Llega
el sol que se había perdido en la inmensidad de nubes grises durante muchos,
muchos, muchos, quizás demasiados días. Las personas que temerosas salía aún
con manga larga, empiezan a airear sus prendas más frescas para lucirlas sobre
los cuerpos aún lechosos del invierno.
Con
el sol luciendo en lo alto del cielo, los días cada vez más largos y las ganas
de inaugurar el verano, nuestros cuerpos se encuentran por fin en plena fase de
una ebullición tardía típica de la primavera. Hay ganas de fuego, hay ganas de
color, hay ganas de ruido. Y no transigimos con colores simples en prendas
extremadamente vaporosas. No nos conformamos con el fuego únicamente de los
cuerpos sino que necesitamos ver las llamas prender leños y grandes candelas a
pie de playa. No nos satisfacemos con ruidos cualquiera queremos los ruidos
típicos de chapotear, de tirarse de bomba, de la canción del verano, del ruido
de los fuegos artificiales de fiestas conocidas y admiradas de pueblos de
nuestro país. ¡Queremos castillos de fuegos!
Soñar
con lo imposible desde la magia del verano. Imaginar ese primer amor sobre una
piel salina con largos paseos nocturnos, con baños de madrugada arropados por
la luna y las estrellas. Percibir el deseo de un primer beso, lucrarse en una
mirada furtiva, caminar por una playa desierta con un escaso bikini a medias.
Sentir la fuerza de la noche y en el contoneo de un cuerpo en cualquier carpa
de moda, considerarse sexi, deseada, más femenina que ninguna y conseguir que
alguien se acerqué a ti para hacer levitar de pasión y deseo. Anhelar asaltar
una valla cualquiera y conquistar una piscina privada que nadie parece
utilizar. Vivir la noche con olor a cloro en todo tu cuerpo y perder el control
hasta sentirte plenamente vivo.
¡Necesitábamos
el sol! Pedíamos que viniera a despertarnos de esta ensoñación de hibernación
que nos tenía tímidamente ocultos en casas, en trabajos, en cafeterías. Las
terrazas buscan nuestra esencia y las charlas de las doce junto a unos amigos
con un coctel de moda a base de zumos, sombrillitas y licor.
¡Había
muchas ganas encerradas! Sufríamos incluso por la rabia contenida por la
ausencia de luz en el quehacer diario de más de uno y de dos. Esperábamos y
desesperábamos reclamando un poquito de fuerza solar que nos diera ese empujón
que necesitábamos para poder lanzarnos a la vida de nuevo en busca de momentos
mágicos que vivir durante en duro y frío invierno, en la retina de nuestra
memoria.
Llegaron
las ganas de liberar las ganas. Nuevos momentos llaman a nuestra puerta aún
cerrada a cal y canto. ¡Quitar las cadenas! Es tiempo de vivir y sobrevivir a
la vida.
MORALEJA: Sin palabras para dejar paso a un sentimiento
escrito:
Solsticio de
verano
Amor en días extensos,
tus labios y los míos en rezos dulces,
en noches cortas,
entrega infinitas de mi cuerpo en el tuyo.
Amor en días extensos,
tus labios y los míos en rezos dulces,
en noches cortas,
entrega infinitas de mi cuerpo en el tuyo.
Miguel Visurraga Sosa
No hay comentarios:
Publicar un comentario