placer. ¡¡¡ERA EL NIRVANA DE LOS
ORGASMOS!!! Gritaba mientras mi cuerpo, toda mi epidermis se erizaba con aquel
tremendo éxtasis de goce.
Su cuerpo se alejó un poco para dejarme mi espacio. Me quedé
casi sin sentido tumbada en la cama. No se cuando se puso detrás de mi cuerpo.
Me abrazaba, me besaba, apartaba mi cabello de la cara. Su sexo seguía erecto
pero no buscaba apagar la llama en mí. ¡Me encantó sentirle tan cerca! Me gustó
verle volcado en mí. Los besos, las caricias siguieron. Su boca era un
manantial inagotable de besos. Su lengua era un veneno que me mataba de placer
y me arrastraba a sus labios una y otra vez. Su tremendo pene estaba rozando
con mi trasero y se adentró entre mis nalgas con una embestida rápida y
certera. ¡¡¡DIOS!!! Sentí un escalofrío doloroso recorrer todo mi cuerpo. Él se
dio cuenta y no se movió. Mientras sus manos no dejaban de acariciarme, sus
labios no paraban de besarme la cara, el cuello, mi boca. Cuando me relajé un
poco empezó a moverse lentamente entrando y saliendo de mi culo. Era un placer
indescriptible y sus gemidos, los míos se confundían entre las sábanas. Se
movía magistralmente precipitándose conmigo al placer extremo. Le pedía que no
parara, que siguiera, que me hiciera suya,… mmmmmmmmmmmm. Su leche se derramó
dentro de mi. Cuando sentí el calor de su esencia no pude contener más mi deseo
y me derramé en un orgasmo que me dejó casi sin respiración.
Sentí como sus manos me abrazaban. Sus labios se posaron en los
míos y por fin me dijo su nombre. Fue una locura pero a veces en la vida,… hay
locuras memorables.
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