Lo habíamos
intentamos en el pasado. Había sido algo fugaz. Luego vinieron los intentos
fallidos uno tras otro, normalmente por culpa del trabajo, por el estúpido
trabajo.
Intenté hacerle
ver que no era malo, que alejarse un poco del ruido y dejarse llevar no era
malo. Su respuesta siempre era la misma: yo soy así. Al final me cansé de
esperar. Le odié al principio. Hubo momentos muy tensos entre ambos. Luego el
silencio. El fin parecía haber llegado. Lloré. Me resigne. ¡La vida es así! Me decía.
Y empecé a plantearme una vida sin él, sin su pasión, sin sus gemidos, sin sus
inmensas ganas de verme disfrutar hasta quedarme sin fuerzas. ¡Me resigne!
Cuando todo
acabó y parecía que el tiempo todo lo había cicatrizado hasta no dejar nada,
sintió que había perdido algo “valioso”. Desanduvo sus pasos, o eso me contó
tiempo más tarde, y en la fisura mas honda, cimentó una nueva etapa para
nosotros.
Ahora nuestros
encuentros eran más comedidos, cordialmente mas adecuados para la nueva
situación. Él parecía desdibujar algo entre sus palabras pero,… no sabía como
tomármelo.
Un día, aun no
se porque, nos apostamos un beso y perdí. Al dejarme en casa me dijo: ‘¿No me
lo das?’ Sonreí y bajé del coche pues ya había llegado a casa.
¿Lo habría dicho
en serio? ¿Lo de besarle? Si era que sí, la señal era clara,… el tiempo había
pasado y el estaba receptivo para volver a intentarlo de nuevo.
Era de madrugada
pero decidí escribirle un SMS que ponía:
“Si de veras deseas mi beso,
sorpréndeme viniéndolo a buscar un día.
No me avises. Sólo ven”.
Pasaron tres
días y no hubo ni respuesta, ni llamada, ni nada.
Llegué a casa
cansada después del trabajo. Me iba a ir a la ducha cuando sonó el telefonillo
de casa.
–
¿Bajas? – era él
–
Si, un momento.
Bajé, nos montamos
en el coche, y empezó a subir por una carretera de montaña con mucho bosque a
los lados. A medio camino le pregunté: ‘¿Dónde vamos?’ No respondió. Me miró y
me guiñó el ojo. Eso me excitó de una manera jamás imaginada.
Llegamos a una
carretera no asfaltada y se fue adentrando con el coche más lentamente. El sol
caía y todo estaba tremendamente oculto tras una penumbra prematura. Paró el
salio (yo iba a salir pero me dijo que no lo hiciera). Abrió mi puerta y cuando
salí, cerró la puerta de un golpe y empezó a besarme apasionadamente. Sentía su
lengua dentro de mi boca juguetear. Eso me puso tremendamente predispuesta a
todo. Su mano se coló bajo mi jersey. Me apretaba los pechos con fuerza. ¡Era
algo asombrosamente lascivo! Inmensamente morboso pues estábamos al aire libre,
expuestos a ser pillados en cualquier momento.
Su boca se coló
también tras el jersey. Bajó mi sujetador y empezó a mordisquear sensualmente
mis pezones, a succionarlos con fuerza, hasta volverme loca de deseo. Su mano
se coló entre mi falda y sus dedos se colaron por mi braguita. Se deslizaba de
manera acompasada, impetuoso de verme gemir de placer más. Me dio la vuelta de
forma precipitada. Me empotró contra el capo del coche y sentí su sexo
adentrarse dentro de mi. Fue penetrarme y correrme toda. ¡¡¡Llevaba mucho
tiempo esperando!!! Seguía empujando con embestidas bestiales y yo no podía
dejar de gritar de placer, encadenando un orgasmo tras otro, tras otro, tras
otro, gritándole que no parara, que siguiera, que me diera más y más. Sentí su
leche derramarse por medio de mis piernas. Creía que ese era el fin pero cogió
mi cabeza y me la acercó a su boca. Le abrí la camisa de golpe, rompiéndole
todo los botones. Me amorré a sus pezones viéndole gritar de ansias. Me
arrodillé ante él y me metí su sexo de nuevo tremendamente duro en la boca. Lo
succionaba primero suavemente mientras mis dedos jugueteaban dulcemente con los
huevos, con su piel hasta el escroto, hasta llegar a la parte final de su ano
donde lo deslizaba por fuera de manera extremadamente placentera. Apretó mi
cabeza contra su sexo mientras lo tenía todo dentro de la boca. Sentí llegarlo
a la campanilla y me gustó. El llevaba el ritmo eso me gustaba. Mientras él
seguía marcando el ritmo y me dijo: `Ábrete de piernas y tócate para mi’. Le
obedecí. Su leche se precipitó en mi boca de forma acelerada ante aquella
visión pero yo no dejaba de masturbarme. Sus espasmos por todo el cuerpo se
repetían mientras seguía mirándome y yo seguían dándome placer para él.
Tras aquel
encuentro ha habido muchos. A veces hace falta acabar con todo para que el
inicio sea diferente y tremendamente acelerado… sexualmente hablando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario